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Cuba

En Cuba todavía se están pagando los refrigeradores chinos

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Muchos dejaron de funcionar a los 5 años de haberlos comprado. Pero algunos cubanos llevan más de una década pagando por un refrigerador chino

Los cambios casi siempre son motivo de alegría y sinónimo de mejoras. Generalmente cuando uno se dispone a realizarlos es porque está seguro de que a partir de ese momento las cosas irán por buen camino. Al menos eso creyeron los cubanos en el 2005 cuando comenzaron a sustituir los antiguos refrigeradores rusos por equipos de procedencia china.

Miles de jóvenes debían convencer a los ciudadanos de entregar el aparato que tenían en casa. A cambio ofrecían una deuda infinita que vendían como la decisión más aceptada de sus vidas. “Los Trabajadores Sociales llegaban desde temprano a darte la charla. Nosotros siempre hemos vivimos engañados. El equipo que me quitaron estaba recién acabado de chapistear, pintado y  trabajaba perfecto. Me dejaron eso, que no sé sabe bien ni qué es”, afirma Eliseo, residente en calle 7ma, en el Vedado.

Lo novedad se hacía llamar Haier o simplemente “lloviznaos”, apodo acuñado a raíz de su característica: gotear agua y descongelarse aunque esté conectado. “Eso no enfría, solo mantiene las cosas. Menos mal que el congelador funciona al cien, por lo menos la carne se mantiene en buen estado”, comenta Juana, contadora.

El reparto inicial exhibía dos tipos de estos artefactos: uno de dos puertas con un costo de 6200 CUP; y otro de un único compartimento, de 7080 CUP. El modelo se entregaba en dependencia de la cantidad de personas que conformaran el núcleo familiar. “Los primeros meses todo fue felicidad. Mi casita no tiene grandes lujos y nunca pensé que pudiera tener un frío nuevo. El único problema es que hace 11 años lo estoy pagando y todavía le debo al Estado”, declara Sergio, custodio.

En dependencia del salario de cada uno, el propio gobierno dispone la cantidad a pagar cada 30 días. En la vivienda de Roberto y Ángela, el descuento se lo hacen a ella porque en aquel momento su esposo no tenía un puesto laboral fijo. “Daban 10 años de fecha tope. Yo llevo 12, por tanto pago 54 pesos más el recargo del banco que puede ser de hasta 10 CUP por encima”.

“Soy padre de familia con dos hijos. Tengo que darles de comer, vestirlos, mantener la casa, coger guaguas y además pagar el televisor y el frigidaire. El descuento es de 100 pesos. Pero el frío se rompió hace aproximadamente un año. Sin arreglo y todavía el Estado me lo está cobrando”, expone Antonio.

El cubano de a pie no tiene forma de pagar esta cantidad de dinero de una vez, solo algunos con facilidades extras pueden quitarse la carga de encima. “Cuando regresé de la misión fue lo primero que hice. Me faltaban alrededor de 3000 pesos para liquidar, pero ya salí de esa preocupación. Antes, las jornadas próximas al cobro no dormía bien. Mi salario era de 675 y entre las cuentas del banco, el sindicato, el dichoso aporte a la patria y todas esas cosas por la que te descuentan en este país, me quedaba casi sin dinero. Entonces con qué mantenía mi familia”, dice una técnica en Enfermería del Policlínico de 17 y H.

Para los jubilados está deuda se convierte en un dolor de cabeza. “Mi chequera era de 385 pesos. Ahora con el aumento llegué a los 450, pero igual me resulta muy complicado llegar a fin de mes. Esa deuda estará ahí eternamente porque no puedo pagarla”, manifiesta Jorge Luis, de 76 años.

Elsa recibe una pensión por su esposo ya fallecido. “Lo más malo que existe para mí es no tener el efectivo en las manos y saber que lo debo. Así me pasa, entre el pago de los efectos eléctricos y el seguro de vida, se me va todo”, reclama.

Cuando se vendieron los primeros equipos la garantía era de 10 años. Algunos no duraron ni cinco y en los talleres desde el inicio escasearon las piezas de repuesto debido a que exceptuando las juntas, todas eran de importación. “Apenas dio el primer bateo lo vendí. Con ese dinero terminé de pagarlo y lo demás lo guardé hasta ahorrar para otro. Me quitaron un hierro de más de 30 años para venderme lo más malo del mercado. Nos pasó tal como dice el dicho: lo barato salió caro”.

Texto y foto: Vladia Rosa García

 


 

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