Chicago afirma que “se beneficiaría con la restauración del comercio con Cuba”

Chicago firma resolución para pedirle al gobierno de Joe Biden que restablezca relaciones comerciales con Cuba. ¿Está la isla lista para eso?

No está claro cómo, pero “dice” la ciudad de Chicago que ella “se beneficiaría con la restauración del comercio con Cuba”  y como muestra del intento acaba de aprobar una resolución -por votación unánime- pidiéndole al Gobierno de EE.UU. “cesar el bloqueo económico contra Cuba”.

Aunque las pruebas en el terreno, llámese cruda realidad, indican que no hubo más que un inmenso revolú con relación a los viajes a la isla, hace apenas unas horas el Consejo de Chicago ha afirmado que “el total restablecimiento del comercio y los viajes entre los dos países sería de gran interés y beneficio para ambas partes”.

La noticia, por supuesto, ha generado enorme satisfacción en La Habana que, ha visto con cierto agrado también, y hasta con optimismo solapado, el aplazamiento de “la situación de emergencia con Cuba”.

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Dice la agencia oficialista Prensa Latina que Chicago es la decimoctava ciudad estadounidense en adoptar un documento de este tipo, aunque en la concreta de poco ha servido.

Los únicos adelantos palpables en materia comercial, entre los dos países, se dieron a partir del año 2016, con la aprobación de varias resoluciones que abarcaron principalmente la cooperación en los sectores médico y farmacéutico. Algunas de aquellas resoluciones las tenía engavetadas el gobierno dirigido por el entonces mandatario cubano Raúl Castro, pendientes de firma, pero cuando en noviembre de ese mismo año fue electo Donald Trump y no Hillary Clinton como esperaba La Habana, se firmaron a la carrera.

Poca vida tuvieron, y ahora Chicago, con el demócrata Joe Biden en el poder apela a “la exportación de productos agrícolas e industriales a la vecina nación de 11 millones de habitantes, así como la importación de mercancías cubanas”. Muy probablemente Chicago tenga que recurrir al trueque mercantil, porque la isla caribeña está endeudada con las once mil vírgenes y de seguro al Grupo de París no le cuadrará ni un poquito que La Habana le esconda dinero, para irse a comprar mercancías a la Ciudad de los Vientos. O a pedir financiamiento. O confianza en el pago. Algo que a menudo esquivan, según han contado a lo largo de muchos años numerosos proveedores y hasta trabajadores del Ministerio de Comercio Exterior que han abandonado la isla.

Millones de cubanos recibirán en las próximas horas con una sonrisa este espaldarazo de Chicago, que para muchos será la antesala del cumplimiento de una de las promesas de campaña del demócrata Biden: revertir las medidas que implementó su antecesor, Donald Trump, durante sus cuatro años en el poder.

Lo que no está claro todavía es cómo el presidente Joe Biden hará esos cambios sustanciales en la política de Estados Unidos hacia Cuba, visto que en materia de derechos humanos, la cosa pinta fea.

Esta mañana, por esas lindas coincidencias del destino conversé, durante media hora, con una ciudadana española de esas enamoradas hasta el tuétano de Cuba, que trabajó ininterrumpidamente en La Habana durante 15 años, en diversos proyectos de cooperación y ayuda a través de la ONU, el PNUD, la ACNUR, la UNICEF, y el copón divino.

Entre estupefacta y contrariada me comentaba de su amor por Cuba, de su creencia firme de que sin el embargo financiero a los cubanos de la isla le pudiera ir un poco mejor. Sin embargo, su rostro se transformó cuando me contó que ayer vio el video de la turba fascista que le dio un mitin de repudio a la activista Anyell Pérez. Relató con tristeza el dolor que sintió al ver a los tres niños llorando.

Entonces, como mismo Biden pudiera hacerse si ve el deleznable video, se lanzó una pregunta: “A esa gente, ¡¿qué cojines les pasa?!”

Ariel P.

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