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Tobías Alfonso no quiere nada caído del cielo

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Aunque tiene la referencia innegable de su padre, Tobías Alfonso defiende su propio estilo

Cuando conocí a Tobías tenía apenas 17 años. Sin embargo, hacía ya cinco que componía y su repertorio era suficiente para realizar un concierto de una hora y media. En la Casona de Línea, hogar de aquellos trovadores que recién se atrevían a subir al escenario, era todo un personaje.

“Empecé a componer a los 12, creo. Mi primera canción fue en el piano; la segunda fue un año después, en la guitarra; y la tercera unas horas más tarde. Todo comenzó como un pasatiempo, aunque generalmente siempre he estado muy conectado a la música y me gusta. Tenía la referencia de mi padre y dije: Voy a mí”.

Gerardo Alfonso –su papá- es una de sus mayores influencias, mas el joven no ha querido nada caído del cielo. Pianista de formación, abandonó la escuela de música en busca de su propia sonoridad. “No quiero que el público piense que mi padre es quien me hace las cosas o por él las hago. Yo tengo mi propio estilo y por eso quisiera ser recordado”.

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“En algún momento tuve la necesidad de comunicar, pero los mecanismos estaban fuera de mi alcance. Ahora busco la musicalidad del trabajo, la fórmula capaz de crear sentimientos en las personas. En algún momento me gustaría centrarme  más en las letras”, declara.

Cuenta a Cubacomenta sobre qué van sus canciones: “Un par de veces he intentado hablar de los conflictos que pueda tener un chama  marginal de mi edad para ajustarse a la sociedad -tratando, en cierta medida, de crear conciencia-. Una vez hablé, desde mi perspectiva, acerca de la negación/rechazo a discutir sobre el tema racial, un par de veces acerca de mí mismo, como una introspección o quizás canciones de reafirmación del carácter o los principios. Pero mayoritariamente el amor, pues supongo que necesito amar y ser amado”.

Para Tobías la inspiración habita en cada rincón: “A veces es un acorde, una frase o un concepto teórico musical: a veces concreta en un sentimiento. Antes era por puro aburrimiento. Normalmente en la calle canto cualquier melodía, me las invento para entretenerme aunque, últimamente, se hace más difícil apartar tiempo para el acto creativo, o a veces simplemente cerrar un tema que está en taller. Lo interesante es la sensación justo después de la inspiración: el deslumbramiento. Muchas veces, cuando tienes algo genial lo sientes ajeno, no sabes de dónde vino, e inventas historias con las luces del cuarto y los ángeles. Es un éxtasis”.

-¿Y los Monos Lácteos?

Sonríe. “Esa es mi banda. El nombre responde  a una forma de ser irreverente, pero sin maldad alguna. Surgió de un chiste entre amigos. Es un símbolo de propiedad: mas evolucionó y se convirtió en otra cosa. La monolactancia es una manera de fluir, de participar, manifestada en la forma de sentir la música y puede expresarse con una simple palmada”.

“En estos momentos, estoy reconstruyendo mi banda con nuevos músicos y trabajando. La ilusión es la consumación de un sueño infantil de hacer un disco, de tener temas que lleguen a las personas. Es un CD donde se compila buena parte de mi carrera. Además estoy acompañando al trovador Erick Méndez, como pianista de su grupo, y formo parte del formato de mi papá, Gerardo Alfonso, como guitarrista”.

María Carla Prieto

 


 

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