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Cuba

Jancel Moreno: “No tengo fe en que esto vaya adelante, pero seguimos luchando”

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Jancel Moreno tiene apenas 20 años. A veces le falla la fe, pero prosigue su activismo por los derechos de la comunidad LGBTI en Cuba

Jancel Moreno no tenía planeado ser activista, sencillamente pasó. Integrado y totalmente identificado con la comunidad LGBTI en Cuba, el joven vio las redes sociales como un vehículo eficiente para defender la causa color arcoíris.

“Yo estudiaba Medicina por aquel entonces y vi que en Villa Clara, aunque es una ciudad muy abierta, quedaba mucho por hacer”. Comenzó entonces a participar en numerosas campañas virtuales promoviendo sus derechos. Pronto las cosas fueron a más. El debate suscitado cuando se elaboraba el borrador de la nueva Constitución, y si se incluía o no el artículo que abría las puertas al matrimonio homosexual, hizo que Jancel Moreno reforzara su activismo: “La iglesia metodista de 25 y K sacó unos altavoces y empezó a predicar contra la aprobación del artículo 68, que trataba el matrimonio homosexual. Eso me pareció horroroso y convoqué una besada frente a la institución”, recuerda.

“Yo venía de Villa Clara y recibí una llamada de la rectora de mi universidad, diciéndome que a las ocho de la mañana debía estar en el Ministerio de Salud Pública para ver a una doctora y analizar algo. Cuando llegué, me esperaban agentes de la Seguridad del Estado. Me dijeron que tenían información de que la contrarrevolución participaría en la besada. Mi mamá estaba asustada, no sabíamos cómo lo iba a tomar la iglesia y decidimos no hacerla”.

Luego de este primer encuentro, las visitas y amenazas de la policía no han parado. “No es nada fácil mantener una postura no oficial en Cuba, principalmente cuando tienes familia. En esa primera ocasión me dijeron: Tú quieres graduarte de Medicina, ¿no?”.

A sus escasos 20 años, Jancel aboga por “proyectos y acciones en la calle”. “Internet es un elemento importante, pero Cuba aún no tiene esa cultura y, aunque las redes sociales influyen en muchas determinaciones, no lo hacen en el pueblo de manera definitiva. Las personas no tienen para comprar un paquete de Internet y están más centrados en conseguir la comida, la ropa”.

Añade que cualquier escenario es bueno, a veces con pequeñas acciones, para mostrarse a favor de la causa. “Darle la mano a mi novio ya es una expresión de lucha contra los prejuicios del entorno; te dice que está bien que dos hombres se acaricien, que no te vas a morir por eso”.

Con el ánimo de promover e incluir, llegó Dame la Mano. Con apenas un año de creada, es la página LGBTI cubana con más seguidores. Su objetivo es promover acciones masivas, capaces de sumar personas a la lucha.
“Al activismo LGBTI en el país le falta, a mi entender, coordinación, unión, una agenda clara de objetivos comunes a cumplir; le falta también impactar en la sociedad, en esas personas que votaron sí o no al matrimonio. También es importante el contacto entre los activistas, las jornadas que se celebran; el problema es que estas se hacen en espacios cerrados y el pueblo, aunque se sienta identificado, no obtiene el mensaje”.

Entre las ocho de la mañana y las 12 del mediodía del pasado primero de marzo, Jancel fue secuestrado por la Seguridad del Estado cuando pretendía llegar a La Habana para participar en la besada pública convocada a las puestas del ICRT.

La censura de la última escena del filme Love, Simon, en el espacio Pensando en 3D, fue el motivo de la acción. El beso final entre dos adolescentes no fue bien visto por los decisores, por lo cual se eliminó de la puesta.

“Para mí fue un sábado bastante complicado. Llegué a casa y empecé a verla. Me emocionó muchísimo, tal vez era el contenido, tal vez era el hecho de que la estuviesen proyectando aquí. Me acuesto a dormir y, cuando despierto, descubro el revuelo en redes sociales por la mutilación del beso, y me entero de la besada pública. Trabajé en la conformación de las infografías, en la promoción, e hice una directa”.

La presión de “los de arriba” no se hizo esperar. “La Seguridad me llama y me dice que no me apareciera por el Vedado porque me iban a detener. Esa persona solo dio su comunicado y no me dio tiempo a responderle; entonces lo hice por las redes sociales: que aunque me detuvieran, yo iba a ir”.

“Me levanté sobre las siete y salí hacia el viaducto cerca de las ocho. Cuando estaba allí, para un carro moderno, con chapa particular. Los tripulantes se identificaron como tenientes y me pidieron que los acompañara. No puse resistencia pues si no me detenían ahí, lo hacían en el Vedado”.

“Me llevaron para una casa a la salida de Matanzas, en la carretera que va para el puente de Bacunayagua, y allí me tuvieron sentado por bastante tiempo. En el trayecto, tuve chance de enviarle un mensaje a mi novio. Le había dicho: hay muchas probabilidades de que me detengan, debemos estar claros. Si mi teléfono está apagado y a las 10 de la mañana no respondo, da la noticia a los activistas de que me detuvieron”.

“El mensaje lo envié mientras ellos se montaban en el carro, pero apagué el móvil y no se envió. Cuando llegamos a la casa, me quitaron la mochila, el teléfono lo pusieron a un lado; a mí me dejaron en un sofá. Al parecer, ellos intentaron encender el móvil y el mensaje salió. Finalmente, me informaron de que el ICRT había pedido disculpas. Ya eran cerca de las 12, por lo cual no me daba tiempo a llegar. Entonces me dejaron en la carretera. Fue mi primera retención o secuestro y, aunque me lo esperaba, siempre impacta”, relata.

Esa no es, estrictamente, su primera vez. En mayo del año pasado, cuando la marcha del Paseo del Prado, Jancel salió para el trabajo como de costumbre. “Cuando regreso mi mamá estaba envuelta en lágrimas, pues un agente de la Seguridad había llegado a mi casa y le había dicho que si yo salía, me iban a detener por contrarrevolucionario”.

Este joven no se muestra siquiera esperanzado con un cambio. “Creo que las personas contrarias a los derechos de la comunidad LGBTI ya tienen la batalla ganada: el hecho de que se vaya a llevar a referéndum un derecho de una minoría, significa un punto para esa mayoría”.

“Estamos hablando de una sociedad con muchos tabúes sobre el tema; una sociedad machista, que ha sido influenciada por políticas estatales homofóbicas. Eso es algo que yo denomino democracia selectiva: en este país nunca se ha llevado a votación popular ningún código, ni siquiera el de trabajo. Me parece discriminatorio y atenta contra el principio de igualdad refrendado en la Constitución”.

“No hay muchas esperanzas. Mientras los activistas encontremos algún motivo de discordia (pertenecer o no al CENESEX, ser independientes o afiliados) no tengo ninguna fe en que vaya adelante, pero seguimos luchando”.

María Carla Prieto


 

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