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Embarazo adolescente en Cuba: una historia en primera persona

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Dulce tuvo su primer hijo con 14 años. En primera persona nos narra cómo vivió su embarazo en la adolescencia

A sus 28 años Dulce ya tiene dos niños; con la primera, de 14, comparte los cigarros. Cuando ella tenía 13 comenzó una relación con Gabriel. “Él fue mi primer novio en serio. Mi mamá nunca se opuso, le abrió las puertas de la casa y nos dio a ambos la confianza suficiente para hacer, previa consulta, por supuesto. Creo que ese fue el error más grande”.

Aun cuando su madre les brindó las herramientas necesarias, y les dio la oportunidad de contarlo todo, la joven pareja no supo anunciar la llegada de la niña. “¿Cómo cuentas en tu casa que tienes casi cinco meses de embarazo? En aquel entonces, mi miedo estaba en la decepción a quien me apoyó. De haber hablado en el primer momento, me hubiesen llevado al hospital para interrumpirlo y yo estaba ilusionada con ser mamá”.

Como muchas adolescentes, pensaba que su primera pareja sería la única. Según su inexperiencia, era el hombre ideal y debía darle, a su corta edad, un enlace de por vida. Como es lógico, no funcionó.

“Era una época de muchas peleas. Al principio, las discusiones venían por las inseguridades propias de la situación. Ambos estábamos muy inestables emocionalmente, yo más por las sensiblerías propias de la gestación. Más tarde, las broncas se debían a su necesidad de salir de fiesta todo el tiempo; como yo no podía, él se iba solo. En esos momentos los celos me asaltaban. Me preguntaba todo el tiempo si un bebé no era suficiente para él”.

Las complicaciones con la niña no se hicieron esperar. Al prescindir la madre de los complejos vitamínicos prescriptos por los especialistas, ingresó en el hogar materno Leonor Pérez –por una amistad cercana de su suegra- con siete meses. Aun así, su irresponsabilidad le pasó factura. El bebé demandó casi todo el calcio de su cuerpo, y le ocasionó incluso la pérdida de piezas dentales.

“Una vez con Claudia en los brazos todos los problemas desaparecieron, o al menos eso creía yo. Al principio, nos fuimos a vivir a casa de Gabriel pero yo no podía con su madre. Muchas veces me quedaba dormida, pues la niña no daba respiro en toda la noche, y esa mujer me armaba un escándalo”.

Como era de esperar, ya sin el impedimento de la barriga, el joven padre deseó recuperar la vida sexual. Otro desastre. “Lo intentamos varias veces, pero yo tenía muchísimo dolor en esa zona y sangraba. Eso le molestaba muchísimo, creo le daba repulsión. Terminó por no tocarme, y yo sabía muy bien cuál era el significado de su actitud”.

“Eventualmente me fui de ahí por las constantes broncas con su madre. En mi casa tampoco fuimos felices, pues él estaba acostumbrado a ciertas comodidades, que nosotros no teníamos”. El experimento de vivir cada cual en la suya tampoco funcionó y la joven familia terminó desintegrándose.

“La niña ha vivido alternativamente con los dos. Cuando me casé por segunda vez, Gabriel no quiso que viviera conmigo y con mi nueva pareja, y la llevó a vivir con él. Ya está aquí conmigo otra vez”.

El segundo niño le vino hace tres años. De acuerdo con ella, “llegó en mucho mejor momento”, mas su corazón de madre no le permite arrepentirse de ningún paso hasta este día.

“Hoy me centro en ser su amiga. Como tenemos una edad cercana, salimos mucho juntas, intercambiamos, intento entrar en su círculo de amistades; puede que no sea el método más efectivo, pero así evito enterarme de última, y puedo ayudarla. Con su edad, yo la tenía en mis brazos. El hecho de que los suyos estén vacíos, me da la certeza de que voy por buen camino como madre”.

Esta es una historia más desde Cuba. Según informa el sitio web del Ministerio de Salud Pública en Cuba, a pesar de que en el 2005, el índice de embarazo adolescente registró un descenso importante, a partir de 2017 hay una tendencia al aumento pues con respecto al 44.9 nacimientos por cada mil mujeres menores de 19 años, la cifra creció hasta el 52 por cada mil en fecha más reciente.

Texto y foto: María Carla Prieto


 

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