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Cuba

Guille Vilar contra miles y este redactor también

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Guille Vilar, el musicólogo cubano, parece que vivió en un mundo muy distante, pues aseguró que él pudo escuchar a Los Beatles en los 60, “sin problemas”. ¿Vivía él en Cuba? ¿Vivía en La Habana? No lo parece.

El crítico musical cubano Guille Vilar expresó en un artículo publicado en la revista cultural oficialista La Jiribilla, que nunca fue perseguido por escuchar la música de Los Beatles. El musicólogo dijo además que él podía – o pudo – escuchar canciones de rock en los tiempos de mayor censura musical en la isla. Dijo más: dijo incluso que lo hacía escuchando emisoras estadounidenses.

“No quisiera extenderme demasiado sobre mis experiencias en los años 60 con la música de Los Beatles. Quizás baste decir que yo era de esos jóvenes que montaba en la guagua con un ‘discreto’ radio portátil Zenith con la emisora miamense WQAM sintonizada y nunca nadie me llamó la atención por escuchar esa música”, dijo el afamado crítico musical cubano.

Guille Vilar aseguró que la poca difusión del rock en aquellos años, se debió a un “lógico” y “un fuerte sentimiento antiyanqui” porque “hacía muy poco tiempo de la invasión mercenaria a Playa Girón, al igual que de la Crisis de Octubre y de la lucha contra bandidos en el Escambray”.

Guille Vilar expresó que en esos años, él pudo no solo oír a Los Beatles, sino también a otros grupos, con lo cual – dicho en un medio oficialista donde, ninguna otra persona “ajena al proceso” puede expresar una opinión discordante o contraria a lo que “Guille” ha dicho.

No voy yo a preguntarle a Eduardo del Llano sobre sus experiencias escuchando a Los Beatles. No vamos siquiera a preguntarle al ex Ministro de Cultura Abel Prieto sobre sus años en la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana cuando a menudo era “juzgado” por su vestimenta hippie y su afición por la banda inglesa.

Hablo de mí, y recuerdo al menos dos ocasiones en que “escuchar a Los Beatles” y escuchar una emisora extranjera me puso de cabeza frente al director de la Escuela Vocacional en la cual estudié desde 1981 al 1986.

Cantaba yo un día – estudiante de ruso – aquello de “Come together” cuando fui sorprendido por un profesor cuyo nombre no recuerdo quien, de manera enfática me hizo saber mi falta por escuchar una canción racista.

Según este profesor – y quien les habla que no sabía jota de inglés en aquel entonces – donde decía Come together, right now Over me, se decía – y así también lo creía yo – Come together, Black no, Over me. La diferencia radicaba en “el concepto”. Mientras yo creía que el supuesto black no, se refería a las cosas negativas, a “lo oscuro”, este profesor aseguraba que no, que era un “No a los negros”. Por escuchar una canción “racista”, me levantaron un acta de advertencia. En honor a la verdad reconozco que el problema – dijo el profesor – estaba dado por esa canción, y no por otras. Según él, si hubiese sido, Let it Be o Yesterday, no hubiese existido problema alguno; pero yo hablo de 1984. Dos décadas después de lo que “recuerda” Villar.

En otra ocasión me encontraba yo escuchando una canción de Michael Jackson – muy probablemente fuera aquella de “Se me cae la trusa“, sin saber yo qué emisora la transmitía cuando, al finalizar la canción, se escuchó una voz hablando en inglés. Coincidió que, mientras yo esperaba porque terminara aquella perorata del locutor de la que no entendía ni la más sencilla palabra, llegó un profesor y también me llevó a la Dirección, esta vez por “escuchar emisoras extranjeras”. Él sabía que yo – repito, estudiante de idioma Ruso -, no entendía nada de lo que ese locutor decía, pero insistió en una falta: yo escuchaba emisoras dedicadas a transmitir hacia Cuba, y por tanto era una manifestación de “diversionismo ideológico”.

Las palabras de Guille Vilar me recuerdan más que nada las dichas por una ex colega de estudios en la Universidad. Su padre, “gerente” de no sé qué firma, director de no sé cuál fábrica, o Ministro de no sé cual Ministerio, la enviaba todos los días en su auto a la escuela. Un día, mientras nosotros, estudiantes mortales becados en Fy3ra contábamos las mil y una hazañas que debíamos hacer de lunes a viernes para llegar a tiempo a la Universidad – que se resumían más o menos en las mismas: tomar la 20 o la 174 , o emprender la caminata por G, loma arriba, a pie, sin desayunar o con un vaso de cerelac en el estómago – esta colega expresó:

Ay caballero, yo no sé porqué ustedes dicen eso. Yo no tengo problemas para venir a la Facultad“.

Tal vez Guille, como en aquel momento nos pareció aquella colega, vino o vivió en una galaxia distante. Una Habana, un país, que no fue para el resto, tan “benévola” como lo fue para él.

artículo de opinión, por Roberto A.

 

 

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