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Cuba

Miami y los “barbecue” después del 3 de noviembre

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Cuando pasen las elecciones del 3 de noviembre en Estados Unidos, ¿volverán todos los cubanoamericanos a reunirse los fines de semana para el barbecue?

Amigos y conocidos comentan que por estos días algo ha cambiado en los habituales barbecue de fin de semana  en Miami.  Entre los asiduos en los domingos de algunas casas de la ciudad, alguien siempre falta.

No es que no tengan ganas de esos muslitos de pollo o de las costillitas que siempre caen, sino que se sienten rechazados o son ellos los que apartan estar cerca de ciertos votantes. Entre los cubanoamericanos de Miami a medida que se acerca el 3 de noviembre, los fervores se engrandecen.

En redes sociales muchos de los nacidos en la isla se enzarzan en pretendidos debates que terminan en berrinches de cuidado. Me aseguran que amigos de toda la vida se han distanciado, y no precisamente por el coronavirus. Pareciera que nos fuera la vida en quien será el futuro presidente de los Estados Unidos.

A mí os ruego que se me permita la más tajante apatía. Llevo 20 años fuera de Cuba, seis ya en los Estados Unidos. Acá no puedo votar, soy solo residente: pero en España ejercí siempre mi derecho -pese a las reprobaciones, que acepto- de no asistir a las urnas. Sencillamente no me interesa: porque no creo en el discurso de ningún candidato.

En los pocos barbecue que suelo organizar en mi casa, están todos invitados. Solo deje en la puerta su discurso preconcebido. A mí no necesita convencerme de nada. Si no le gusta pensar, es su derecho. Pero respete el mío: monsergas, charlas y mítines casi siempre me resultan vacuos. Pura hojarasca.

La política -los políticos- me provocan abulia. El cupo de todos los cuentos que debí oír en esta vida de alguien en el poder, está petado. No hay espacio ya. Con Fidel Castro y su ejército de embelequeros me atiborré. No gasto tiempo ni en fanfarrias ni en adorar a ningún enardecido que asegura me salvará de todos los males. Los habidos y los por haber.

La sola mención de la patria y las banderas ondeando me dan arqueadas. Cuando he estado en los más oscuros agujeros, solo los amigos me han tendido la mano. Así que ellos y la familia -la verdadera- son mi refugio. No me pelearé con nadie que quiero ni por Joe Biden ni por Donald Trump.

Mi desidia ante las campañas políticas es probablemente visceral. Si admito que me apena -y mucho- ver que algunos de los que salimos de Cuba huyendo del adoctrinamiento, ahora aleccionamos a nuestros hijos para que repitan nuestras mismas creencias. Es triste no poderse desprender, ni con la distancia, de los amarres impalpables de haber nacido bajo una dictadura.

Probablemente quienes hoy me lean me dejen fuera de su próximo barbecue, o me tilden de comunista. Porque por estos días no participar en el circo no es bien visto. Son tiempos de berrear alto que hay que salvar a Estados Unidos. Vuelve el miedo como resorte rentable. Divide y vencerás. La misma película, pero algunos al parecer todavía no la vieron. Pasen, señores, pasen. Quedan 14 días para observar este nuevo remake desde la sala de butacas.

Ania Liste



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