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Coronavirus Cuba

Paladar Casa Vieja que expulsó a Luis M Otero, incumple regulaciones sobre el covid

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Una persona “muy bien conectada con el gobierno” es la propietaria del nuevo restaurante Casa Vieja, sito en Habana 203, entre las populares arterias Empedrado y Tejadillo, a pocas cuadras de la Catedral; un establecimiento -o paladar- que se inauguró posteriormente a esta etapa post covid-19 en la capital, y que en días pasados tuvo la “mala idea” de expulsar al artivista Luis Manuel Otero Alcántara del lugar.

Se trata de un negocio privado en Cuba y el hecho de que una persona sea expulsada de allí por sus posiciones políticas, debería servir para el establecimiento de una demanda por discriminación. O al menos por Propagación de Epidemias.

Sí, porque este establecimiento, tan apegado a las “normas políticas”, no actúa así en cuanto a las normas epidemiológicas, y prueba de ello son unas fotos que nos han hecho llegar del lugar de marras, abarrotado o lleno hasta el moño de personas, y donde se aprecia que el aislamiento social es nulo.

Las personas, además, están sin nasobuco.

¿Interesante, verdad?

Es lastimoso que estas personas, tan “preocupadas” por el bienestar de su restaurante Casa Vieja no tengan en cuenta que, en materia de “lucha contra bandidos”, algunos tenemos un Máster.

Una llamada a un viejo amigo del preuniversitario, y ex agente de la Contrainteligencia, ahora residente en Europa, confirma que tradicionalmente “ningún restaurante procede así”.

El “informante” afirma que seguramente la vigilancia sobre Luis Manuel Otero hizo que se dictaminara por parte de quienes dirigen el operativo, llamar al Casa Vieja o al propietario, y “orientarle” que expulsaran a Otero del lugar. El propio Otero confirmó que fue un custodio quien ” vino corriendo y me pidió que lo acompañara”.

“Fuimos hasta la esquina y allí me aclaró, primero, que él era un peón, que no tenía nada que ver con la decisión que se había tomado, que solo estaba allí para informar. Según él, la propietaria de la casa fue quien pidió que, tanto yo como mis amigos, nos fuéramos”.

A. G. dice que “los propietarios de estos negocios que se atreven a negarse a estos pedidos de la Seguridad del Estado, conocen muy bien las consecuencias que pueden sufrir si se niegan a acatar órdenes”, aunque no puede afirmar que este haya sido el caso. Y revela una estrategia.

“Fácilmente se le puede meter droga dentro”.

En ocasiones anteriores, otros negocios privados de la capital se han visto emplazados ante la opinión pública, al menos esa que sin dudas existe en las redes sociales, sobre la expulsión o “derecho de admisión” con la que cuentan y ejercen contra determinados clientes.

Prohibir la entrada de presuntos cubanos “pobres”, o gais -como el caso del artista audiovisual Brian Canelles y su pareja Arian, en el Bar EFE, en el año 2018 – y otros similares, ha puesto en la picota pública el prestigio de algunos de estos establecimientos privados que, al parecer, se toman muy en serio eso de “propietarios” y terminan socavando el derecho individual de las personas.

Ariel P.

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