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¿En qué tienda compra Marino Murillo? Una vecina suya “responde”

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Una joven cubana le pregunta a una vecina de Marino Murillo si ella sabe dónde es que él compra. La respuesta que le dio esta, te va a sorprender.

Con un paquete de picadillo de res cubano en la mano, listo para descongelar -uno que le costó 18 dólares-, una colaboradora del blog y amiga personal de este redactor dice desde La Habana que ayer, a las 8:30 am se encontró con una vieja amiga en la cola de una tienda en MLC, de las muchas que hay en La Habana.

La amiga, vecina de Marino Murillo -vicepresidente de Cuba-, había llegado a esta tienda alrededor de las 5:30 am, y a pesar de que ya había muchas, demasiadas personas, a las 7:30 le escanearon el carnet.

Sin embargo, a ella, residente en la provincia de Mayabeque, el policía no le quería escanear nada.

“A mí el policía me formó tremendo show. No quería que me escanearan el carnet porque dice él que cómo yo había llegado de Artemisa aquí si todo estaba cerrado. Decía que necesitaba la tarjeta que dan en el Partido. No sé qué. Y yo fajada que no, que eso era para las tiendas CUP, que yo era estudiante de la Universidad…”

Así y todo, el policía, desinformado como la mayoría de los de este país, continuaba en sus trece.

“Le dije que todos los medios oficiales del país habían dicho que las tiendas MLC eran libres”, y al parecer la palabra LIBERTAD asustó al uniformado.

“Bueno, me dejó en paz, me escaneó el carné, pero después de un show horrible”.

Afirma esta cubana que su amiga, experimentada colera, había llevado café, cigarro, dos litros de agua, cuatro panes, jabas para sentarnos en el suelo, sombrilla.

“Aquello era terrible porque no hay una sombra por todos los alrededores de la tienda. Solo en 68, que es la parte de atrás de la embajada rusa. Se supone que la acera, después de un muro gigante que la separa con territorio ruso, sea cubana y pública? Pues no, según los policías, eso es zona de embajada y nosotros no podemos sentarnos en la acera esa. El sol fortísimo”.

La mayor sorpresa se la llevó esta cubana de 21 años dentro de la tienda. Y no estamos precisamente hablando de lo que había.

“Allí dentro había gente que no hizo cola. Mujeres con vestidos blancos de hilo y tacones, sin una gota de sol en la piel, con el maquillaje y el peinado perfecto”.

¿Por dónde entraron?, se preguntó ella, que siguió en lo suyo, que era comprar.

La gran pregunta del día se la hizo ella más tarde a su amiga, ya saliendo de la tienda. Con total conocimiento de causa, ese que te da el poder de tener cerca al vecino de alguien y querer saber más de cuatro cosas, le preguntó:

“Mi hermana, ¿y dónde compra Marino Murillo?”

La amiga, la miró atravesado, frió un huevo y le soltó:

“¡Yo que sé! ¡Yo no lo he visto nunca comprando ni en la bodega!”

Ariel P.

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