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Cuba

Cajas cerradas: el otro motivo de muchas colas en Cuba

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Preguntas al responsable de la tienda en Cuba, y tiene montones de excusas para aunque haya cola mantener cajas cerradas

A la escasez habitual de productos en Cuba, motivo de colas interminables, se añade que en no pocas tiendas muchas cajas están cerradas. Los clientes se angustian y la espera se hace menos llevadera.

Los cubanos estamos ligados a las colas. La escasez de los productos es un factor importante en esta relación. Mil veces salimos a resolver cualquier diligencia y aparece aseo, pollo o aceite –los más demandados en este momento- y, aunque la fila doble la esquina, “si tienes el dinero en ese momento, te quedas porque te hace falta”.

Muchas veces las grandes aglomeraciones de personas, a la espera para adquirir cierto producto, están ocasionadas por la existencia de este en un solo local. Ese fue el caso de La Mía, en Zanja y Belascoaín, donde sacaron puré de tomate.

Marcos estuvo ahí y cuenta que “la fila dentro de la tienda era grande, y la de afuera más. La cosa llegó a tal punto que, a las 5:15 de la tarde, los trabajadores decidieron cerrar la tienda, dejando a un montón de gente fuera; bajaron las mamparas metálicas de los cristales y, quienes estábamos dentro, quedamos prácticamente encerrados”.

Cuando le pregunto, me aclara que, de cuatro cajas en el establecimiento, “solo dos estaban cobrando, pues las otras estaban haciendo el cuadre”.

Zona de productos de aseo, La Época

En La Época pasa parecido. En el supermercado hay cuatro cajas pero, según los clientes funcionan, alternativamente, tres. Andy y su novia llevan casi quince minutos en fila. En sus manos solo un picadillo y un paquete de galletas para ella. A él no le gusta esperar, y ha estado tentando a su chica para dejar los productos e irse.

“Siempre hay algo con la caja dos: la muchacha no está, o le falta papel de recibo, o se le trabó dentro del artefacto. Desgraciadamente, esta es una de las tiendas más concurridas pues por su tamaño, hay mayores probabilidades de que estén las cosas; pero de verdad es una falta de respeto”, afirma el joven.

La excusa del jefe de planta no convence del todo. Con cara de supervisor intransigente, manifesta a Cubacomenta que, “como yo, las cajeras también son personas con necesidades. Es mentira que no estén en sus puestos de trabajo, brindando una atención de calidad al cliente; el problema es la cantidad de personas, y ellas magas no son”.

Además, el encargado argumenta que, el único momento del día donde funcionan menos cajas es próximo al cierre, cuando el volumen de clientes disminuye, “entonces algunas quedan atendiendo a quienes lleguen tarde, mientras las otras agilizan el papeleo a entregar, para no irse tan tarde”, concluye.

El mal es de fondo. En el Cupet de 23 y Malecón, es usual, en horas de la noche, “encontrar a las cajeras fuera, conversando entre ellas. Si acaso, funciona una caja y se van turnando, esto aunque las personas estén esperando por ser atendidas”, refiere Andro, vecino de la calle Humboldt.

Así, son muchas las tiendas que se suman a esta vorágine de colas innecesarias por permanecer las cajas cerradas. En Galerías Paseo, por ejemplo, la dependienta del supermercado es una sola. “El área designada para la venta de alimentos está en reparación desde fines de 2018 o principios del año pasado; ese era un espacio bastante grande, donde se ofertaban importantes cantidades de alimentos, con muchísimos clientes diarios y, por ende, con varias cajas de cobro. En este espacio tan pequeño, trabajamos solo yo y el acomodador”.

 

Mientras, en el centro comercial Carlos III, la historia se relaciona con falta de personal, principalmente, en el área del supermercado. “Precisamente por ser la más concurrida. Este centro está lleno de gente todo el tiempo, pero la mayoría vienen hacia ese espacio en específico, de ahí que, en cuanto pueden, las trabajadoras piden el traslado para otra área”, me explica el joven encargado de los aparatos infantiles.

Mientras tanto, la cola a las puertas del área de los alimentos crece. Llevo aquí 20 minutos. A mi lado una señora no para de hablar, desea entrar, y la espera la afecta. “Son casi las seis y no puedo más: vengo otro día”, dice.

Texto y fotos: María Carla Prieto


 

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