Parece una broma, pero no lo es. Cuba, un país donde la agricultura está prácticamente en ruinas, ha decidido participar en un evento internacional sobre agricultura sustentable en China.
Sí. Mientras la mayoría de los cubanos hacen malabares para conseguir alimentos y las tierras productivas están cubiertas de marabú, cuatro especialistas del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma) de diferentes provincias cubanas se unieron al Seminario Internacional sobre Cambio Climático y Desarrollo Sustentable de la Agricultura.
Este seminario, que se celebra en la ciudad de Changsha, provincia de Hunan, China, está diseñado para dotar a profesionales de países en desarrollo con conocimientos sobre tecnologías avanzadas y ecológicas en agricultura.


El contraste no podría ser mayor: mientras en China se destacan por sus avances tecnológicos y el uso de métodos agrícolas de punta, en Cuba la realidad es otra. La agricultura cubana está en franco declive, con producciones insuficientes y un sistema obsoleto que parece más una reliquia de otros tiempos.
Es curioso, y hasta irónico, que Cuba participe en un evento de esta índole cuando su sistema agrícola es incapaz de abastecer las necesidades internas del país. En lugar de ser un modelo a seguir, la isla lleva décadas lidiando con problemas de falta de insumos, maquinaria obsoleta y políticas que en lugar de mejorar la producción, la han deteriorado. Las plagas, la erosión de los suelos, la escasez de agua y el mal uso de los recursos naturales son solo algunos de los desafíos que enfrenta el sector, que no ha sabido, o no ha podido, salir de un ciclo de fracaso tras fracaso.
A pesar de las bellas palabras de los delegados cubanos, quienes destacaron la importancia de los conocimientos adquiridos en el seminario, la realidad es que no hay agricultura sostenible sin una base sólida. ¿Cómo se puede hablar de sostenibilidad cuando apenas se puede garantizar lo más básico? Mientras estos especialistas cubanos aprenden sobre el uso de tecnologías eficientes y prácticas ecológicas, la agricultura en la isla sigue siendo dependiente de métodos rudimentarios y una economía completamente disfuncional.
El hecho de que Cuba sea el único país de América en participar en este evento no es motivo de orgullo, sino un recordatorio de lo desconectada que está la realidad cubana del discurso oficial.
Y… En teoría no está mal, ¿eh? No está mal que Cuba asista a estos eventos y presencie los adelantos tecnológicos en agricultura sustentable; al contrario, es positivo que los especialistas cubanos se mantengan informados y capacitados.
Sin embargo, en la práctica, la realidad es otra: el país no tiene los recursos necesarios para adquirir ni implementar esas tecnologías de punta. La falta de financiamiento, insumos y equipamiento moderno hace que, aunque puedan conocer las soluciones, difícilmente puedan aplicarlas de manera efectiva en un contexto tan crítico como el cubano.
Así que, la idea de que la isla puede beneficiarse de estos conocimientos mientras no se resuelven los problemas estructurales de fondo es, sencillamente, risible.
Quizás sería más útil que los expertos cubanos analizaran por qué su país está en este estado y cómo podrían transformar la realidad agrícola en lugar de aspirar a modelos que parecen inalcanzables. Pero, por ahora, lo único sostenible parece ser la crisis.
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