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Muere otro niño por reto viral en TikTok

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Si hasta los adultos se equivocan con esas idioteces en TikTok, ¿qué podemos esperar de la actitud de un niño?. Como padre su deber es hablar con su hijo. Explicarle. Tener un canal de confianza.

Un niño de 12 años murió tras intentar cumplir con el reto conocido como “Blackout”, un reto viral en TikTok pero absolutamente peligroso, que le ha costado ya la vida a más de un menor de edad.

El menor, que ha sido descrito como “inteligente, divertido, cariñoso y talentoso”, residía en el estado de Colorado, y murió asfixiado tras intentar el reto.

Joshua Haileyesus murió, luego de perder primero el conocimiento, y ahora muchos lamentan la muerte del infante, mientras se sugieren medidas más estrictas al respecto.

¿Por qué TikTok no actúa con premura ante casos así? ¿Existen modos en que un video de estos que incite a un reto peligroso pueda ser censurado de manera instantánea una vez que aparezca en las redes?

La familia de Joshua ha creado una página en GoFundMe para que le ayuden con los gastos funerales, pero ningún dinero de este mundo podrá traer de vuelta a este niño, que al igual que otros ha fallecido por culpa de los videos virales y los retos peligrosos de TikTok.

Otras culpas, van dirigido al comportamiento de la familia.

No pocos creen que “la culpa” de esto recae sobre los familiares que no vigilan las actividades de sus hijos; pero la realidad es que los desafíos o retos en Internet, mayormente en TikTok, no son muy distintos a aventurarse a subirse en una mata de mango, cruzar la línea del tren justo antes del paso de una locomotora, o aventurarse a cruzar un río o nadar lo más lejos posible en una playa, por mencionar “tres retos” que esta persona que les escribe hizo cuando niño.

Lo cierto es que no se puede comparar el Blackout Challenge en TikTok con los tres retos mencionados. No era esa la idea. Hablo del peligro que existe, hasta “inocente” a veces, en algunos retos sociales, que parecen “benignos”, pero pueden resultar peligrosos y letales.



Y es que como reza el refrán, “de buenas intenciones está plagado el camino del infierno”. Un niño no puede aquilatar, como un adulto, la gravedad de una acción aparentemente inofensiva. De hecho, no poco adultos los hacen también, y se muestran “infantiles” a la hora de calcular los riesgos de – por ejemplo – hacerse una selfie al borde de un acantilado, o en el borde de un edificio, o sentado en un balcón.

Si hasta los adultos se equivocan con esas idioteces en TikTok, ¿qué podemos esperar de la actitud de un niño?

Algunas son bien intencionadas y ligeramente divertidas, otras plantean riesgos para la salud.

“Lo cierto es que los desafíos en las redes sociales son especialmente atractivos para los adolescentes, que buscan en sus compañeros pistas sobre lo que es genial, anhelan el refuerzo positivo de sus amigos y redes sociales, y son más propensos a comportamientos riesgosos, particularmente cuando saben que los están observando, aquellos cuya aprobación codician,” dice hoy USA TODAY.

Se trata de un proceso complejo, de afirmación, a veces, de pertenencia a un colectivo.

La culpa sí, recae en nosotros, los adultos.

Es por ello que el diario, citando a expertos en el tema, recomiendan más que nada que los padres hablen con sus hijos acerca de estos retos. Que les expliquen que, por ejemplo, algo puede fallar, y morir.

“Los niños están diseñados biológicamente para volverse mucho más susceptibles a sus compañeros en la adolescencia, y las redes sociales han magnificado esos procesos de influencia de los compañeros para que sean mucho, mucho más peligrosos que antes ”, dijo Mitchell Prinstein, director científico de la Asociación Estadounidense de Psicología.

“Estos niños están siendo influenciados a un nivel que está más allá de su conciencia”, dijo Prinstein.

Prinstein dijo que existen cuatro mecanismos que impulsan la influencia de los compañeros:

Presión de grupo manifiesta: es alguien que dice: “Será mejor que vayas a hacer esto o de lo contrario no seré tu amigo”. Antes de las redes sociales, esa presión solo estaba presente durante las interacciones cara a cara. Ahora, dice Prinstein, “hay literalmente una audiencia global de personas que pueden proporcionar ese tipo de engatusamiento 24 horas al día, 7 días a la semana”.

Entrenamiento de desviaciones: esto es cuando los adolescentes obtienen un refuerzo positivo por hacer cosas que se consideran geniales, pero que a menudo pueden incluir romper las reglas o participar en comportamientos peligrosos.

Estimación errónea de las normas: los cerebros de los adolescentes están constantemente tratando de tener una idea de lo que es normal y si encajan en la mayoría. Las redes sociales pueden complicar esto, porque si hay 20 publicaciones en su suministro de noticias sobre el desafío del coronavirus, podría pensar que todos están haciendo el desafío del coronavirus, incluso si realmente se trataba de 20 personas que tenían un juicio tan pobre.

Mejora de la identidad: como adultos, somos más propensos a tener un sentido seguro de nosotros mismos, pero en la adolescencia manejamos nuestras identidades basándonos en la retroalimentación buena y mala de nuestros compañeros. Si un amigo en las redes sociales participa en un desafío viral y obtiene cientos de me gusta, vemos ese refuerzo positivo y deseamos lo mismo.

Otra experta considera que los padres deben hablar con sus hijos sobre las tendencias virales, y dijo que “mantener abiertas las líneas de comunicación” es, “una de las cosas más importantes que pueden hacer los padres cuando se trata del uso de las redes sociales por parte de sus adolescentes”.

“Hágale preguntas a su adolescente, pídales que le muestren las cuentas que siguen, escuche de dónde vienen”, dijo la experta.

“Transmítale a su hijo adolescente que puede acudir a usted con preguntas o hablar si ve algo perturbador en línea”.

“Tenemos que dedicar mucho tiempo y energía a preguntarles a los niños: “Muéstrame, dímelo, explícame qué significa eso. ¿Cómo te sientes cuando ves eso?” Realmente, realmente compensamos en exceso porque nosotros mismos no tenemos la experiencia,” sugirió por su parte Prenstein.

por Ariel P.

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