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Cuba

Biografía de José Martí + Poemas

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Biografía de José Martí

Nació en La Habana, cuando aún Cuba estaba bajo el dominio español, el 28 de enero de 1853. Era hijo de don Marino Martí y Navarro y de doña Leonor Pérez y Cabrera. Fue llamado José Julián.

En 1865 ingresó en la Escuela Superior Municipal y luego al Colegio de San Carlos. En 1869 se lo condenó a prisión por seis años, por haber publicado escritos considerados sediciosos (en ellos llamó traidor a un compañero de estudios que se había alistado como voluntario en el Ejército de España). El destierro a España fue el resultado de la conmutación de la pena. En ese país estudió en las Universidades de Madrid y Zaragoza, culminando sus estudios en Derecho y Filosofía y Letras. Data de esa época “El Presidio Político en Cuba”, donde el gobierno español fue objeto de sus críticas por su crueldad y rudeza.

Luego de volver a Cuba, y ser otra vez desterrado a España, se casó en 1877 con Carmen de Zayas Bazán que lo convirtió en padre de Ismael, inspirador de muchos de sus versos.

Se trasladó a Nueva York (Estados Unidos) en 1880 y allí escribió en algunos periódicos, como “The Sun” y la revista “The Tour”. Posteriormente escribió para el diario “La Nación”, de Buenos Aires (Argentina). Fue Cónsul de Argentina, Uruguay y Paraguay, pero su corazón lo obligó a luchar por la liberación de su patria, y fundó el Comité Revolucionario. Junto a los Generales Máximo Gómez y Antonio Macero se embarcó rumbo a Cuba para luchar. Desembarcó en la isla en 1895, y murió en manos de las fuerzas españolas, el 19 de mayo de ese mismo año.

Fue un gran orador y periodista, expositor del modernismo. Innovó en materia de ritmos, acentos y matices, enunciando contenidos críticos sobre la literatura y el arte del momento.

Junto a Rubén Darío, (Nicaragua), Julián del Casal (Cuba), Manuel Gutiérrez Nájera (México) y José Asunción Silva (Colombia), es considerado como iniciador del movimiento modernista hispanoamericano.

Escribió sobre crónicas de viajes, crítica de arte, obras de teatro, como “Patria y Libertad” (drama indio en dos actos), “Abdala” (pieza en ocho escenas escrita a los dieciseis años), “Amor con amor se paga” (un acto). También escribió una novela: “Amor funesto”, y numerosas poesías que reunió en varios volúmenes breves: “Ismaelito” (1882), “Versos sencillos” publicada en 1891. Esta podría considerarse su obra más acabada. Poemas como “La rosa blanca” y “La niña de Guatemala”, se incluyen en esta Antología. “Versos libres”, fue publicado en 1913 por Gonzalo de Quesada de Oróstegui, en el Tomo IX de las Obras Completas.

Se trata de una poesía fuerte y dura, calificada por su propio autor como escrita “no con tinta académica, sino con la propia sangre”.
Selecciones de sus poemas fueron publicadas en dos oportunidades, con prólogo y notas de Rubén Darío.

Como periodista introdujo en 1882 técnicas absolutamente modernistas, sinestesias, armonía y metáforas rebuscadas. Creó lo que llamó Max Heriquez, la prosa artística.

Es importante señalar que toda su obra ha sido una fuente de inspiración para poetas posteriores y que es recordado al día de hoy como una de las figuras indelebles de la poesía latinoamericana de finales de 1800. Entre sus poemas más reconocidos pueden nombrarse: “Yo soy un hombre sincero“, “Qué importa que tu puñal” y “Cultivo una rosa blanca“.

 

La niña de Guatemala

Quiero, a la sombra de un ala,
contar este cuento en flor:
la niña de Guatemala,
la que se murió de amor.

Eran de lirios los ramos;
y las orlas de reseda
y de jazmín; la enterramos
en una caja de seda…

Ella dio al desmemoriado
una almohadilla de olor;
él volvió, volvió casado;
ella se murió de amor.

Iban cargándola en andas
obispos y embajadores;
detrás iba el pueblo en tandas,
todo cargado de flores…

Ella, por volverlo a ver,
salió a verlo al mirador;
él volvió con su mujer,
ella se murió de amor.

Como de bronce candente,
al beso de despedida,
era su frente -¡la frente
que más he amado en mi vida!…

Se entró de tarde en el río,
la sacó muerta el doctor;
dicen que murió de frío,
yo sé que murió de amor.

Allí, en la bóveda helada,
la pusieron en dos bancos:
besé su mano afilada,
besé sus zapatos blancos.

Callado, al oscurecer,
me llamó el enterrador;
nunca más he vuelto a ver
a la que murió de amor.

 

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