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Cine y TV

Camilo Egaña: “Soy muy sobreprotector con mi hijo porque conmigo no lo fueron”

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Por Ania Liste

Muchos en Cuba le recuerdan por sus programas en la radio y la televisión. Hoy este cubano es una de las caras más conocidas de CNN en español

Camilo Egaña es de esos que se largó de Cuba, que la isla perdió, desde que está a la deriva hace no sé ya ni cuántos años, y lastimosamente, en manos de unos farsantes. Es un hombre sin trastiendas, muy consecuente, sin poses, algo inusual en estos tiempos de redes sociales y exhibicionismos estériles.

Algunos, los más tiquismiquis, podrán decir que es un intruso porque no es periodista de carrera. Pero respeta, como pocos, esta profesión tan ninguneada.

Tengo ante mí a un monstruo de la radio, que durante muchas noches permitía soñar, a tantos en la isla, que otro mundo existía. Solo había que tener paciencia y seguir dejando que, desde su programa de radio, nos acompañara en la angustiosa espera.

En CNN en español lo vemos ahora charlando con sus invitados, convencido de que -como él mismo cree- lo ideal en una entrevista es la intimidad y la confianza. Hoy Camilo y yo nos reencontramos, demasiados años después de que lo entrevistara en La Habana  para el tabloide Alma Mater, siendo todavía estudiante de Periodismo. Ambos admitimos tener pocos recuerdos nítidos de aquella primera vez. Éramos los dos muy jóvenes.

En esta segunda ocasión nos vemos en Miami en una tarde de jueves, entrando la noche y antes de que Camilo se cuele en nuestras casas y nos recuerde que siempre, o casi siempre, “hablando se entiende la gente”.

La Habana, Miami y Atlanta, ¿qué son estas ciudades para ti?

Atlanta es el sureño, sumamente educado, sumamente religioso, y que cuando profundizas te das cuenta que hay historias de horror, con el esclavismo, con la segregación. Es una vida muy provinciana, muy rural, muy suave, pero culturalmente muy intensa si logras escarbar.

Miami es como debió haber sido Cuba, con todas sus luces y sus sombras, con su calor y su humedad, su atosigamiento. Miami es mi ciudad.

En La Habana siempre fui un exiliado. Me pareció siempre una ciudad muy inhóspita, que no había agua, que no podías ir a un baño público como Dios manda. Hago un flashback y digo: cuando había triunfado, que debía ser feliz… no lo era. Cuando llego a los medios de comunicación y triunfo, entre comillas, no me doy cuenta que ese es el momento más importante de mi vida. Para mí la radio era como un juego, llegué con Joel Valdés sin saber hacerla. Y esa fue una de las claves: eran unos tipos aprendiendo.

Hay una frase de Borges, “yo soy anterior a la infancia”, y no es que yo sea borgiano, pero mi infancia fue muy jodida porque mi madre y mi padre se entregaron en cuerpo y alma a la Revolución y me dejaron a un lado. Para mí la Revolución cubana es una situación de abandono. Bastardo además, porque mi padre me reconoció, pero no se casó con mi madre.

Bastardo, segundón, con unos primos que me miraban de lejos, bajo sospecha, porque mi madre era bailarina, primero de Tropicana y luego de la Televisión Cubana. Y nosotros éramos los saltimbanquis: mi abuelo era mago y mi padre era del gobierno, ayudante de Camilo Cienfuegos.

Toda mi infancia es eso, por una cosa que se llamó la Revolución a mí me echaron a un lado. Creo que eso fue lo que me hizo convertirme en un “gusano”, porque necesitaba que me quisieran y no sentía ese cariño.

Esa sensación de desamparo yo se la debo a la Revolución. El domingo en vez de estar en un almuerzo familiar, estaba recogiendo bolsitas de café con mi madre que me llevaba muy orgullosa. Para mí la Revolución significa ruptura, lejanía, becado desde los 9 años hasta los 18…

¿Se lo reprochas a tu mamá?

