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Tomás Videla: el joven que vendía pañuelos desechables para ser arquitecto

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Como una gran historia de superación, constancia, deseos, ganas y sed de triunfo, puede catalogarse la vida de Tomás Videla.

Este joven argentino “fue historia” en el año 2017 cuando varios medios de Argentina se hicieron eco de lo que para muchos parecía algo “terrible”. Un joven sano, apuesto e inteligente vendía pañuelos desechables junto a un amigo en los semáforos.

Eran un futuro psicólogo y un arquitecto los jóvenes que el diario Apertura reseñó en una nota titulada La historia de los jóvenes que venden pañuelos en Mar del Plata para pagarse la carrera: Tomás Videla y Alex Coronado.  Jóvenes venden pañuelos en la calle para poder estudiar en la Universidad, lo tituló la redacción de El Nueve. Crónica habló de Videla y lo tituló “Vende pañuelos para recibirse de arquitecto“; y así varios más.

Videla, el estudiante de arquitectura, dijo que necesitaba el dinero pero que no quería “pedir”. Fue entonces que se le ocurrió salir a la calle con un cartel que decía: “Soy estudiante de Arquitectura. Me ayudás?” Así hizo y tuvo que hacer este un joven pampeano, cuando arribó a la ciudad de Mar del Plata para cursar sus estudios universitarios.

Sus dificultades económicas jamás truncaron su anhelo de recibirse de arquitecto; eso sí, lo obligaron a buscar nuevos métodos para lograrlo. Fue así que se fue a la vía pública a vender los pañuelos desechables. Y se llevó con él a su amigo Alex, quien fue el que vino un día a casa con la idea luego de trabajar como carnicero durante 10 horas.

Había días que no teníamos para comer y eso nos daba mucha bronca, porque habíamos venido para estudiar, que es lo que más queremos, y veíamos que se nos estaba haciendo difícil”, expresó Videla en el 2017.

Buscábamos un trabajo con horarios flexibles, para poder trabajar, porque un empleo fijo comprende ocho horas o diez y eso nos complicaría para estudiar e ir a la facultad. Además, los pañuelos son un producto fácil de transportar y que la gente los necesita, porque nuestra idea no era salir a pedir”, explicaba ese año Videla sobre porqué no podía asumir un trabajo “común y corriente”.

Vender pañuelos en una esquina es una trabajo digno, así que no tenemos motivos para sentirnos mal”, aseguraron.

Lo que impulsó sus ingresos fue colgarse esos cartelones donde explicaban que eran estudiantes. Comenzaron a ganar hasta 400 pesos por día. Muchas personas identificadas con la historia los ayudaban solo por el mero hecho de hacer realidad el sueño de los chicos, no porque necesitaran siquiera los pañuelos.

Nuestras familias son humildes, de gente trabajadora que le cuesta mucho llegar a fin de mes, por eso sabemos que tenemos que bancarnos nosotros”, explicaron.

Los dos pensamos parecido, hasta soñamos con proyectos a futuro cuando nos recibamos. Mientras tanto transitamos el día a día haciendo frente a lo que nos toca, pero seguros del camino que queremos transitar”, dijeron. Las palabras de los jóvenes son tan claras como las ganas de seguir adelante que tienen, a pesar de adversidades: “Hay gente que nos dice en la esquina: no aflojen. Y eso es una ayuda para seguir adelante y cumplir nuestro sueño: ser universitarios”, confiaron a un diario argentino.

Todo eso ocurrió en el 2017. Dos años después, desde el pasado 3 de mayo, la historia de Videla es muy diferente.

El joven ya se recibió de arquitecto. Y lo pudo hacer gracias a los pañuelos desechables que un día se decidió ir a vender a la calle; con la moral muy alta, sabedor de que no quería pedir, pero robar tampoco.

 

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