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Animales

¿Cómo alimentan a los animales en el Zoológico de La Habana?

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Texto y fotos: Liliana Suárez

Los leones, ajenos a los curiosos que apuestan por hacerlos rugir, duermen tranquilamente  la siesta en su jaula del Zoológico de La Habana bajo el recio sol del mediodía. El casuario australiano con su plumaje negro, azul y rojo, se exhibe con distinción, como desinteresado de los niños y mayores presentes, y el avestruz no disimula su ansiedad (algunos dicen que apetito) mientras picotea una y otra vez las hojas de la cerca que lo circunda.

A esa hora del domingo, de manera general el día más frecuentado, numerosas familias con sus hijos y nietos acudieron al recinto que actualmente dispone de unas 24 hectáreas de extensión y atesora 164 especies en su mayoría de América, África, y algunas cubanas en extinción como la cotorra y la iguana.

En el también conocido como Zoológico de 26, los caminantes se acercan a la fosa del rinoceronte que anda en su ambiente,  al jaguar en cautiverio, pero los chimpancés y otros monos constituyen la mayor atracción.

Les gritan, los monos se alteran y hacen una serie de piruetas, les tiran alimentos —aunque carteles anuncian que está prohibido—  que devoran con avidez provocando la risa de los paseantes. “Estos animales lo que tienen es tremenda hambre, con casi todos los de este zoológico pasa lo mismo”, comenta un hombre que pasea con su esposa y niño pequeño.

Es una rutina que se repite constantemente en el parque donde hay diseminados diversos puntos de venta de comidas, golosinas y latas de refresco y cervezas, de cuyos golpes en ocasiones no ha escapado algún animal que la gente quiere percibir en movimiento.

Después de varias etapas en las que el Zoológico de La Habana estuvo administrado por la Academia de Ciencias de Cuba y las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), hoy  se encuentra bajo la jurisdicción de la Empresa Flora y Fauna, del Ministerio cubano de la Agricultura.

“Las personas le lanzan chucherías a nuestros animales, pero a todos se les suministran sus alimentos temprano en la mañana, antes de las 10, hora en que se abre a los visitantes”, explica a Cuballama uno de los trabajadores, que viste como el resto, con ropas y gorra  de camuflaje. ¿Pero una sola vez?, pregunto. Como respuesta el guardaparque asegura que no necesitan más, “este es el régimen que deben llevar para una vida saludable”.

Luego abunda en que toda la alimentación que se reparte a cada una de las razas existentes, “así sean carnívoros o los que ingieren forrajes se obtiene mediante contratos con cooperativas y viene con certificaciones de calidad. Incluso aquí tenemos un matadero en el que se sacrifican caballos ya viejos pero sanos y después se proporcionan en la dieta de los leones y otros animales”.

“¿Y esas viejas historias que se escuchan en La Habana de que a los leones les dan de comer perros callejeros?” Sonríe y dice con calma que esas son leyendas de otras épocas. “Nosotros cuidamos mucho a estos animales. De hecho esa es la misión de Flora y Fauna”.

 

Otro técnico, ataviado con un uniforme verde parecido al de los médicos en las guardias hospitalarias, me explica algo más de la faena en la instalación recreativa: “tenemos una clínica veterinaria bastante bien equipada que se ocupa de la atención de los animales enfermos. Algunos hasta padecen problemas gástricos por los comestibles que les tiran quienes vienen al parque, porque no son apropiados para sus organismos. Tuvimos un tapir americano, que murió a causas de una oclusión intestinal debido a malos hábitos que les transmitían los que llegaban hasta su hábitat. Esto es algo que no se puede olvidar, era el único de su tipo en los zoológicos de Cuba”.

En el Zoológico de La Habana muchos buscan al majá de Santa María, que se enreda en algunas plantas o troncos de estas, o a dos serpientes pitones, de tres metros cada una. Llaman la atención también los lobos canadienses, inquietos carnívoros que ya al filo de las dos de la tarde, daban aún vueltas alrededor de unas costillas que habían dejado con los huesos al descubierto.

Otras atracciones que despiertan el interés de muchos son los coyotes, el búfalo enano y el pavo real, de los cuales los expertos lograron descendencia pese a hallarse en cautiverio.

La historia del Zoológico de La Habana

Los habitantes de más edad cuentan que la idea de su creación rondaba a biólogos y autoridades allá por el año 38 del siglo pasado. Fue inaugurado finalmente con 69 razas de animales en dos hectáreas el 24 de octubre de 1939 en la antigua finca y vivero La Rosa, propiedad del Ayuntamiento de La Habana, entre la Calzada de Aldecoa y el Río Almendares, donde estaba el Vivero Forestal del Ministerio de Obras Públicas.

Pero en esta isla donde los eventos meteorológicos en ocasiones son bastantes destructivos, en 1944 es devastado casi totalmente por un  severo huracán. Luego vuelve a relucir el 12 de octubre de 1947 con su entrada por la avenida 26 adornada por el ya legendario monumento a “La Familia” (los venados como se le dice popularmente) de la afamada escultora cubana Rita Longa.

Los días del Zoológico transcurren en el ajetreo, ¿pero y las noches? Pues la vida nocturna en el hermoso espacio de la flora y la fauna en la barriada donde está ubicado se convierte, a altas horas especialmente, en ratos de suspenso para algunos vecinos de sueño ligero que sufren sobresaltos cuando los leones rugen de tal forma que parecería podrían escapar de sus retiros y aparecer por las calles aledañas.

Algunos han decidido hasta mudarse, aunque la mayoría ya están acostumbrados. La anécdota la cuenta Evelio, un adulto que parece pasar de los 70 años. “Por aquí se dice que los animales tienen hambre, quién sabe si podría ser cierto”.

 


 

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