No le reprocho nada a nadie, la gente que creyó en la Revolución ese es su problema. Me reprocharía a mí si yo hubiese creído en eso después de lo que pasé. Porque a los 9 años ni siquiera en un colegio inglés uno es feliz; eso es mentira. Uno tiene que estar con su familia, con la abuela que te hace natilla, con la tía que te compra los soldaditos de plomo; no tuve eso. Cuando me dicen pero tú no aprendiste a jugar pelota, no, malamente jugaba a la televisión, prácticamente vivía en los estudios de la CMQ.

Estaba becado en Siboney y en el Vedado, donde vivía, no tenía amiguitos. Era un niño profundamente solitario y eso me convirtió en un tipo muy agónico. A los diez u once años ya estaba en guerra con el mundo, y todo lo que vino después.

¿Alguna probabilidad de que te reconcilies con La Habana?

Nunca me voy a reconciliar con mi país. No me pienso reconciliar, porque si con 57 años sigo teniendo pesadillas con Cuba, no he metabolizado eso. No pienso volver. Me han invitado incluso a nivel de gobierno. Les dije no, si ustedes no dejaron entrar a Celia Cruz y se le estaba muriendo la madre. Me han dicho que puedo entrar sin pasaporte. “No, soy americano y a mucha honra”.

¿Los amigos que te quedan en la isla te sacan en cara que pienses esto?

Para nada. A mí no me interesa lo que la gente diga. Hace mucho tiempo dejé de pensar en eso. Primero porque si estás en este oficio, en este negocio, y estás atento a lo que dice la gente, las redes sociales, o lo que dicen de ti, te vuelves loco. Desde Cuba tengo eso muy superado. En una época empezaron a decir, con cierta coña, que me dejaban hacer las entrevistas de “Frente a Frente” en televisión, porque era sobrino de Carlos Rafael Rodríguez.

Paso de todo eso. Para mí Cuba es un problema. No me puedo reconciliar con Cuba porque esencialmente la que dejé no ha cambiado mucho. Ya antes de irme sufría que en ese país se tenían que hacer las cosas, siempre, por ordeno y mando, sin una reflexión de por qué hacerlo, sin contar con la gente.

A mí me da pena decir esto: no estoy orgulloso de Cuba. Soy cubano por casualidad genética. Sin embargo, la Cuba que a mí me gusta es la de finales del siglo XVIII, donde la cubanía se va haciendo, toda la del siglo XIX: de Gertrudis Gómez de Avellaneda para allá, José Martí.

El otro día hablaba con una persona y le comenté: “Martí es el cubano más noble y no lo merecemos. Era un auténtico liberal, un socialdemócrata”.

No tienes reparo nunca en manifestar que sin tu esposa, tu vida hubiese sido otra. ¿Qué es Laura para ti?

Laura es todo. Es la brújula. Llevamos 33 años juntos.

Lo que sé hacer en la vida, y por eso lo digo sin que sea un acto de presunción, es la televisión y la radio, periodismo; aprendí a manejar el otro día, todavía hoy me meto contrario en las calles; me sentí muy orgulloso en Panamá el otro día que logré sacar dinero yo solo en un cajero automático.

Para la vida cotidiana, soy inepto. Ahora se ha descubierto que soy disléxico, que a lo mejor desde niño lo tenía porque los maestros me decían que era idiota y que era muy agresivo.

Casi que soy discapacitado y Laura se ha encargado de toda la parte práctica de mi vida. Sin ella, me hubiera escachado. Soy muy esquizoide, anárquico, aún hoy.

¿Qué hubiera sido de ti sin la paternidad?

Soy mejor padre que Laura. Soy muy padrazo.

Para que tengas una idea, Diego nace en noviembre de 1989 y a los dos meses Laura se va a trabajar. Me quedaba porque tenía mejor horario por la radio. Y el primer día que llegó la enfermera a la casa, ¿pero cómo se ha quedado con el padre solo?

