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Tienda de Clandestina “colabora con la policía” en La Habana

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La denuncia contra Clandestina llega precisamente en un momento bastante álgido y de tanta confrontación entre los activistas y el gobierno; el mismo gobierno que consideraba hasta ayer a Clandestina como “rezago del capitalismo burgués”.

Esteban Rodríguez, uno de los 14 cubanos que estuvo recluido en la sede del Movimiento San Isidro, en Damas 955, y de la cual fue extraído en contra de su voluntad, denunció esta mañana que la tienda de emprendedores cubanos, conocida como Clandestina, estaría prestando uno de sus locales para que los agentes de la policía y la Seguridad del Estado, que lo vigilan, carguen sus celulares.

En el post de denuncia, divulgado en Twitter por el periodista Norges Rodríguez, se escucha claramente el comentario de Esteban.

Esteban, sentado en el portal de su casa, grabó imágenes de las patrullas que están permanentemente parqueadas frente a su casa.

Esteban cuestionó, por ejemplo, la falta de recursos que existe en el país, por ejemplo de combustible, pero el combustible no falta para las patrullas de la PNR, que desde hace varios días se encuentran allí, turnándose, para velar los movimientos del activista.



Norges posteriormente incluyó, debajo del tuit, algunas referencias a la tienda, que desde hace unos años se ha revelado como el boom dentro del movimiento de los emprendedores cubanos.

Sin embargo, Clandestina no ha contestado aún, y hasta pudiera argumentar que ella paga su factura eléctrica, que el local es de ellos y que por tanto lo que sucede dentro del local solo compete a ellos; razones aparentemente más que sólidas para “justificar” el porqué prestan ese local para que la policía cargue sus celulares; algo que en buena lid constituye una manera de ayudarlos y apoyar las actividades represivas.

Desde un celular descargado no se puede llamar al mando superior para informar de los movimientos de los activistas, y esta es una razón de peso para que se critique las razones de Clandestina, precisamente en un momento bastante álgido y de tanta confrontación entre los activistas y un gobierno que, hasta hace relativamente unos años, no le hubiese permitido a Clandestina que remendase un botón de manera “privada”, pues la propiedad privada -que es lo que es Clandestina- hasta hace unos años era prohibida absolutamente en Cuba.

Clandestina, pueden pensar Norges o Esteban, al parecer ha olvidado hasta el porqué de su nombre.

Ariel P.

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