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Camino al Rincón: El viejo Lázaro nos cuida de la covid-19

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Desde La Habana, un viejo devoto de San Lázaro cuenta que piensa ir, como cada año, a El Rincón a pedir salud. El viaje a EE.UU. “nunca se lo concedió”.

La fe de Conrado Soto es a prueba de balas. Desde los 14 años, tiene ahora 57, visita el santuario de El Rincón cada 17 de diciembre. Hoy, dice, también irá, “con la mascarilla puesta” y afirma que no le tiene miedo a la covid-19 porque el viejo Lázaro lo cuida.

En el año 1994 dice que una turba por poco lo aniquila dentro de El Rincón. Había ido con una tía y dos turistas italianos y terminó en un policlínico con tremenda falta de aire. Su tía estuvo dos días sin dormir “por culpa” de un joven, de 17 años de edad que lloraba, a escasos 200 metros de la iglesia, porque afirmaba “no podía más” mientras mostraba sus rodillas y antebrazos llenos de sangre y rasponazos. Conrado, 26 años después, dice que aún se acuerda de eso.

Afirma que todas sus promesas son “de otra manera”.

“Jamás me he arrastrado, pero te juro por mis perros que este año tenía ganas”. 



Vía telefónica me cuenta que no sabe aún cómo ha podido salir ileso del coronavirus. Desde hace aproximadamente 26 años su trabajo es estar “entre la gente”. Es botero, oficio que “aprendió” en los 90´y que le permitió sobrevivir en el Período Especial. Cuando eso, reunía para irse del país. Nunca pudo hacerlo.

“Ya estoy viejo; ya mi juventud pasó”, le escucho aseverar.

Su apartamento en Centro Habana tiene estatuas del viejo Lázaro en todos los cuartos. Así lo heredó de su madre y así se quedó. Además, siempre cuidó más de cuatro perros.

“Ahora solo tengo dos, no tengo ni jama para mí”.

Como Pedro y Noelito -que nació muerto- las fiestas para esperar al viejo Lázaro no faltaron nunca en casa de Conrado. Este año no pudo hacer fiesta por la covid-19, porque Salud no deja reunir a grupos.

“A no ser que sea una tángana revolucionaria en el Parque Trillo”, le aclaro, y Soto manda a la mierda a la Revolución, en la que nunca creyó.

“El mío siempre ha sido este viejo, Lázaro, Orula y Elegguá. Estos dos me salvan. El viejo Lázaro me cuida. Revolución ni Revolución, ja ¡no me jodas, chico!”

Soto dice que sus 57 años ya no le acompañan para meterse dentro de la turba de gente en El Rincón. Antes tiraba fotos, las vendía incluso. Rostros, heridas… promesas.

“Voy a pedir mucho por ti, Robe; me alegra que estés bien. Coño, carajo, ¡tú sí que coronaste! Yo me quedé embarcao en esta m….”, llora y cuelga.

Roberto A.

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