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Cuba

Cerámica en la Isla de la Juventud: opción para cuentapropistas

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Texto y fotos: Vladia Rosa García

Los cuentapropistas de la Isla de la Juventud han encontrado una opción en la cerámica. Las materias primas, abundantes en el territorio, se encuentran disponibles en las empresas estatales aunque no siempre de la mejor calidad

En la Isla de la Juventud la artesanía con cerámica es uno de los negocios particulares más frecuentes. “El mercado tiene altas y bajas dentro del municipio, pero en el resto de las provincias todo el mundo quiere comprar artículos de este tipo”, expresa Abel, trabajador por cuenta propia.

Él tiene 23 años. Cuando estaba en doce grado decidió ser independiente y comenzó a laborar en su tiempo libre. Al principio chapeaba patios, recogía basura o ayudaba en algunas cafeterías para ganarse un dinerito extra. Así, dando tumbos, llegó hasta la alfarería.

Las materias primas, abundantes en el territorio, se encuentran disponibles en las empresas estatales; aunque no siempre presentan las mejores calidades. “Las unidades ofertan los productos que le sobran, sucios o infectados. Para utilizarlos primero debemos colarlos y pasarlos por un canal de imán para quitarles el hierro”, explica el joven.

Entre las preferencias del público aparecen los adornos pequeños, las tazas y algunos floreros. Amasar la arcilla puede llevar a resultados excelentes, búcaros de todas las dimensiones, ceniceros, figuras de animales o cualquier tipo de pieza decorativa a partir del esmalte aplicado al terminar la jornada de calor.

La mayoría de las mercancías se comercializan en los propios talleres o son realizadas por encargo. De lo contrario se exportan al resto de Cuba, en especial a la zona oriental. “Aquí es muy difícil vender a un buen precio, pero en cuanto salen, el valor aumenta y esto permite la durabilidad del negocio”, comentan los más veteranos en este arte.

Gonzalo, por su parte, admite que ser ceramista no fue una elección fácil. “Soy artista plástico, pero no pude desarrollar la carrera como debía y determiné cambiar de perfil”. La pintura no es un negocio rentable, ni que demande clientela o buena remuneración económica. Decidió entonces agrupar los conocimientos artísticos con lo aprendido de niño mirando el quehacer de otros. “Montamos un horno rústico y ya llevamos tres años”. En la tarea lo asiste su esposa, también creadora. “Este es el sustento de nuestra familia, al inicio todo fue difícil pero con los recursos que contamos podemos salir adelante”.

Producen sin ningún tipo de maquinarias o tecnología. Por lo general, las herramientas de trabajo son muy rudimentarias como las estufas de leña y los moldes a mano o con arcilla. A pesar de la arraigada tradición, carecen de escuelas con una enseñanza permanente. Solo se ejecutan encuentros aislados impulsados por la Asociación Hermanos Saíz u otros aficionados a la cerámica y la alfarería.

Muchos trabajan en conjunto para enseñar a las nuevas generaciones. “Los sitios de práctica no tienen que ser experimentados, solo tener lo necesario. Lo esencial es aprender a preparar la masa… lo demás es solo imaginación”, aclara Manuel, principiante en la cultura ceramista.

La práctica con la barbotina, el talco industrial y el feldespato data de los años 40 en Cuba y aún continúa como método esencial de producción en la Isla de la Juventud. Las acciones para conservarlo han convertido las creaciones en medios útiles de los emprendedores pineros.

 


 

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