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Cuba

Es estrella en el fútbol europeo, pero no lo dejan jugar por Cuba

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El fútbol cubano atraviesa desde hace años por una crisis de la cual no parece salvarlo nadie. Ni siquiera “los hijos de Maradona” en la isla. Ni siquiera si Diego, voluntarioso y abnegado, decidiera venir a residir en Cuba e hiciera como hizo en el año 1998 el peruano Miguel Company, para muchos y por diferencias, el mejor DT que ha tenido una selección nacional de fútbol de la isla.

Además de eso, el fútbol cubano vive desde hace años colgado de mentiras y promesas. Entre ellas, por ejemplo, unas que desde hace un tiempo atrás circulan entre los medios y periodistas interesados en el tema que, curiosa o lamentablemente no son los que tienen presencia oficial en la radio o en la TV. Me refiero a esa bondad pregonada de la máxima dirigencia del fútbol cubano de permitir a cubanos radicados en el extranjero jugar por la isla.

El primer “desertor” que se dijo podría jugar por la isla fue el espirituano Sebranco. De eso, hace ya al menos 20 años. Luego se le puso una lápida de mármol al asunto: Luis Hernández, el mandamás de ese deporte en Cuba dijo que ningún “traidor” que hubiese abandonado la selección nacional en algún país volvería a vestir el uniforme de las cuatro letras. Curiosamente Sebranco nunca desertó. Anotaba goles de cabeza y con ambas piernas en la Liga Canadiense de Fútbol cuando Cuba, necesitada, jamás lo llamó a sus filas.

Ahora – y ya no hablamos de Canadá – está el caso, aunque no es el único, aclaramos, del futbolista cubano Onel Hernández.

El goleador del Norwich dijo al periodista Nick Ames del diario The Guardian, que sueña con poder representar a Cuba tanto, como jugar en la Premier League; pero al hablar de su deseo de vertir una camiseta nacional lo dice por lo claro:

“Es triste. Los jugadores cubanos quieren jugar gratis”.

Nacido en la tierra del “pelado” Cervantes, Onel, quizás una de las tres piezas más destacadas del equipo de Norwich City, un equipo por el cual nadie apostaba mucho al inicio de la temporada y que ahora se ubica a tan solo cuatro puntos del primer puesto, pudiera ser el hombre que necesita la SN de la isla para manejar los hilos del mediocampo pero, a pesar de no haber desertado, a pesar de que jamás se ha manifestado “políticamente incorrecto” con el gobierno de un país que abandonó de la mano de su madre cuando apenas tenía 6 años de edad, no puede jugar por Cuba.

Fue su padrastro, entrenador de fútbol en Alemania, quien le puso por primera vez un balón en sus pies. Desde entonces ha crecido futbolísticamente. Su nombre retumba en la prensa inglesa – que The Guardian lo entreviste es todo un hito – pero la isla, el deporte cubano, se da el lujo de despreciarlo.

Onel Hernández, quien tiene un tope para menores de 18 años en Alemania, le encantaría tener la oportunidad de regresar y representar a su Cuba natal algún día.

Ha anotado seis goles, el más reciente de ellos en la victoria en el derby ante Ipswich el mes pasado, pero al parecer y según relata a The Guardian, por ser un jugador cubano en el extranjero, le tienen prohibido jugar por el país que le vió nacer. Aunque claro, siempre que visita Cuba en sus vacaciones tiene que hacerlo usando su pasaporte cubano.

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“Es muy triste porque tenemos buenos jugadores en todo el mundo que quieren regresar y ayudar”, dice.

No necesitamos el dinero, queremos jugar gratis. Mi madre habló con el entrenador y la federación; ella me dijo que no saben qué hacer pero están luchando con la esperanza de que algún día podamos volver a jugar. Ella dijo que hay muchos políticos que realmente no quieren apoyar el fútbol. Béisbol, baloncesto, boxeo, otros deportes, pero no fútbol. Realmente no sé cuál es el problema, pero es horrible“.

The Guardian señala que “en una señal de que las cosas pueden estar cambiando lentamente, el entrenador de Cuba, Raúl Mederos, se sintió animado a llamar a Hernández para el partido contra República Dominicana en noviembre”.

Sin embargo, justo cuando ya Hernández se encontraba buscando el horario de los vuelos para comprar su ticket y viajar, Mederos lo llamó para decirle que “podía viajar, entrenar y encontrarse con el escuadrón, pero no se le permitiría jugar”.

“Estaba tan orgulloso”, dice sobre ese momento en que se sintió roto. “Es uno de mis sueños más grandes.”

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