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Texto y video: Fernando Vargas

Pueden ser un ideal de rebeldía y atrevimiento para una joven adolescente, atraída por la parafernalia de tatuajes, dreadlocks, piercings… que acompaña esta actividad, o una mala influencia según la “típica madre cubana”, que no entiende esas “cosas raras” en las que está metida su hija, en vez de estudiar y buscarse un novio “normal”, de cabello corto y piel intacta.

Para la señora de la esquina, son vagos que pasan el día entero perdiendo el tiempo con la patineta, ¡con tanto por hacer en este país!, y por eso es que ella va a pedir que, en la nueva Constitución, el trabajo sea una obligación.

El jefe de Sector de la Policía ve cómo un problema social serio a esos muchachos que ocasionan daños a los medios básicos de la comunidad con pinturitas escandalosas en edificios —sí, medio en ruinas, pero hasta que la Dirección de Vivienda no les dé “de baja”, siguen formando parte de los “objetivos” por proteger y deben mantenerse intactos. Sin embargo, para algunos, patinar, puede ser el futuro.

Iniciado hace ya varias décadas como una variante urbana del surf, el skateboarding, como casi todo movimiento contracultural, se fortaleció con jóvenes que buscaban una alternativa de vida diferente, algo por lo qué luchar y de lo que sentirse parte, y aunque algunos de sus practicantes no están conformes con la decisión, en 2020 será incluido en el programa olímpico.

En Cuba, en los años 80 del siglo pasado, comienzan a germinar los primeros brotes; según unos, de la mano de los hijos de diplomáticos soviéticos, y para otros, a causa de la apertura del país a nuevas tendencias foráneas y al intercambio cultural. Lo cierto es que el movimiento ha ido cobrando auge y se ha articulado como una comunidad de deportistas, músicos, tatuadores, grafiteros, fotógrafos… que cada vez conquista más espacios de visibilidad.

 

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“The best way to find yourself is to lose yourself in the service of others.” Mahatma Gandhi 💔⚡️🔥❤️ #amigoskatecuba Photo: @furkay

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En los predios de Ciudad Libertad —antiguo cuartel de Columbia (Marianao), sede de un conglomerado de escuelas que van desde la primaria hasta la universidad pedagógica—, un edificio abandonado acoge a varios jóvenes y no tan jóvenes que, a golpes de adrenalina, entrenan fuerte para un futuro, tal vez incierto, pero que cada vez parece más cercano.

Existen otros sitios para practicar en La Habana, mas para su construcción no se contó con los patinadores y, según ellos, no tienen las medidas idóneas, mientras en Ciudad Libertad fueron los miembros de la comunidad skate quienes reconstruyeron el espacio, con sus propios recursos.

“La mayoría de los skaters cubanos no son vagos de la calle”

Yojanis Pérez, licenciado en Economía y skater en activo, nos explica el desarrollo de este movimiento, pese a las dificultades para encontrar recintos idóneos y recursos materiales: “En Cuba actualmente en casi todas las provincias se está patinando. En La Habana, los lugares principales son aquí, en Ciudad Libertad; detrás del Clínico de 26 (Hospital Clínico Quirúrgico Joaquín Albarrán, ubicado en la avenida 26) y en la calle. Ya en 2020 el skateboarding es deporte olímpico y casi todos los países se están preparando con un equipo de skaters. Los patinadores cubanos estamos esperando qué solución va dar el Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (INDER). Hay muchos muchachos cubanos con un nivel internacional, y marcas de afuera los están ayudando porque creen en ellos”.

 

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Es común que coexistan en esta práctica muchas generaciones: experimentados que sorprenden por su técnica, junto a adolescentes que llegan con una tabla que les regalaron, pues en Cuba no hay tiendas donde adquirir estos implementos. También resulta llamativo ver a varias chicas montadas en su tabla, rompiendo con los prejuicios de género, para ganar un espacio en el emergente deporte.

Amanda López, de quince años, lleva poco más de un mes en la comunidad. Le regalaron una tabla y ya puede hacer varios trucos de los que se siente orgullosa. A pesar de la negativa de sus padres por considerar lo que hace sin futuro, encontró en los stakers una familia que la recibió, pese a su falta de experiencia: “Al principio siempre me caía y me golpeaba mucho, tenía muchas marcas. Es un poco difícil, porque las mujeres empiezan con menos dominio y se meten en el medio de los demás y esto puede molestar. También, cuando una mujer hace un truco que a los hombres no les sale, se sienten extraños”.

No obstante los esfuerzos de nuestros patinadores para que el skateboarding sea visto como un deporte válido, sus orígenes contraculturales y su muy reciente admisión en las competencias olímpicas siguen lastrando su reconocimiento social.

En los últimos años el sistema institucional cubano ha dado algunos pasos, como la construcción de los ya mencionados parques o la realización de la popular serie televisiva Adrenalina 360, que mostró a unos patinadores con conflictos humanos, anhelos y capacidades. Pero muchos siguen rechazando el deporte porque sus practicantes no entran dentro del modelo estandarizado de “ciudadano común”, y como pasa en otros lugares del mundo, son tenidos a menos.

Sobre esto Yojanis nos comenta: “Hacemos magia para poder mantenernos en esto. La mayoría de los patinadores estudian y trabajan; no son, como a veces se dice, vagos de la calle que no hacen nada. Para un futuro mejor de esta práctica, lo único que hay que cambiar es la visión de hace 10 o 20 años, de que un deportista no puede tener tatuajes, pelo largo… Esa es la imagen que puede chocar un poco en la sociedad. De cierta manera, eso está cambiando. Antes veían el monopatinaje como deporte de niños, pero cuando se enteran de que afuera hay una competencia y te ganas cincuenta mil dólares, entonces ya se ve con más seriedad”.

Mientras se buscan soluciones y alianzas que ayuden a desarrollar este deporte en Cuba, mientras se esperan los mecanismos institucionales para aprovechar los deseos de colaborar de varias personas y firmas en la construcción de espacios, mientras se decide que exista alguna tienda en la que comprar regularmente materiales… Yojanis, Amanda y muchos otros y otras agarran su patineta, perfeccionan sus trucos, y convoyan sus trabajos o estudios con su hobby favorito: patinar y patinar en lo que llega el futuro.

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