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Cuba

El ritual de beber prú en el oriente de Cuba

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El mejor prú, aseguran los entendidos, es el hecho en casa. En el oriente de Cuba muchos se refrescan bebiendo prú

La primera impresión es de un sabor picante ligero, seguida de inmediato por una sensación dulce. Todo hijo de Santiago de Cuba sabe que un prú “fuerte” debe estar en un recipiente herméticamente cerrado, pues va generando efervescencia. Y que el burbujeo generado puede hacer explotar una vasija de plástico. Cuando se abre, debe hacer un ruido específico, acompañado de espuma.

El oriental de pura cepa sabe que estos factores son fundamentales en el rito de tomar esta bebida, como los pasos de una cata de vino o una ceremonia asiática del té. No se concibe un prú caliente, y nadie acepta que se le añada hielo, pues eso lo “agua” y le mata el sabor.

El prú, según investigaciones, llegó a Cuba tras la Revolución de Haití. Esta provocó una fuerte migración de colonos, esclavos y libertos a la zona oriental del país, donde comenzaron a proliferar apellidos de origen francés, vudú y plantaciones de café. También, costumbres de etiqueta, alta cocina, moda y diseño interior. Sin embargo, se cree que tanto la bebida como su nombre son de origen africano. Lo preparaban comúnmente los esclavos, que lo utilizaban para refrescar y darse fuerzas tras un largo día de trabajo.

Cabe añadir que muchos oriundos de estas tierras consideran que el prú industrial no tiene el mismo sabor que el hecho en casa. Para conocer lo más autóctono y tradicional de esta preparación, nos dirigimos a una casa particular, donde la receta ha pasado de generación en generación.

El prú de Rolando

Rolando, de 56 años, nos explica: “Los ingredientes principales son hojas de pimienta, raíz de china, palo de jaboncillo y azúcar. Algunas personas le echan canela, los que lo buscan más picante, jengibre. Las cantidades dependen del gusto y la cantidad que se quiera hacer”.

La preparación es un poco más compleja, pues consta de varias fases. “Primero se pela el palo de jaboncillo, porque si no, la corteza amarga el prú. Se lava junto con la raíz de china (unos trocitos solamente), las hojas de pimienta y un poco de azúcar. Los que lo hacemos en casa casi siempre lo medimos todo a ojo, por experiencia, por eso un prú no sabe igual que otro. Se pone a hervir, y una vez que hierva, se le dan entre 15 y 20 minutos. Lo dejas enfriar y entonces le agregas la madre”.

“La madre es un prú ya elaborado y añejado, de unos cuantos días, y en cada elaboración se renueva. Esta es la que va a fermentarlo más rápido. De ahí se debe extraer la madre que servirá para el próximo prú. Luego de esto se añade la verdadera cantidad de azúcar que se desea”.

Otra labor importante es colarlo. “Se prepara otra vasija limpia, que se cubre con unos paños limpios de gasa, pueden ser como los que se usan para pañales, claro que sin usar. Se cuela cuatro veces, aproximadamente, para evitar que al envasarlo se haga un asiento, o sea, impurezas que quedan y se asientan en el fondo. Entonces se pone a fermentar. Puede hacerse en un día, al sol, aunque otras personas dicen que eso le da una falsa efervescencia. Luego se saca del sol, se deja refrescar, y va para el refrigerador. Allí, se puede mantener bastante tiempo. Fuera de frío, tarda en echarse a perder unos días”.

Los ingredientes del prú

Conseguir los ingredientes puede hacerse complejo. Milagros, de 67 años, que elabora y vende prú hace tres décadas, nos comenta que a veces “se pierden, aunque si vas a la “calle de la brujería”, la mayoría de las veces hay” (sobre esta calle especial de la ciudad hablaremos en otra ocasión).

“Los ingredientes se venden en paquetes. La hoja de pimienta puede costar dos pesos cubanos; el jaboncillo, cinco; y la raíz de china, diez. Pueden subir, pero no mucho. El precio del prú varía: un vaso puede estar a peso o dos pesos; una botellita de agua de vaso y medio, a dos o tres; las “balitas” o “pepinos” tienen unos seis vasos, así que se calcula en dependencia”.

Marisol, de 45 años, y sus dos hijos, compran prú todas las tardes, después del mediodía. “Ayuda con el calor, y da sensación de llenura. A los niños les encanta porque sabe dulce y a mí me parece más sano que un refresco gaseado normal, porque no tiene nada químico. No sé si baja la presión arterial o no, pero he oído decir a mucha gente que sí, y que se sienten débiles después de tomarlo. Yo, por si acaso, no dejo que los niños tomen mucho, solo un vasito”.

Jorge, de 34 años, con una sonrisa, explica que “esos africanos sabían bien lo que hacían: esa cosa es afrodisíaca, sobre todo con jengibre o canela. ¡Muchacha! Pone a mil”.

Pablo, argentino de visita en la isla, lo prueba por primera vez y asegura que “primero sabe a té. Después, no sé a qué sabe. Alguien me dijo que lo probara, que si yo tomaba mate esto me iba a gustar. Pero no se parece al mate… es que esto no se parece a nada”. Para comprarla en un comercio estatal, en Santiago de Cuba se puede acudir a la Casa del Prú, en la calle Reloj, a unos metros de la céntrica Enramadas.

Los santiagueros aseguran que ayuda a bajar la tensión arterial, y no faltan los que alaban sus propiedades afrodisíacas. Algunos llegan a llamarlo “el champagne cubano”.

Texto y fotos: Silvia Alemán Fundora

 


 

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