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Cuba

Díaz-Canel “reconoce” que sus funcionarios son unos ineptos

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El sistema cubano ha creado una masa enorme de funcionarios con escasa materia gris. Los problemas con el ordenamiento son del sistema, no de malos jefes.

La mayoría viven desconectados de la realidad. No cogen el pan en una bodega. No toman ómnibus para ir a trabajar. Ni se acuerdan qué es hacer una cola.

Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez, pretendido “máximo dirigente” en Cuba, debió sentirse con deseos de tomar una cimitarra en sus manos y chapearse cuatro o cinco cabezas de cuatro o cinco dirigentes del montón, de los muchos que pululan en todo el país pero optó por una decisión inteligente: echarle la culpa a ellos -los funcionarios “de base”- del problema generado en el país por la mala implementación de la tarea Ordenamiento.

Está más que claro que Díaz-Canel jamás asumirá que es el sistema que él mismo defiende, el que crea esa masa de dirigentes  pecho frío; funcionarios con poca masa cerebral y sentido común. La hornada de “Hombres Nuevos” que no toman una decisión ante un problema puntual, sino reciben una orientación “de arriba”. Los burócratas de café con leche. Gente que en muchos casos fueron presa del mercantilismo del gobierno reclutador de mentes influenciables para “orientarlas” y “dirigirlas” por el resto de sus días.



Es entendible que acostumbrados durante años a no tomar una decisión, a no calcular, a imponer, a estar enajenados de la realidad, se hayan tomado decisiones que hayan afectado la confianza del pueblo cubano. Eso solo pasa cuando esos dirigentes no toman ómnibus para ir al trabajo ; cuando no tienen que levantarse a las 5:00 am para ir a una tienda a hacer una cola.

Sin embargo, Díaz-Canel, que vive más enajenado que todos, cree que toda esa caterva de burócratas estaba capacitada para tomar decisiones acertadas. Perdón, muchos a duras penas raspaban los 80 puntos en una asignatura del preuniversitario, ¿y él cree que van a ser buenos dirigentes, solo porque se creen revolucionarios? ¡Qué equivocado está!

El mal de la fabricación de funcionarios pálidos ha sido heredado. Y es hora de que Díaz-Canel lo acepte.

Lo cierto es que Díaz-Canel, en la última sesión del Consejo de Ministros, dijo que  “cosas que se previeron aplicar de una manera, se hicieron de otra, empezando por un grupo de precios y tarifas, sin tener en cuenta lo dispuesto en las normas que se habían concebido”.

Si esto salió mal, si como publica el oficialista diario Adelante desde Camagüey, “varias entidades no se prepararon adecuadamente para iniciar este complejo y abarcador proceso”, y -causas aparte-  “apelaron a la aplicación de un indicador en el rango de 1 a 4,98 por encima del valor original”, es muestra inequívoca de que no les importaba que la gente no pudiera adquirir las hamburguesas y pizzas más caras. ¿Por qué? Pues porque ellos no comen pizzas ni hamburguesas en la calle. Porque no adquieren ni consumen el pan de la bodega.

Díaz-Canel, si viviera con los pies en la tierra, debería saber que el panadero que roba aceite o harina no lo hace porque quiere robárselo, sino porque en la mayoría de los casos esa es “su lucha” para compensar los bajos salarios y la creciente inflación.

Es como un mal muy grande con una raíz podrida. No se trata de “Pedro” o de “Juan”. Es el sistema. Que no funciona.

Ariel P

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