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Cuba

¿Colamos un cafecito? “Mejor con la cafetera de siempre”, dicen los cubanos

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Los cubanos desconfían de las cafeteras más modernas. Las italianas, las de siempre, parecen ser las únicas que pueden con el grano de la bodega

Las cafeteras en Cuba siguen siendo las de siempre y esto no responde, precisamente, a una cuestión romántica, en muchos casos la necesidad ha hecho que así sea. El café se va consiguiendo como se puede; a veces llega algún amigo o familiar de Miami y te da la sorpresa con un paquete de La Llave o Bustelo.

“Era muy pequeña cuando veía a mi abuela montarla en dos hornillas. Me decía que era para que la llama del fogón no consumiera el asa. De todos modos, pasados unos meses, de aquella agarradera plástica solo quedaba un muñón pegado a la tapa. Al final se derretía y entonces, mi abuela, mi tía y las vecinas, terminaban por agarrar el recipiente de metal con un trapo grueso para no quemarse con el vapor del café recién hecho”, rememora Dunia Brito.

A casa de Alexander llegó una cafetera nueva hace unos meses. Era eléctrica y la trajeron sus primos de Miami. “Nos dijeron que la habían comprado en Walmart un viernes negro, a mitad de precio, y estaba a todo tren, colaba cualquier cosa. Todo empezó bien, al principio funcionaba perfecta, pero luego dejó de colar. La llevamos a unos cuantos mecánicos y todos coincidieron en lo mismo. No estaba hecha para el grano de la bodega”.

https://www.cuballama.com/envios/categorias/alimentos/combos

Aunque son conocidas también como italianas, las tradicionales que tanto se utilizan en la isla suelen ser duraderas y su existencia está construida a prueba de fuegos y tupiciones.

“Las partículas que componen al Café Hola distribuido por la canasta básica, o el molido que los cuentapropistas venden por laticas, obstruyen constantemente los orificios del colador, o gorrito. Solo zafándolas, soplándolas muy fuerte, o hirviéndolas  se resuelve  el problema”, asegura Gladys Perdomo.

“Mi mamá me enseñó a humedecerles el fondo si demoraban en hacer el café,  pero otras veces explotan y eso sí que es mala suerte. No solo acaba con la cocina, puede desfigurarte el rostro”,  dice Yisel Rodríguez.

Si bien su abastecimiento no es constante en las tiendas en divisas, cuando aparecen son bastante costosas para un cubano de a pie. Superan los 15 CUC dependiendo del tamaño. Usualmente las personas se las compran a los cuentapropistas. “A esas les llaman artesanales porque se nota que no están hechas en fábrica. Son más pesadas y feas. Parecen bolas de hierro, pero resuelven el problema: una pequeñita, de dos tazas, cuesta alrededor de 100 pesos en moneda nacional”, agrega Herminia Montero.

Narciso Jiménez, campesino de 67 años, prefiere las cafeteras antiguas. “A mí no me gustan esas modernas transparentes, que  andan con electricidad. Lo cuelan aguado, sin sabor. Vaya, yo me quedo con las viejas, le dejan ese gusto amarguito, fuerte y, sobre todo, resisten a cualquier invento, mejor dicho, a cualquier polvo carmelita que se le llame café”.

Texto y foto: Lucía Jerez


 

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