¿Es impropio el amor entre cubanos y extranjeros?

Por María Carla Prieto

Conversar con un turista de visita en Cuba puede, a veces, crear problemas a los nacionales. ¿Cómo se relacionan cubanos y extranjeros? ¿Son falsas las relaciones de amor entre cubanos y extranjeros?

Cuando salgo a trabajar me visto raro. Trato de parecer lo menos cubana posible. Por mi aspecto y por cómo suenan mi inglés y mi francés, puedo simular ser de África o algo por el estilo.

Aparentemente no hago nada ilegal. Trabajo en un hostal donde se rentan estudiantes y mi deber es enseñarles la ciudad, algunos museos y llevarlos a buenas fiestas. Por eso me pagan unos 25 CUC al día. Eso, en Cuba, es mucho dinero.

El muchacho que trabaja conmigo no tiene suerte. La cubanía se le sale por encima de la ropa, y por eso siempre tiene problemas con la policía. El otro día, sin ir más lejos, nos detuvieron en la Habana Vieja. A mí no me pidieron identificación, pero a él sí.

La policía lo acusaba de asedio al turismo. José, joven estudiante de Derecho en período de tesis, intentó explicarles que se le imputaba un recurso penal desmontable pues si los turistas decían que no los molestaba, el delito no existía. Ellos no quisieron entenderlo y lo trataron como a un trapo.

Y es que en Cuba ser de la raza negra y caminar con alguien de apariencia foránea es un problema. Por eso me gusta salir con Tony. Es un alemán que parece cubano. Con él es más seguro.

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A diario, las personas encargadas de pasear turistas, deben buscar rutas alternativas, esconderse o sobornar a la policía, a fin de poder trabajar en paz.

Todas las situaciones no son iguales

Es cierto que hay quien busca otra cosa. Cada noche, la terraza del Hotel Inglaterra se convierte en zona de caza para aquellos que viven de ligar con extranjeras. “Casi siempre digo que soy de Jamaica, y por la pinta me lo creen. Ya las yumas vienen acostumbradas a que los cubanos les sacan el dinero, así que si dices que eres de otro país se relajan. De todas maneras, uno no se va a casar con ellas, es solo para hacer el diario. Esto es un business”.

Son una manada. Estos nueve hombres van todos los días a puntos clave de La Habana, donde saben que van a encontrar extranjeras que puedan pagarles algunos tragos.

“Es sencillo, solo tienes que estudiar a la mujer que estás conociendo. Si ves que a ella le llama mucho la atención Cuba y su gente, te la llevas a un solar o a algún lugar donde haya muchos cubanos. Les puedes contar historias tristes para que se sensibilicen con la situación social de uno, y por ahí la tienes”.

El otro modo consiste, básicamente, en fingir una nacionalidad distinta e inventar un problema con las tarjetas de crédito o algo así, de este modo son las mujeres quienes pagan.

Las criollas lo tienen todo un poco más sencillo. “Lo de nosotras es mostrarnos, aunque la cosa se nos pone peor con los policías. Muchas veces quieren que uno les pague o los atienda gratis”.

Todas las situaciones no son iguales. Hay quien se enamora, tiene una relación estable, se casa y se va. Con Botón y Taylor pasó así. “Yo la conocí cuando venía como estudiante de intercambio, de eso hace como cinco años. Ahora estamos casados”.

Cada verano, Isabella recibe la visita de su novio Loïc: “Estamos comprometidos. Él ya conoce a mi familia y estamos haciendo los trámites para que yo viaje a conocer la suya el próximo verano. Nadie que lo ve puede pensar que estoy con él por interés porque, modestia aparte, mi novio es un cañón”.

Las relaciones sinceras entre nativos y foráneos existen, aunque la mayoría lo vea como una cuestión de interés económico. Si somos sinceros, Cuba es un país que se presta para el turismo sexual y 60 años después, la Revolución no ha podido cambiar este hecho.

El teléfono. Es Tony. Nos vamos por ahí, a dar una vuelta. En el fondo nos gustamos y, aunque debería estar saltando por la invitación, me siento un poco asustada. Es que hoy tengo la ropa rara sucia, y parezco cubana.