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Cuba: así viven los últimos habitantes de Pan de Azúcar

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En una casita de madera, en soledad casi total y en espera de una vivienda digna, así sobreviven una anciana cubana y su hijo que perdió un brazo en la guerra, en la última casa de Pan de Azúcar.

Gudelia espera a que algún día pase por el remoto Pan de Azúcar algo más que el huracán que le arrancó su casa hace ya unos años y la obligó a vivir en una improvisada casita de madera con techo de guano, en un intrincado lugar de la provincia Pinar del Río.

Allí, en una tierra casi perdida del municipio Minas de Matahambre (en Pinar del Río) y sin más compañía que Ismael, habita su hogar mientras aguarda una ayuda del gobierno para ella y su hijo que perdió el brazo en la guerra de Angola, en donde murieron miles de cubanos el siglo pasado, cuenta el medio oficialista Radio Guamá.

“Gudelia Moreno vive pendiente de que el patio de su casa esté sin hojas. Lo barre varias veces en el día. El viento vigila su descanso para desprender las hojuelas de los árboles. Con la escoba de palmiche hace una pila y la quema. El patio es grande y ella delgada y fuerte. La última casa de Pan de Azúcar en Minas de Matahambre, Pinar del Río, es de la campesina que tuvo cinco hijos y sueña con recuperar su vivienda”, señala el portal web.

Allí no se llega por accidente ni es un lugar que suela tener visitantes. De vez en cuando, algunos espeleólogos aparecen para adentrarse en las cuevas cercanas, en carretones o en algún raro tractor que se aventure por la destruida carretera que sale del pueblecito cercano de Pons, ubicado a unos 12 kilómetros aproximadamente.

cubana Gudelia Ramos

En una casita de madera, en soledad casi total y en espera de una vivienda digna, así sobreviven una anciana cubana y su hijo que perdió un brazo en la guerra. Foto: Ivón Deulofeu

A Gudelia, el huracán Delta le destrozó la vivienda anterior y sus hijos le ayudaron para, con “unos pocos recursos reciclados”, lograr “un espacio donde tiene todo que es casi nada”, detalla la periodista Ivón Deulofeu.

A su lado sigue Ismael, un veterano de Angola, cuyo batallón cayó en una emboscada en donde murieron casi todos menos él, que perdió su brazo izquierdo y quedó un poco sordo. El hombre fue uno de los más de 300 000 combatientes de la Isla que lucharon en Angola, Etiopía y otros países africanos, de los cuales murieron unos 2 289, según Granma.

Los que regresaron quedaron marcados por la guerra a la que fueron empujados. A algunos como Ismael -que perdieron un pedazo de su cuerpo-, suelen llamarlos con apodos como “el manco”, un recordatorio perenne de un conflicto que nunca pidieron. Ahora, auxilia como puede a la madre anciana que nació en el lejano 1943.

“La campesina se dedicó al cuidado de sus hijos mientras su esposo trabajaba. Dice que siempre había algo para alimentarlos y que parir no fue difícil para ella. Dos nacieron en la casa porque no le daba tiempo de llegar a la partera Cachita. La madre de Gudelia tuvo quince hijos”, se narra en Radio Guamá.

Mientras Ismael es un “alma triste” y “silenciosa”, a quien casi hay que gritarle para que escuche. Mientras escoge frijoles, afirma que nadie lo obligó a ir a Angola.

últimos habitantes de Pan de Azúcar

Casa de Gudelia en Pan de Azúcar. Foto: Ivón Deulofeu

“Lo único que siento es no poder ayudar a mi madre”, dice con desencanto a la periodista que los visita.

En el trayecto a la casa de Gudelia y de su hijo, hay viviendas que el gobierno construyó. “Ojalá y un día ella tenga igual sorpresa”, escribe Deulofeu.

La anciana de la última casa de Pan de Azúcar expresa que, a pesar de los golpes recibidos en su alma, es feliz. Mientras aguarda para tener algún día un techo digno, seguirá barriendo el amplio patio para que no se le llene de las caprichosas hojas.

Julio Linares



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