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Cuba

ETECSA, el presidente del CDR y el derecho a la comunicación

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Una tarjeta USIM para la 4G, el Nauta Hogar y otros trámites en las oficinas comerciales de ETECSA. ¿Y en esto qué pinta el presidente del CDR? Lea esta crónica de las colas

Luego de las amplias protestas en redes sociales por los paquetes para “altos consumidores”, ETECSA anunció un nuevo bono que permite conectar por 4G a quienes compren ofertas más económicas. Para acceder a estas nuevas “ventajas” —y lo entrecomillo porque a pesar de los recientes avances, Cuba sigue teniendo el Internet más caro del mundo—, es necesario poseer un teléfono que soporte esta señal en la frecuencia de 1800 MHz y una tarjeta USIM, además de estar en una zona que cubra la 4G.

El primer paso era cambiar la tarjeta SIM de mi celular. Llamé al teléfono de atención al cliente y la operadora me informó que en el municipio Diez de Octubre, solo se hacía en una oficina comercial de Lawton. Extrañado por la existencia de un único centro habilitado para esto en el municipio más poblado de la capital, pregunté si era posible hacerlo en el punto ubicado en la calle Luis Estévez y me recalcó que no.

Me desplacé hacia la dirección y pedí el último. En Cuba hacer una cola es el mejor ejercicio sociológico, pues sorprende nuestra capacidad para analizar los problemas en estos espacios. Siempre he dicho que si los dirigentes hicieran cola al menos una vez a la semana, estarían mucho más preparados para conocer el efecto de sus medidas en la población. Aquí solo se hablaba de la polémica regulación que impide los traslados de líneas fijas. Muchos estaban para ver cómo solucionaban el problema:

—Imagínate, mija, al fin logré una permuta para acercar a mamá a mi casa. Y ahora esto, pierde el teléfono; parece mentira. Tengo que tratar de resolver, porque es una anciana sola y yo necesito estar comunicada con ella. Voy a plantear el problema a ver qué me dicen —comentaba una mujer a otra que le respondía con la complicidad del que atraviesa por una situación similar:

—Ay, mija, así estamos todos. Yo tengo un lugar amarrado para mudarme, pero necesito el teléfono para trabajar. Ahora veo que están poniendo no se qué paquetes de Internet, que nadie que viva de un salario puede pagarlo, y los de a pie no podemos cambiar el teléfono. Sin un fijo no puedo hacer nada, porque por el móvil no hay quien hable, y teléfonos públicos… ya eso es una pieza de museo, no encuentras ninguno sano. No se dan cuenta de que esas medidas perjudican a los más pobres.

Todos hablaban de trámites y eso me extrañó al punto de acercarme a la portera para decirle que yo quería cambiar mi línea. Ella me informó que estaba en el lugar equivocado; había varias colas, y la de líneas móviles era por la entrada del costado. Después de 20 minutos perdidos, me reubiqué y logré pasar relativamente rápido.

Al entrar, la empleada me preguntó mi número de teléfono para hacer el cambio, y cuando iba por el segundo dígito, me paró en seco:

—No. No puedo cambiártela, pues no tengo para esa numeración.

—¿Cómo?

—Eso, que no tengo USIM para ese número, tienes que ir a otra oficina comercial.

—¿Cuál me queda más cerca? —pregunté.

—La de Luis Estévez

Ahí mi gran sorpresa: cuando llamé al número atención a abonados me habían informado que allí NO hacía ese trabajo.

—Pero me dijeron en atención al cliente que ahí no cambiaban líneas.

La mujer viró los ojos e intentó esbozar una sonrisa.

—Yo te estoy diciendo que sí lo hacen. Tú sabrás…

Nauta Hogar

Salí entre confundido e indignado. Dos funcionarias de la misma empresa me habían ofrecido dos informaciones totalmente opuestas, pero no tenía otra opción que arriesgarme y me encaminé a la nueva oficina. Ya más avanzada la mañana, la fila llegaba casi a la esquina. Conté cerca de 50 personas y cada una demoraba un promedio de 15 minutos. Según mis cálculos, perdería el día en eso. Aquí solo se hablaba de la 4G y el Nauta Hogar, pues los trámites para las líneas fijas también estaban por otra entrada:

—Ahora creo que sí voy a poder hablar más con mi hija. Ella me recarga desde los Estados Unidos, antes tenía que ir al parque, pero dicen que la 4G está rapidísima en mi zona. Voy a consumir un poco más, pero aquello del banco bajo el sol es inhumano —decía una anciana.

