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Artes Visuales

El mítico Yarini resucita en San Isidro

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Yarini, el Rey de San Isidro o El Gallo como también le llamaban, revive y regresa al barrio en una exposición del pintor cubano Roberto Fabelo

Yarini, el mítico y real chulo habanero, famoso en tiempos de la República, fue esta vez la inspiración del pintor cubano Roberto Fabelo, quien dispuso su paleta de colores para traer de vuelta al que también es recordado como el Rey de San Isidro.

Las obras conforman la exposición Viaje a San Isidro”, que se exhibe en la Galería Taller Gorría desde el pasado 16 de noviembre y hasta enero del 2020. Tal y como ha referido el artista constituye un homenaje a Yarini y un regalo a la ciudad por sus quinientos años.

Según Odalis, una de las encargadas de la sala, la colección está relacionada íntegramente con el personaje. “En uno de los lienzos, por ejemplo, puedes ver a Yarini que parece que cabalga encima de un gallo, junto a su adorada Berthe La Fontaine, por la cual fue asesinado. Se empleó este animal porque él también era llamado como El Gallo, debido a su perspicacia y simpatía, sobre todo para las damas, y es, además, un ícono recurrente en la plástica del autor. De igual modo, muchos lo recuerdan sobre un caballo, como buen mozo, andando por el Paseo del Prado”.

“Por otra parte, la gota de sangre que se encuentra suspendida, simboliza la muerte trágica que tuvo el joven, la pasión, que fue la verdadera causa; y, la forma que imita un par de testículos, quiere transmitir la virilidad y hombría de ese individuo”, añadió.

Regresar a Yarini al barrio que le conoció sus andanzas y que lo vio caer baleado en una esquina, con el disparo mortal del francés Lotot, es un gesto que quienes allí viven le agradecen a Fabelo.

“No estaba nacida cuando era el chulo más popular de La Habana, pero mi padre siempre hablaba de él. Era su ídolo, su obsesión. Decía que en toda su vida no había visto un entierro tan grande como el suyo. Hubiese estado muy feliz de verlo así, tan cerca de casa”, cuenta Mirtha Estrada.

“Para que tú entiendas, no estamos hablando solamente de un gigoló”, explica emocionado Gilberto Regalado, vecino del lugar. “Nos estamos refiriendo al hombre que pertenecía al Partido Conservador; un aristócrata, hijo de uno de los odontólogos con mayor prestigio en la capital. O sea, era un ser muy controvertido, que se entregó sin tapujos a las mujeres hermosas de la época. Hasta dar con la Berthe que fue, como se dice por ahí, su talón de Aquiles”.

“En el cementerio de Colón hay una bóveda con su nombre. Dicen que lo identificó una periodista con un creyón de labios, no sé si será verdad. Aun cuando sus honras fúnebres fueron despampanantes, su tumba es muy humilde. Yo creo que es un símbolo de donde él se quedó realmente, aquí, entre nosotros, entre la gente pobre y a veces marginal con las que pasó mucho tiempo”, agregó.

Para Normita, como le llaman sus más allegados, “San Isidro ha sido siempre una zona complicada, marginal. En otros tiempos era identificada por los burdeles y las casas de juego. Hoy, proyectos culturales, privados en su mayoría, como este, le dan otro aire. La gente viene y se hace fotos con los murales, los dibujos que han hecho en algunas fachadas. Dicen que es un distrito de arte. Eso me complace. Los visitantes no caminan con susto por estos contornos, ya lo hacen con cierto placer, con la naturalidad que lo hacía Yarini, él se sentía en casa”.

En una de las paredes de la galería se dejan ver las palabras del escritor Leonardo Padura en relación a la obra y a la figura que la inspiró: “Alberto Yarini y Ponce de León, hecho mito y recuerdo siguió andando por las calles de la ciudad y todavía hoy vaga por ellas, dueño de la corona que ningún otro chulo ha podido lucir”.

Texto y fotos: Lucía Jerez

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