Todavía le pico el bistec a Diego, soy muy sobreprotector porque conmigo no lo fueron. Sé que es malo para él, que me meto mucho en su vida, pero…

Diego es muy cubano, todas sus novias son culonas, caderúas; pero es muy americano, gracias a Dios, en su manera de ver la vida. Cree que cada cuatro años el presidente tiene que irse y de este ni habla. Con este no puede.

 Nadie es perfecto se nombra tu próximo proyecto radial

El año pasado estuvo a punto de concretarse con una emisora local, muy fuerte.

Lo que pasa es que CNN deja trabajar a sus gentes, los que salen en cámara, los que producen, solo con sus afiliadas, y lo entiendo. A ellos no les importa que tú ganes 1 millón de dólares fuera de CNN, pero con las afiliadas. Son nuestros partners y nosotros trabajamos para ellos, y viceversa. Entonces esa oferta se ha caído después de varios meses de negociación.

Se abrió otra puerta con Actualidad 10.40 AM, que los quiero mucho porque, primero, cuando me quedé en dique seco, me dieron trabajo. He cubierto incluso vacaciones de algunos compañeros. Ellos entienden perfectamente el tipo de radio que quiero hacer. Sé que se están moviendo, que hay la voluntad de buscar el hueco, y me hace mucha ilusión. Pese a que están en casa del carajo, en el Doral.

El demo de “Nadie es perfecto” ya está, el opening con Marilyn Monroe y Tony Curtis que empieza con la frase de Some like it hot. La filosofía del programa es: esto es lo que hay, no te quejes que podríamos estar peor. Es un magazine, de al menos dos horas, y tiene que ser antes de las 3 de la tarde para poder venir a CNN.

 Entre quienes nos dedicamos al Periodismo, hay opiniones divididas en relación con las redes sociales. ¿En qué bando te sitúas?

 Las redes son tierra de nadie, es un realengo. Han sido la gran oportunidad de los idiotas. No han democratizado la vida ni mucho menos, salvo la Primavera Árabe y lo que uno pueda hacer por joder a un dictador.

 ¿Para Cuba las redes sociales podrían significar un cambio?

Ellos saben que hay un potencial con la gente joven que les tiene que preocupar. La blogosfera cubana creo que ha superado la chancleta inicial; hay gente muy interesante en el periodismo independiente.

¿Alguien que te quedó por entrevistar?

José Saramago me hubiera gustado. Eduardo Galeano también, porque con él tengo una relación de amor que mucha gente no entendió. De hecho la única vez que salí en The New York Times fue cuando murió Galeano, que en el obituario nos citaron a Carlos Alberto Montaner y a mí. Por poco ese día compro todos los New York Times.

A Galeano lo conocí en La Habana en un momento muy difícil de mi trabajo; nunca le digo carrera porque ha sido una carrera para que no me escachen. Pero carrera profesional no sé si llamarla, es muy pretencioso.

Cuando le expliqué a Galeano lo que pasaba, él lo entendió perfectamente y me aclaró: “es lo que te toca por nacer en Cuba en estos momentos. No es que lo estés haciendo mal ni bien, de otra manera no va a ser, porque sería otro país”.

Me hubiera gustado hablar con él después que renegó de Las venas abiertas de América Latina, que me pareció un gesto muy audaz el decirle a toda la izquierda cerril, cimarrona: “no estaba preparado para escribir ese libro, ese libro es una puta mierda, punto”.

Y entre los que están vivos, ¿a quién entrevistarías?

Al Papa Francisco, sobre todo al de los primeros años que era maravilloso. Era un seductor.

Ya lo he repensado… ojo que si el Papa me da una entrevista voy nadando a Roma. Pero parecía más revolucionario de lo que era.

Tampoco al Papa se le pueden pedir peras. Tiene que tener una presión en el Vaticano con todos esos dinosaurios… los Pedro Ross, los Ramiro Valdés del Vaticano; debe ser terrible.

 

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