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No tengo ni idea de cuántas veces escuché a mi padre tararear “Cenizas”. Era una de las canciones que cantaba en la ducha

Llevaba días que tenía pendiente escuchar el disco Cigala canta a México. Y hasta esta semana no había tenido ocasión. Justo la del Día de los Padres. Me sorprendió gratamente descubrir que el cuarto tema del álbum es “Cenizas”, una de las canciones que mi papá cantaba en la ducha. Un día sí y otro también.

 

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Papi no cantaba muy bien, pero era caer el primer chorro de agua sobre su cabeza y no podía contenerse. Desde la sala de nuestro apartamento pequeñísimo -en Marianao, muy cerca del cine Lido- le escuchábamos mami, mi hermano y yo. Probablemente algún vecino también se “deleitaba” con sus melodías. O no. Pero nunca nadie se quejó tras escucharlo; al menos no en nuestras caras.

La letra de “Cenizas” la sé de memoria. Nunca pregunté a mi padre porque le gustaba tanto esa canción. Ese bolerón tristísimo del compositor mexicano Wello Rivas, que han interpretado también otros como Javier Solís, José Feliciano, Alejandro Fernández o Los Panchos.

Después de tanto, soportar la pena, de sentir tu olvido
Después que todo, te lo dio mi pobre, corazón herido
Has vuelto a verme, para que yo sepa, de tu desventura
Por la amargura, de un amor igual, al que me diste tú.

Ya no podré, ni perdonar ni darte lo que tú me diste
Has de saber, que de un cariño muerto, no existe rencor
Y si pretendes, remover las ruinas, que tu misma hiciste
Sólo cenizas, hallaras de todo, lo que fue mi amor.

Ya no podré, ni perdonar ni darte lo que tú me diste
Has de saber, que de un cariño muerto, no existe rencor
Y si pretendes, remover las ruinas, que tu misma hiciste
Solo cenizas, hallarás de todo, lo que fue mi amor.

Otra de las que entonaba papi en la ducha era aquella que decía: en el tronco de un árbol una niña…, del cubano Eusebio Delfín. Esta canción se llama en realidad “¿Y tú qué has hecho?”, y también es atribulada, llorosa.

En el tronco de un árbol una niña
Grabó su nombre henchida de placer
Y el árbol conmovido allá en su seno
A la niña una flor dejó caer.

Yo soy el árbol conmovido y triste
Tú eres la niña que mi tronco hirió
Yo guardo siempre tu querido nombre, y tú
¿Qué has hecho de mi pobre flor?

Para nada era papi un hombre triste. Todo lo contrario. Se reía de casi todo. Aunque debo reconocer que con su aparente seriedad engañaba. A mis novios de entonces, de principio les asustaba. Hasta que lo conocían más.

Ni mi hermano ni yo hemos cantado nunca en la ducha. Pero ya hay alguien en la familia que sí. Mi sobrino de 14 años, que se llama René como mi padre. René nunca conoció a papi; cuando nació ya mi padre llevaba más de 10 años muerto. Él también entra a bañarse y no puede dejar de cantar. Melodías de estos tiempos, las que le gustan a él. Es tan feliz y ocurrente como lo fue su abuelo.

Ania Liste

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