El peso cubano se devaluó de manera casi constante el pasado año provocando la pérdida del poder adquisitivo de los salarios de los trabajadores que, además de la inflación, han visto cómo muchos productos de primera necesidad desaparecieron de las tiendas en moneda nacional y reaparecieron en mercados donde sólo se puede comprar con MLC, un tipo de dólar bancario cubano vinculado al valor de la moneda de Estados Unidos.
Si se analiza con papel y lápiz la jubilación no le alcanza a ninguna familia promedio para comer ni siquiera en una semana. Mucho más si se toma en cuenta la cotización de la moneda libremente convertible que ya asciende a los 100 pesos cubanos y las únicas tiendas del país que se mantienen surtidas de productos son las que ofertan en esa moneda virtual.
La joya de la corona de espinas que llevan los cubanos en sus calvarios diarios: el acceso limitado por ley al campo MLC y a todos los productos de “alta gama”, según refrendara hace un tiempo Díaz-Canel, que se pueden adquirir en estas tiendas vedadas para una gran parte de la población.
En una entrevista reciente el autor del beat seller “Padre rico, padre pobre”, Robert T. Kiyosaki, dijo que la impresión desmedida de dinero por parte de los dos últimos gobiernos de Estados Unidos provocaría una caída económica a nivel global.