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Cuba

Los bicitaxis, otros cuentapropistas a los que el gobierno impide avanzar

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Los bicitaxis deben permanecer en las piqueras o en entre calles, alejados de los semáforos. Cuando consiguen cliente, el precio varía entre los 15 y 40 CUP

Para dar pedales, lo primero es tener mucha fuerza. De ambos tipos: física y de voluntad. “Porque no es lo mismo pasarse las horas bajo el Sol esperando que caiga un viaje que estar sentado en una oficina”, dice Alberto, bicitaxista, quien tiene su punto de salida en el Parque de la Fraternidad.

Todavía los habaneros recurren a este medio de transporte para trasladarse en distancias relativamente cortas. El precio del pasaje varía entre 15 y 40 CUP, en dependencia de la carrera.

“Debido a mi estado de salud siempre cojo uno hasta mi casa cada vez que salgo al médico, que es a donde único voy. Es para sentirme más segura y no tener que cruzar la calle”, comenta una señora mientras agarra con fuerza su bastón. “Esta zona de La Habana Vieja tiene mucho tráfico e irregularidades en las vías que me dan miedo al caminar. Gasto un poco más, pero me deja en la puerta.”

No todos los bicitaxis tienen las mismas condiciones ni cubren la misma ruta, de ahí que el costo también varíe teniendo en cuenta estos factores. “Hay quienes se solidarizan con la población y no te cobran tanto, pero existen otros que te multan. Tres cuadras a 1 CUC. Oferta y demanda le llaman. En realidad, creo que es un poco abusivo”, expresa Yamila, vecina de Centro Habana.

La justificación de estos cuentapropistas a las tarifas viene dada por la cantidad de gastos que tienen. “La mayoría del año nos lo pasamos en tiempo muerto, las ganancias aumentan en las vacaciones y semanas de receso. Mientras, son pocos clientes y cada vez pasamos más trabajo para montar a alguien. A eso se le suma los 50 CUP de seguridad social y el pago de la patente, que es 200 CUP. No podemos cobrar 5 pesos”, explica Alberto, de la piquera de la calle Factoría.

Otra forma de cubrir los gastos es recurrir a labores extras como trasladar objetos o realizar trabajos a domicilio. “Todas las mañanas llevo el pan a cinco casas y después vengo a ver qué se me pega. Hay días que te vas con una mano delante y la otra atrás. Por eso si me piden llevar una lavadora, un televisor o recoger lo que sea, lo hago hasta donde me den las piernas”, declara el Mancha.

Aun con sus altibajos, este medio de transporte encontró beneficios en la llamada crisis coyuntural: “mientras más malas se ponían las guaguas, mayores oportunidades para nosotros. La gente prefería pagarnos antes que adivinar cuando pasaría un P, sobre todo los que no iban muy lejos”, manifiesta Daniel, que permanece parqueado en la calle Monte.

“En el horario pico, por las tardes, cerca de las 4, ellos eran la única alternativa de llegar a casa. No era un lujo para dárselo diario, pero en situaciones especiales te sacaban de un apuro”, opina la dependienta de una cafetería cercana al parque El Curita.

A pesar de lo necesario que llegan a convertirse los bicitaxis para el transporte de los cubanos, en la actualidad se enfrentan a otras trabas para ejercer sus actividades habituales. La policía no los deja estar en lugares públicos. “Solo podemos aguardar por los clientes en la piquera o en las entre calles, a 100 metros de los semáforos”, así lo hace saber Ernesto.

En su mayoría no están de acuerdo con la decisión del gobierno debido a que en esos lugares la población los pierde de vista. “Pusieron las piqueras muy lejos y además como estamos todos en un mismo lugar es muy difícil conseguir alguna tirada. Al final nos pasamos el día haciendo chistes y jugando dominó porque si salimos de esa área, nos encienden a multas”, agrega.

Nos confirman que el impuesto oscila entre 300 y 1000 CUP. “Hace poco fui a recoger a una señora a la puerta del rutero y ahí mismo me cogieron. Los guardias dicen que no puedo salir del espacio establecido, la gente es quien debe buscarnos”, reclama un joven emprendedor. “¿Acaso la esencia de este tipo de trabajo no es brindar mayor comodidad? Entonces, si el sujeto tiene que caminar más, por lógica prefiere prescindir del servicio”.

Texto y fotos: Vladia Rosa García

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