—Yo vengo porque me dijeron que están poniendo Nauta Hogar. Le pedí a mi hijo que me mandara el dinero, porque así puedo hablar con él mejor, además de leer cosas, que en el móvil me es muy difícil —contaba otra.

Me sorprendió que la mayoría de los posibles clientes solo hablara de conectarse mediante recargas del exterior. Al menos ahí, muy pocos eran los cubanos que pagaban su conexión con sus ganancias en la Isla. Luego de hacer más de dos horas de cola, una dependiente muy amable procedió a hacerme el cambio de línea. Mientras llenaba el formulario le pregunté por la posibilidad del Nauta Hogar, pues hasta donde sabía, en mi zona no existía. Ahí me desayuné con la gran noticia del día:

—Sí, los teléfonos fijos nuevos en Diez de Octubre ya pueden conectarse a Nauta Hogar. Con los viejos dimos la posibilidad hasta ayer, pero hay que hacer nuevas inversiones en las centrales.

Como en mi casa el teléfono es el mismo desde antes de 1959, le di mi número y me recalcó:

—Lo siento. Hasta ayer podías pedir el Nauta Hogar. Pero ya vendimos todas las capacidades para esos números.

—¿Y cómo informaron a las personas que podían contratar el servicio? Porque yo no me enteré, y hasta donde sé, por los medios de comunicación no se dijo nada.

—Los que tenían que informar eran los presidentes del CDR (Comité de Defensa de la Revolución). No podíamos hacer extensiva la noticia porque había pocas capacidades. De hecho, hasta ayer, aquí había gente haciendo cola desde el día anterior para poner el servicio.

¿ETECSA y el CDR?

La muchacha no tenía la culpa y fue amable todo el tiempo, así que decidí no discutir con ella. Sin embargo, al salir no pude evitar ciertas reflexiones:

Primero: ¿Usar los CDR para informar algo que debe ser de dominio de todos? Aún recuerdo cómo fue la elección de mi presidente: la vecina que siempre lo había asumido renunció al cargo por problemas familiares, la cuadra estuvo meses sin nadie, y en una reunión con varios “factores”, mientras un dirigente pronunciaba un discurso entusiasta tratando de sumar a alguien, uno de los alcohólicos del barrio levantó la mano, nadie sabe para qué, y todos empezaron a aplaudir. El funcionario, aliviado, arengó:

—Personas como este compañero son las que nos hacen falta. ¡Felicidades!

Desde ese momento tenemos presidente, mas como si no existiera. Para muchos es una tranquilidad, pues los vendedores ambulantes vocean sus mercancías sin mayores percances. Sin embargo, en estos casos, si no lo pillan en un momento de sobriedad, no hay quien se entere de nada.

Segundo: Durante los debates en redes sociales, ante un argumento absurdo esgrimido por un cibercombatiente: “Internet no es la salud. Por tanto, el Estado no tiene que garantizárselo a todo el mundo”, varias personas desempolvaron aquel famoso “Derecho a la Comunicación”: un concepto cada vez más reconocido como una garantía esencial, y que no solo abarca el acceso masivo y asequible a la red de redes, sino también que TODOS los ciudadanos puedan estar BIEN informados del avance de las políticas públicas, de sus derechos y deberes, de los sitios a los que tienen que ir para hacer trámites, del cumplimiento o incumplimiento de los planes de desarrollo local, entre muchos otros aspectos.

El derecho a la comunicación también implica la posibilidad para una ciudadanía empoderada de hacer valer sus inquietudes, carencias, preocupaciones, en espacios que trasciendan las colas. Queda claro que, si este “derecho” se cumpliera, yo hubiera podido resolver en un solo viaje mi tarjeta USIM y mi Nauta Hogar sin “presidentes adictos al alcohol” ni “operadoras despistadas”. Por otro lado, si participar en la toma de decisiones fuera tan fácil como hacer catarsis en las colas, nuestro país fuera mucho más eficiente, democrático y feliz.

Fernando Vargas

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