Apagones en Cuba pudieran ser peores aún, advierten tras confiscación de petróleo venezolano

La crisis eléctrica cubana, que ya se vive como rutina de sobresaltos, podría entrar en una fase todavía más dura tras la incautación estadounidense de un supertanquero cargado con petróleo venezolano. La advertencia no viene desde La Habana, sino desde reportes que describen el golpe como un corte indirecto a una de las pocas válvulas de oxígeno financiero que le quedan al Estado cubano: el petróleo que no siempre llega para quemarse en termoeléctricas, pero sí para revenderse y convertirlo en divisas, señalan medios como KTRH Local Houstony ZeroHedge.

Según KTRH, el buque —catalogado en la industria como Very Large Crude Carrier— transportaba alrededor de 1,85 millones de barriles de crudo venezolano cuando fue tomado por fuerzas estadounidenses frente a la costa de Venezuela y conducido hacia la zona de Galveston Bay, en Texas. El texto subraya que funcionarios federales se sumarían a las autoridades locales ante la llegada del carguero, mientras en Cuba se encendían las alarmas por la pérdida de un envío que la estatal Cubametales esperaba aprovechar para obtener efectivo a través de intermediarios asiáticos.

El trasfondo, en esos mismos reportes, es que Cuba no está simplemente “falta de combustible”, sino atrapada en un deterioro general de servicios públicos, escasez de alimentos y desempleo, con apagones programados y otros que se salen de la programación. KTRH cita registros de PDVSA que sitúan en unos 27.000 barriles diarios el flujo de crudo y combustibles desde Venezuela hacia Cuba en lo que va de año, una cifra que por sí sola no resuelve la dependencia energética, pero sí marca la relevancia política y económica de esa ruta.

ZeroHedge amplía el cuadro y sostiene que la incautación del tanquero forma parte de un esfuerzo más amplio para “disrumpir” el eje petrolero Venezuela–Cuba, con el secretario de Estado Marco Rubio como impulsor de una estrategia que busca debilitar materialmente a La Habana para, por efecto dominó, presionar también a Caracas.

En esa lectura, el objetivo no es únicamente impedir que el crudo llegue físicamente a la isla, sino golpear un mecanismo financiero clave del Estado cubano: la reventa de petróleo venezolano en mercados asiáticos —especialmente China— para obtener divisas. Ese dinero no es marginal. Sirve para comprar combustible adicional en el mercado internacional, adquirir piezas y servicios para sostener un sistema electroenergético envejecido y, en general, tapar huecos urgentes de una economía sin liquidez.

De acuerdo con The New York Times, el buque identificado como Skipper tenía como destino formal el puerto de Matanzas, pero durante la travesía transfirió apenas unos 50.000 barriles a otra nave, Neptune 6, que sí continuó rumbo a Cuba, mientras el resto del cargamento siguió hacia Asia. La operación ilustra cómo Cuba ha venido recibiendo menos petróleo del asignado, compensando esa merma con ingresos en efectivo.

Si ese circuito se corta —como sugiere la confiscación— el efecto no es abstracto: menos divisas implica menos capacidad para comprar fuel oil y diésel en el mercado spot, menos margen para mantener operativas las termoeléctricas y, en consecuencia, apagones más frecuentes y prolongados. El mensaje implícito es incómodo para La Habana: cuando el combustible deja de ser convertible en dinero, el apagón deja de ser un problema técnico y se convierte en una consecuencia directa de la asfixia financiera.

El reporte también menciona al empresario panameño Ramón Carretero como figura central en la gestión de esos flujos y señala que el Departamento del Tesoro lo sancionó por facilitar envíos en nombre del gobierno venezolano. Con ese tipo de presión, el golpe no se mide solo en barriles, sino en liquidez: menos reventa significa menos capacidad para comprar fuel, piezas, alimentos o apagar fuegos sociales. Por eso, tras la confiscación, la pregunta en Cuba no es si habrá apagones, sino cuán peores pueden ponerse.