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Cuba

La utopía de comprar una casa en Cuba

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Es mucho el dinero que hay que tener ahorrado para comprar una casa en Cuba

Mi pareja y yo intentamos dormir juntos casi desde inicios de la relación. En un año y medio, me sobran los dedos de una mano para contar las veces que hemos dormido solos. En mi casa, mi hermano ronca a nuestro lado cada noche: en la suya, mi suegra lo hace en la cama de arriba. ¿Alquilar o comprar casa?

Hubo un tiempo en que nos propusimos buscar un alquiler. Primer intento fallido. Con una vida en el centro, lo que podíamos pagar –en Regla, San Agustín, Guanabacoa- no nos servía.

Convencidos de que un alquiler, además de caro, sería botar el dinero por tiempo indefinido, decidimos reunir para comprar casa. Peor. Revolico y los grupos de WhatsApp se volvieron una obsesión. Por 2 mil CUC –impagables, aunque poco en este contexto- no conseguimos nada céntrico ni habitable. Aquí seguimos.

Vamos a comprar… mejor no

Adquirir una casa barata da hasta miedo en Cuba, más en La Habana. Quienes se aventuran, y deciden entrar a uno de los portales de compra y venta, con poco presupuesto, corren el riesgo de no encontrar nada.

Por 20 mil CUP no hallas nada, ni siquiera en la periferia. Si tienes suerte, se está cayendo. Para hablar de algo decente –manteniéndose en los márgenes de la ciudad- debes tener mínimo 2500 CUC disponibles. Con esa cantidad, puedes aspirar a comprar casa, algo pequeño, en Guanabacoa, Los Pinos o Arroyo Naranjo.

Centro Habana y La Habana Vieja, con todo y que se caen a trozos, no tienen una casa habitable y en venta, por menos de 10 mil CUC. “Ya me cansé de buscar. Tengo cinco mil en la mano, pero todo lo que me enseñan por ese precio es muy pequeño, hay que echarle una buena cantidad arriba”, dice Rosangela, quien busca un espacio para ella y sus pequeños.

“Me recomendaron la feria de corredores de la calle Prado, por gusto. En Internet me he encontrado muchas cosas, pero en ocasiones llamas por un precio y te das cuenta de que es otro totalmente distinto; obviamente, varias veces superior”, concluye.

En estos sitios de clasificados se encuentran, generalmente, cifras por encima de los 3000 y hasta medio millón de CUC a pagar para comprar casa. Estas últimas son verdaderas mansiones, con piscinas, jacuzzis e innumerable número de habitaciones, coincidentes con la cantidad de baños.

“Esos son los anuncios que nadie ve, y salen en la página todos los días. Imagínate tú, uno no tiene para comprarse un cuartico modesto, va a tener para eso”, comenta Alba.

Así, los cubanos hemos apostado por echarle imaginación. “Por eso tú ves que se venden las placas, para uno construir arriba; o la gente opta por irse a cuidar a algún señor mayor sin familia, a condición de que este le firme un testamento y le deje la casa”, explica Alberto.

Yordanys y su novia, quienes superan los 30 años, tuvieron esta idea hace unos meses, “pero ya está descartada. En otros tiempos eso era funcional; ahora los familiares lejanos quieren pagarte, aunque no lo visiten nunca, a fin de que sea un trabajo y a la muerte de la persona, no tengas manera de reclamar nada”.

“Así nos pasó con una señora que estábamos cuidando por Carlos III. ¡De armas tomar la mujer! Por eso la familia vivía en La Isla de la Juventud, sin darle ni una vuelta, pero no se desentendían del todo. Eso no tenía futuro y nos fuimos”, añade.

La compra-venta de placas suele ser otra opción. Por una se puede pagar entre 800 y 2500 CUC, en dependencia del lugar. “Igual eso tiene lo suyo, porque con los vaivenes de los materiales y la escasez de dinero, puedes meterte años en las mismas, sumándole a eso el desgaste de empezar a hacer una casa de cero”, opina Lorenzo.

