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Cuba

“Para tener un hijo en Cuba hay que pensarlo bien”

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Por Flavia Viamontes

Para 2025 Cuba tendrá la población más envejecida de América Latina. Según cifras  aportadas por el último Censo Poblacional realizado en el país (2012), el 20 por ciento de la población cubana tiene más de 60 años. La isla ve envejecer a su gente en medio de una crisis que nunca acaba. La razón fundamental: las mujeres no quieren tener hijos o procrean solo uno.

Cifras del anuario demográfico del 2017 atestiguan que en ese año hubo 114 971 alumbramientos en Cuba (59 698 varones y 55 273 hembras), 1901 menos en relación al anterior (116 872).

Y esa ha sido la tendencia desde la última década del siglo pasado. Un proceso paralelo al deterioro económico en la isla y que no ha experimentado cambios,  por lo que resulta claro que no se trata de un fenómeno temporal.

Es un realidad que responde, más que nada, a razones económicas y sociales: los bajos salarios, la insuficiente cantidad de viviendas que obliga a varias generaciones a convivir bajo el mismo techo, así como las dificultades para desarrollar un proyecto de vida próspero.

Los países desarrollados, sobre todos los europeos, se hacen cada vez más longevos y utilizan diversas estrategias para estabilizar y ralentizar sus procesos de envejecimiento poblacional, pero en Cuba esos programas son nulos o ya no funcionan.

Es por ello que dado el alto costo de recibir y mantener un pequeño,  las parejas aspiran a una familia pequeña o posponen de manera indefinida la llegada de los bebés.

Olga Martha es profesional, tiene casi 35 años y no tiene hijos. “A la gente no se le puede obligar a tenerlos. Es una decisión muy personal pero lo peor resulta que aquí viene acompañada de la condición económica del país, cada vez más decadente”, alega en conversación con Cuballama.

Está claro que la baja natalidad en Cuba no garantiza el reemplazo generacional, por lo que dentro de unos años no habrá fuerza laboral que cubra los puestos indispensables.

“Los jóvenes no quieren tener hijos. ¿Para qué van a querer procrear si acá no hay garantías de nada? Escasez de todo tipo y hasta la educación y la salud ya no son lo que eran”, afirma con seguridad José Luis, un señor de más de 50 años que encuentro sentado en un parque.

¿Usted cuántos tiene?, le pregunto. “Tuve cuatro, dos hembras y dos varones, pero de ellos solo dos han tenido descendencia. Uno vive fuera del país y la de acá tuvo uno nada más. No tienen tiempo ni dinero para mantener un hijo. Acá no hay de nada”, agrega.

Parir fuera de Cuba

Las migraciones y las separaciones familiares también juegan un papel determinante ante esta incapacidad de crecimiento de la población cubana. Los matrimonios separados y los años de espera para reencontrarse son también impedimento a la hora de decidirse a procrear.

En este último caso está Rosa Elena, una profesora de secundaria que vive lejos de su esposo desde hace casi cuatro años. Él es médico y actualmente cumple misión en Nigeria. “Fue por dos años y ya lleva más de cuatro. Le alargaron el contrato y no pudimos decir no. Este sacrificio es la única posibilidad que tenemos de comprarnos un apartamento y criar ahí nuestros hijos… cuando los tengamos. Lo seguimos aplazando, pero ya me pesa. Voy a cumplir 36 años”, me dice subrayando la edad con gesto de preocupación. “Todavía hay tiempo”, se consuela.

Igualmente Erika ya llegó a las cuatro décadas pero asegura “que acá no le pare a nadie”. Está esperando un proceso de reclamación de su esposo que emigró a Estados Unidos hace tres años. “Lo que sí te puedo aseverar es que enseguida que llegue me embarazaré, solo estamos esperando a poner un pie allá”.

Y no es solo emigrar hacia fuera del país. Leonardo y Teresa vivían en un pueblo de Camagüey donde las oportunidades eran ínfimas y decidieron emprender una vida en la capital.

Hasta casa de unos familiares llegaron y pudieron quedarse menos de un mes. Después de no pocos avatares y de dormir hasta en la Terminal de Ómnibus, hoy pagan el alquiler de un pequeñísimo espacio en un apartamento en La Lisa y ahí nacerá en apenas tres meses su hija Ana Lucía.

“En La Gloria, el pueblito dónde vivíamos, mi niña no iba a nacer. Nunca pensé tener hijos ahí. La vida es muy sacrificada y solo hay tierra en aquel lugar”, explica Teresa mientras acaricia su enorme panza.

“Acá hemos pasado mil trabajos, pero ahora nos sentimos más tranquilos. Siempre digo que venir para La Habana deber ser lo mismo que cuando los cubanos se van pal´yuma, porque pa´La Gloria, ni locos”, realza Leonardo y me confirma que “luchará” hasta el último peso para sacar sus vidas adelante.

Completar en Cuba la llamada canastilla

Dificultades de todo tipo enfrentan las familias cubanas que esperan la llegada de un bebé. Completar la llamada canastilla se vuelve un gravísimo problema si no tienen quien les proporcione alguna ayuda desde afuera. En las tiendas estatales sólo les venden, racionados, un módulo de artículos de primera necesidad que resulta muy poco.

Cargando en su panza un bebé de 34 semanas de gestación, Yolaine sale de una tienda en moneda nacional  en el Cerro. La compra del famoso módulo debería hacerse en las primeras semanas del embarazo pero en realidad no tienes “derecho” a adquirirlo hasta después de las 34 semanas. Su embarazo estaba casi a término y la canastilla casi en cero, dice.

Una sábana, dos toallas, dos biberones, un muñeco de goma y muy feo, una colonia, una crema, diez pañales de gasa, diez metros de tela antiséptica, y un par de mediecitas, llevaba Yolaine para su bebé y todo por un costo de 85 CUP.

Para nadie es un secreto que las demoras en la venta y el escaso “módulo” no resuelven “ni para el primer día” y eso obliga a la familia a buscar desesperadamente otras opciones. Existen los pequeños establecimientos de cuentapropistas que ofertan productos de este tipo, pero los precios también suelen ser bien elevados. Un  colchón puede oscilar entre los 300 y 1000 pesos en moneda nacional, la ropita de recién nacido la venden entre 25 y 35, las mediecitas, entre 10 y 15.

Los tan demandados pañales desechables son casi prohibitivos para cualquier bolsillo y no siempre se encuentran en las tiendas. Eso sin contar los alimentos para  bebé; por ejemplo, una lata de leche similar a la materna tiene un costo de cuatro CUC o 100 pesos cubanos. “Para tener un hijo hay que pensarlo bien debido a la miseria en que vivimos”, lamentó Yolaine.


 

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