Cuba
“No puedo perder mi tiempo estudiando, debo empezar a pinchar”
Muchos jóvenes terminan doce grado y se niegan a continuar los estudios universitarios. “Ahora lo que da es el turismo. Con el doce grado, coges un curso de cualquier cosa relacionada con la hostelería y empiezas a pinchar”
Cuando Fernando dijo en su casa que no iría a la universidad, comenzó la guerra. Sobre sus padres se había derramado un balde de agua fría y, primero mediante amenazas, finalmente con lágrimas en los ojos, le pidieron no hacer semejante locura.
Con miles de sacrificios, sus padres lo trajeron de Holguín para La Habana. Por eso el joven sabía que, a la larga, fallar en rendimiento en la casa de altos estudios, decepcionaría más a los suyos. Sin embargo, la decisión entrañaba otros motivos.
Su abuela casi no podía ayudarlo con su sustento. Su madre y su hermana tenían un negocio de limpieza de casas de alquiler y el padre se dejaba la vida en el taxi. Todo el dinero se invertía en la construcción de una casa familiar: “Mi hermana suelta los libros de informática –ingeniería- para irse a limpiar pisos porque en lo suyo no gana lo suficiente; el puro cambió los libros de Derecho por el timón; y yo no puedo perder mi tiempo estudiando, debo empezar a facturar”, declara el joven.
Como Fernando, muchos jóvenes cubanos deciden abandonar la continuidad de los estudios una vez obtenido el doce grado. En el curso escolar 2017-2018, cerca de 16 mil 700 estudiantes no continuaron a la universidad pues, en las actuales condiciones, “¿de qué sirve el título?”
Atrás quedaron los tiempos en que los padres compraban lujosos cuadros, a fin de enmarcar los diplomas de estudios superiores. Salvo para un pequeño grupo de jóvenes, eso ya no es importante. “Ahora lo que da es el turismo. Con el doce grado, coges un curso de cualquier cosa relacionada con la hostelería y empiezas a pinchar”, define Brayn.
Yusi concuerda con su testimonio: “No puedo recordar cuánto me gasté en repasadores para que Kevin fuese de los primeros en el escalafón. Precisamente en su último año de secundaria, bajó Alojamiento Hotelero en Técnico Medio. Aunque querían zumbarme al niño para el pre, exigí le dieran esa carrera”.
La madre refiere como motivos principales de esta decisión los altos costos de los profesores particulares y del material escolar mínimo para superar sin traumas los estudios superiores: “Necesitas, por lo bajo, una buena laptop, ropa de calidad, costear fiestas, paseos y el dinero semanal de impresiones, taxis, etcétera. ¡Qué va!”
“¿Cuántos licenciados e ingenieros no terminan abandonando? Hay carreras de adorno como Sociología, Filosofía o Psicología, en las cuales buena parte de los graduados se mueren de hambre. El mío no podía estar cinco años más sin hacer dinero”, concluye.
Aunque pienso de otra forma, veo a profesionales de calidad sufrir la decepción una vez bajada la escalinata. Ya sea por la mala ubicación laboral, la escasa salida profesional de la carrera o, principalmente, por términos monetarios, muchos se salen de su rama.
Robert es uno de ellos. Egresado de Psicología de la Universidad de Oriente, ahora sostiene un próspero hostal en la Habana Vieja. En repetidas ocasiones debe ejercer como guía turístico para sacar un poco más.
“Los conocimientos de la mente humana los uso solo con mi familia. Cuando llegó el primogénito debí dejar de ejercer y buscar un trabajo mejor remunerado; con la segunda ya no hubo vuelta atrás. Ahora me centro en ayudar al mayor a salir adelante. Por él siento mucha pena pues, a la larga, su carrera de Filosofía no lo salvará del trabajo con el turismo”, admite.
A día de hoy y según cifras oficiales, solo el 28.24 por ciento de los jóvenes cubanos están matriculados en la Educación Superior. Los demás, prefieren salidas más económicas, como Sandra. Luego de terminar la educación obligatoria, no hubo quien pudiese disuadirla de abandonar los estudios. Por 150 CUC, compró una mesa de manicura y comenzó a desempeñar esa labor. “Las mujeres siempre quieren estar bonitas aunque el dinero escasee. Diariamente, tengo diez clientas o más, por lo cual me voy, mínimo, con cincuenta dólares. ¿Cuántos ingenieros tienen ese salario?”, se cuestiona.
De la secundaria, mejor a un técnico medio
Buena parte de los jóvenes prefiere “la lucha” como medio de sustento: “Tú sabes, se vende cualquier cosa o se hacen recados. El dinero en la calle está botado, pero es necesario saber dónde buscarlo”, dice Tito, de 19 años.
Algunos jóvenes cubanos terminan incluso la secundaria y prefieren ni coger el pre. Quienes deciden seguir estudiando, se decantan por carreras relativas al turismo o capaces de tributar a esa rama en forma alguna. Actualmente, las escuelas de formación hostelera abiertas por la Grupo Empresarial Gaviota, están en la preferencia de los alumnos.
“Una vez graduado, puedes ser botones, recepcionista, camarero, gastronómico o elaborador de alimentos; en cualquier caso, estás dentro del hotel y eso quieren los estudiantes. Últimamente, estos técnicos medios tienen mejor aceptación que el preuniversitario”, explica el profesor Ernesto, de la secundaria básica Guerrilleros de América.
Por su parte, quienes deciden entrar a la universidad también se decantan por estas ramas, aun cuando las cifras son menos significativas. Mercedes, maestra del IPU Saúl Delgado, aclara el misterio: “Bajan menos de cinco plazas en las carreras más codiciadas, entre ellas Turismo y Lenguas Extranjeras. A estas cifras, se oponen las miles de capacidades para ciencias de la salud y el pedagógico”.
Ante tal problemática, muchos le dan la vuelta a las cosas. Lorena decidió no estresarse para entrar a la Facultad de Lenguas Extranjeras. Cuando terminó la Enseñanza Media Superior, optó por la carrera de Inglés en la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona. “Mi primer pensamiento era aprender esa lengua para irme con mi papá a vivir a Estados Unidos. Ahora pienso quedarme y trabajar de recepcionista en uno de los hoteles nuevos”, comenta. Aunque me cueste darle la razón, su vida irá a peor si ejerce de profesora.
María Carla Prieto