FIART: la feria que muchos esperan, pero no todos disfrutan

En los pasillos de FIART, los cubanos pasan la tarde en familia, sueñan con la próxima cama en la que dormirán o hay quien al menos se permite algún recuerdo no muy caro

La XXIII Feria Internacional de Artesanía (FIART) comenzó recientemente en su sede habitual de Pabexpo, en el municipio Playa. Es un evento que muchos esperan, pero no todos pueden disfrutar tanto como quisieran.

En esta edición, las opiniones generales apuntan a la inconformidad. Llama la atención la pobreza del pabellón de mobiliario. Ese espacio de salas, cuartos y comedores ahora exhibe selectas muestras, de tal manera que hay demasiado espacio vacío.

Los muebles aún están llegando. El salón se encuentra repleto de cartones y cajas sin desarmar. Una pareja de ancianos celebra el arribo de los sillones, pero prefieren esperar a las rebajas. “100 CUC el juego”, anuncian los carteles.

Por otro lado, los sofás acogen a sus creadores en espera de alguien con suficiente capital para invertir en ellos. Los visitantes ni siquiera se acercan a los entusiastas pregones de una comerciante: “no busque más, este es el stand que necesita”.

Hay muchas cosas bonitas, pero no con qué comprarlas. Si yo pudiera amueblara mi casa, pero eso es imposible, ¿con qué?”, declara María Elena.

Más de lo mismo”, dice Kirenia. “Me gusta este tipo de lugares porque encuentras artículos diferentes, pero este año no sé qué pasó. Para ver esto hubiese ido a cualquiera de los puestos de 23 o de La Habana Vieja, que tienen más diversidad”.

Fuentes oficiales, sin embargo aseguran que a esta XXIII Feria Internacional de Artesanía acuden expositores extranjeros de 18 naciones, entre estos, Argentina, Colombia, España, India, México, Venezuela y Perú, ubicados en más de 100 stands.

FIART: Se mira y no se toca

Celia salió molesta del lugar. Buscaba confecciones de plata, uno de los atractivos más comunes cada año, pero entre las pocas ofertas no encontró ninguna que le gustara. “En la edición anterior salí con dolor de cabeza porque no sabía por cuál decidirme. Esa vez, los anillos y las manillas me volvieron loca, por eso prometí ahorrar para salir con un juego entero esta ocasión. El problema es que nada despertó mi atención, son prendas muy extravagantes”.

Silver Habana, Rox 950 y Joyería Praga son de las sobrevivientes a lo que en épocas pasadas se contaba como decenas de locales dedicados a las confecciones con metales preciosos. “Eso era lo que gustaba, sobre todo a las mujeres. Sin embargo, antes tenía mayores expectativas. Tal vez mejore con el paso de los días, sino dejará mucho que desear”, manifiesta Rosaine, de 17 años.

Por otro lado, Pabexpo continúa siendo un sitio donde “se mira y no se toca”. “Vengo para recrearme, disfrutar y tomar algo. Es un día diferente que no se da a menudo. Comprar no viene entre mis necesidades”, comenta Reina.

Uno observa y continúa su camino. Pasas la tarde en familia, fantaseas con la próxima cama en la que dormirás y tratas de llevarte algún recuerdo que no represente un gasto excesivo. “Yo soy fanática al Bazar del Medio Oriente, venden prendas buenas a precios asequibles. Las colas ahí no descansan en ningún momento”, afirma Teresa.

Lo mismo opinan un grupo de estudiantes, mientras ríen y comparten un refresco. “A las niñas les encanta sufrir con la ropa y los zapatos, pero todo está muy caro. Hay que venir el último día, que bajan los precios. Los vendedores se desesperan porque se pasan la semana sin obtener grandes ganancias. Ahí es que el cubano aprovecha”, refiere Milton.

A pesar de las quejas por los precios, los pasillos están llenos de gente. Sin embargo, muchos se preguntan si habrá afectado la coyuntura a la artesanía, o si también faltará petróleo para trasladar las piezas.

Vladia Rosa García