La historia que se repite y sin poder comprar casa

En diciembre del 2018 el déficit habitacional en la isla era de casi 930 mil viviendas, a lo cual se sumaban otras 402 mil a rehabilitar, según el sitio oficialista Cubadebate. Pero estos datos son anteriores al tornado del 27 de enero del 2019, que lo empeoró todo en este sentido.

A esto es necesario sumar el número alarmante de personas que habitan los albergues, cuya esperanza de tener una vivienda se remonta a 20 años atrás o más.

Ante tal panorama, y aun cuando el gobierno no permitía la compra y venta de casas, los cubanos se las arreglaban para hacerlo. Fue así como Luisa pudo salir, con su hijo enfermo, de su cuarto del solar en 15 y 18, Vedado. “Mi jefe, cuando necesité despedirme por la enfermedad del niño, me regaló el dinero por los años de servicio”.

El apartamentico de una habitación le costó nada menos que 4 mil. “Los dueños me hicieron la dejación formal, como si fuese un obsequio. A los vecinos les dije que ellos lo habían entregado al Estado, y este me lo había dado por tener un niño con deficiencias respiratorias”. Nadie sospechó.

No fue hasta la apertura de la posibilidad de negociar los hogares que se enmarañó todo. Los precios para comprar una casa empezaron a subir y ahora no hay quien los baje.

Los privilegiados capaces de acceder a los costes de la vivienda –un bien de primera necesidad en cualquier parte del mundo- son los menos. A ellos se enfrenta una gran masa de cubanos que construyen barbacoas, arriman canapés, y compartimentan repetidas veces espacios diminutos.

“Estamos un poco más holgados ahora. Durante toda mi infancia, mi hermana y yo dormimos con mis papás, en una barbacoa en ruinas. Por suerte pudimos ampliarnos para el cuartico de al lado, pero solo trasladamos el problema”, refiere Yasiel.

Con 20 años, él y su hermana mayor comparten una pequeña alcoba, construida aprovechando el puntal alto de la edificación. “La situación es, como te podrás imaginar, muy incómoda. Cada uno tiene su pareja y constantemente estamos planificando a cual le toca irse a dar una vuelta”, sonríe.

Por supuesto, cada uno cuenta la parte que vive. Lázaro, vecino de Jesús María, no entiende las construcciones entre pisos. “Aquí la gente la ha cogido con las barbacoas de madera. Los edificios aquí, viejísimos, tienen problemas con la horizontalidad; por eso pienso que para construir hay que hacerlo con placa, para así reforzarlas”.

“En la esquina próxima, hay una casa que ya va por el tercer nivel. Ese peso no se soporta; y tiene que ver con las ganas de tener cada vez más lugar, no es necesidad”, finaliza. Él y su mujer viven solos, en un espacio muy amplio.

Leonardo e Iván, los vecinos contiguos, no están tan convencidos. Padre e hijo duermen prácticamente juntos, pues el cuarto del primero da directamente al del otro. En la sala, en una camita antigua, duerme la abuela. “Nadie quiere vivir así, te lo aseguro. Yo, por ejemplo, tengo que ir a casa de mi exmujer para compartir un poco con mis hijos, pues aquí no tengo condiciones para dos niños pequeños”, expresa Leonardo.

Las condiciones de su casa no están para nada relacionadas con la voluntad. “Nosotros pedimos un crédito hace ya cinco años, sin resultado alguno. Mi padre es un simple chofer, yo un mecánico y mi madre no puede trabajar por problemas de salud. ¿De dónde sacamos el dinero?”

En efecto, los precios de los materiales de construcción se han disparado también. Una bolsa de cemento, por ejemplo, cuesta 20 CUC. En un país cuyo salario mínimo, en el sector presupuestado, no llega a la cifra.

“Cuba es de los pocos países donde conviven varias generaciones en un mismo espacio. Eso solo causa peleas entre los familiares, pues los abuelos, criados en los 40, deben lidiar con los nietos del 2000. ¡No es fácil!”, declara Lydia, cuyo contexto no es muy distinto.

La cosa pareciera no tener solución. Como durante todos estos años, continuamos, en miles de viviendas cubanas, conviviendo hacinados.

Texto y foto: María Carla Prieto

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