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Cuba

Presión de Trump sobre Cuba atemoriza a empresas canadienses

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De acuerdo con un reporte de Canadian Press, las presiones que está egerciendo la administración de Donald Trump sobre Cuba están “impactando” en empresas y hombres de negocios canadienses que tienen inversiones en la isla o que están pensando invertir en ella. Y no solo eso: pudieran influir de manera directa en sus ingresos.

Según el reporte de Mike Blanchfield, en The Canadian Pressa pesar de que ambos países poseen unas excelentes relaciones comerciales – amparadas no solo bajo históricos y culturales, sino también comerciales legislados bajo un TLC – el impacto de la posible entrada en plena capacidad del controversial Título III de la Ley Helms-Burton firmada por el entonces presidente de los EE.UU., Bill Clinton, “podría afectar a las compañías canadienses”, ya que este “permitiría a los ciudadanos estadounidenses demandar a compañías extranjeras vinculadas a propiedades cubanas que fueron confiscadas después de su revolución de 1959. ”

Blanchfield entrevistó a Mark Agnew, director de política internacional de la cámara de Comercio de Canadá quien expresó que “(Trump) es un gobierno que no teme romper con lo que se considera la forma normal de hacer negocios en la diplomacia internacional”, y dijo que la amenaza debería tomarse con bastante seriedad, pues no se trata solo “de palabras”.

“Creo que necesitas tomarte la amenaza con bastante seriedad por la que pasarían, de hecho, lo haría realidad”, expresó, y señaló que la cámara está especialmente preocupada por el impacto potencial en las empresas canadienses de minería, servicios financieros y turismo que tienen operaciones en Cuba.

Podría afectar a cualquier empresa que tenga alguna relación con Cuba“, dijo Agnew quien evidentemente abrumado por la entrada en vigor de algo tan controversial, no tiene ni idea de qué o a qué, o cómo pudieran afectarse los canadienses.

Podría ser una transacción financiera que tenga un punto de conexión con alguien en Cuba, que ahora es el propietario de la propiedad que nacionalizaron en 1960. Podría ser una operación financiera, comercial. Podría ser una inversión, podría ser cualquier cosa,” dijo.

Otro funcionario entrevistado dijo que a pesar de existir una oposición a la activación del Título III entre los líderes empresariales y agrícolas de los Estados Unidos, esta no es lo suficientemente poderosa como para dar marcha atrás a lo que irrevocablemente parece ser el camino que seguirá la administración Trump en relación con el Título III de la Helms-Burton, una ley firmada al calor del derribo de una avioneta en aguas internacionales por parte de las tropas de defensa antiárea de la isla, con un capítulo – ese, el tercero – tan controversial que durante 23 años sucesivas administraciones norteamericanas han venido postponiendo y postergando su ejecución debido al embrollo judicial, no solo en los tribunales norteamericanos sino también internacionales, que provocaría su aplicación, por lo cual no pocos analistas consideran que es injerencista, y que no debería siquiera ponerse en práctica en los Estados Unidos.

Sin embargo, la administración Trump ha puesto en práctica las primeras escaramuzas quizás como un medidor en el terreno y no solo de opinión, con relación a su entrada en vigor de manera plena.

Lo cierto es que los canadienses están asustados, y como expresara en la entrevista Mark Entwistle, un consultor de negocios en Cuba que se desempeñó como enviado canadiense a La Habana en la década de 1990, las empresas canadienses “deberían prepararse para la activación de la sección del Título III de Helms Burton”.

El mes pasado, el Departamento de Estado de los EE. UU. extendió la exención del Título a tan solo 30 días.

El tiempo es clave en este asunto y sería interesante valorar todos los escenarios posibles. Si los demócratas vencen en el 2020, es muy probable que todo lo que se haga en este 2019 y los varios meses del 2020 en que estén los republicanos en el poder, se le ponga un stop, pero eso sí: ya las demandas estarían en curso.

También pudiera existir una especie de “alianza” o contrapartida por parte de un país o varios de ellos, tan apegados a la territorial de sus leyes y a la defensa de los intereses de ciudadanos. No olvidemos además que existe el rejuego político; y que además de eso Trump no tiene muy buena “imagen” ante los empresarios de otros países – sus sucesivos encontronazos con México, Canadá y China, por mencionar tres países con los que Trump ha tenido algún rifirrafe económico preceden su fama – pudiera influenciar de algún modo u otro, para que este Título III siga como hasta ahora: postergándose hasta las calendas griegas.

De hecho, tal y como señala The Canadian Press, la portavoz de la ministra de Asuntos Exteriores Chrystia Freeland, Adam Austen, dijo que Canadá ha estado conversando activamente con el gobierno de los EE. UU. sobre este tema en particular con el secretario de Estado Mike Pompeo.

Nosotros hemos estado expresando nuestras preocupaciones sobre las posibles consecuencias negativas para los canadienses, preocupaciones que son de larga data y bien conocidas por nuestros socios de EE. UU.‘, dijo Austen. Y añadió:

También hemos estado en contacto con empresas canadienses para reafirmar que defenderemos plenamente los intereses de los canadienses que realizan negocios e inversiones legítimas con Cuba“.

En el año que se firmó la Ley, 1996, fueron empresas mexicanas y canadienses, a través de sus gobiernos y sus representantes, con sus cancillerías, Ministros y sus respectivos Presidentes los que lograron que Clinton decidiera no meter sus manos en la candela con relación al controversial Título. Sus sucesores tampoco lo hicieron, pero en esta ocasión estamos cerca.

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