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Cuba

Alimentos ya salen “multados” desde el surco

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Mientras, las autoridades parecen no querer salirse del esquema: vigilar, detectar y multar a los que venden los alimentos por encima del tope fijado.

La subida de precios de los alimentos en Cuba tiene varios responsables, según reseña desde Ciego de Ávila la periodista Katia Siberia, toda una “experta” en estos temas agrícolas por cuanto desde hace ya varios años viene cubriendo el tema, en el diario oficialista Invasor.

En un texto titulado Violaciones de precios: La culpa no es solo del totíla periodista corrobora una afirmación que ya está en boca de muchos. Los precios de los productos agrícolas en los agromercados están altos, no solo porque el “tarimero” lo ponga alto, sino porque a él también le llegan “multados” desde el surco.

Siberia resume que tradicionalmente se ve solo el último eslabón de la cadena, pero no se va al origen del asunto. Y este origen está en el surco, que es de dónde se extraen los alimentos.

Estos párrafos son fundamentales para entender el porqué, por ejemplo, la libra de boniato que antes costaba $1.50 -precio topado- ahora cuesta $5.00.

“(…) no es, ipso facto, que los tarimeros quieran ganar demasiado y violar de un tirón el tope de 1.50 la libra, establecido por el Gobierno avileño en julio de 2019 (un acuerdo que es hoy la cartilla con la que se dirimen las ilegalidades y se hace cumplir el tope de precios). Si vemos el fenómeno así, solo en la tarima, tenemos varias opciones y soluciones: se hacen advertencias, se decomisan productos, se imponen multas, se cierran quioscos… y el efecto de querer proteger a la población de precios abusivos nos dará legalidad en el mostrador, pero no necesariamente más boniatos en la mesa.

Ahora, si entendemos que en el trasiego hay carretoneros que se ganan 100.00 pesos por traer un saco; camioneros de Camagüey que lo pagan, al momento, a 4.00 pesos la libra, en el campo avileño; que cuando a los guajiros se les cae el rendimiento a menos de la mitad y no tienen fertilizantes (como es el caso) quieren sacarle a 10 sacos lo que iban a ganarle a 20; que Acopio paga el quintal a 70.00 pesos (y no al instante); que en medio de todo escasea el alimento animal y hasta un boniato picao se paga bien…”

Mientras, las autoridades parecen no querer salirse del esquema: vigilar, detectar y multar a los que venden los alimentos por encima del tope fijado.

Lo ideal, según se desprende de la lectura del trabajo, sería “negociar”, con el productor para estimular su producción, pues “parecen no divisarse soluciones felices que, a corto plazo, ofrezcan productos del agro de manera asidua y legal. Ni topar precios, ni dejarlos a merced de la especulación”.

Sin embargo, Siberia reconoce indirectamente que el maquiavélico diseño económico cubano no permite la toma de iniciativas en ese sentido.

Es por eso que los campesinos, estafados por un lado por los ridículos precios con que el Estado le compra sus productos, intentan por “ley natural de la vida” compensar esa pérdida vendiendo parte de sus producciones a sobreprecio; y se arriesgan incluso a ser multados o hasta encarcelados.

Dice Siberia que el jefe del Grupo Provincial de Enfrentamiento (GPE), Irán Cano González, “está consciente de esa complejidad”, pero el hombre alega que “su tarea” se circunscribe a poner multas, no a estudiar el problema ni ejercer como voz en la búsqueda de soluciones al problema.

Cualquier parecido con un robot socialista, la culpa “no es del totí”.

Ariel P.

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