«Travel Ban» preocupa no solo a los cubanos. Mira lo que le pasó a este extranjero por visitar Cuba

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La reciente política de restricciones de viaje impuesta por la administración Trump no solo ha generado alarma entre cubanos dentro y fuera de la isla. También está afectando a ciudadanos extranjeros, incluso de países aliados de EE.UU., como el Reino Unido. El caso más llamativo ha sido el de Phyll Opoku-Gyimah, conocida activista LGBTQ y figura política británica, quien fue impedida de entrar a Estados Unidos tras haber viajado a Cuba.

Lady Phyll, como se le conoce públicamente, debía ofrecer el discurso inaugural de la conferencia de derechos humanos de WorldPride 2025 en Washington. Sin embargo, días antes del evento recibió una notificación: su autorización de viaje bajo el sistema ESTA había sido revocada. ¿La razón? Una reciente visita a Cuba, país que EE.UU. mantiene designado como patrocinador del terrorismo.

Opoku-Gyimah explicó durante una intervención virtual que, tras intentar resolver la situación por vías diplomáticas y administrativas, le comunicaron que no podría entrar al país hasta, al menos, septiembre. “He llamado, he escrito, he rogado. Y la respuesta fue un frío y burocrático ‘no’”, lamentó, en declaraciones recogidas por Político.

El sistema ESTA permite a ciudadanos de determinados países ingresar a EE.UU. sin necesidad de una visa formal. Pero visitar países como Cuba invalida automáticamente esa autorización, según las reglas del Departamento de Seguridad Nacional (DHS).

Este incidente ha levantado preocupaciones entre activistas, diplomáticos y viajeros internacionales. Si una persona con un historial limpio y un propósito netamente académico o cultural puede ser vetada por haber estado en Cuba, ¿qué podría esperar un turista común o un estudiante extranjero?

A partir del 9 de junio de 2025, la Casa Blanca implementará una nueva serie de restricciones migratorias. La medida incluye un bloqueo total a ciudadanos de 12 países (entre ellos, Haití y Yemen) y restricciones parciales a otros siete, incluyendo a Cuba y Venezuela. Esto implica que muchos cubanos con visas de turismo, estudio o negocios no podrán entrar más a EE.UU., sin importar si llevaban años esperando su turno para reunificarse con sus familias o acceder a una residencia.

El argumento de la administración Trump es claro: seguridad nacional. El gobierno alega que países como Cuba no colaboran con las agencias de inteligencia estadounidenses, mantienen un alto índice de sobreestadías de visa y, en el caso cubano, se niegan a recibir a los deportados.

Pero la medida no solo afecta a quienes vienen de la isla. También complica los planes de entrada de cualquier extranjero que haya visitado Cuba recientemente, como en el caso de Lady Phyll.

En Miami y otras zonas de Florida, donde se concentra una gran parte del exilio cubano, las nuevas restricciones han generado opiniones divididas. Algunos, como el cubanoamericano Darien Berrios, respaldan la medida. “Han enviado muchos infiltrados. Tenemos que cuidar nuestra casa primero”, dijo en entrevista a WAVE News.

Sin embargo, otros temen que estas políticas pongan en pausa, o incluso cancelen, reencuentros familiares largamente esperados. Una de las afectadas podría ser Keila Silva, cuyo esposo tiene años esperando la reunificación familiar. “Todo podría venirse abajo ahora”, expresó preocupada.

Diversas organizaciones han advertido que esta nueva versión del «travel ban» es aún más agresiva que la del primer mandato de Trump. La activista británica Lady Phyll no es la única perjudicada: gobiernos como el del Reino Unido, Dinamarca y Finlandia han emitido alertas de viaje a sus ciudadanos LGBTQ advirtiendo sobre posibles complicaciones al visitar EE.UU.

Incluso desde el propio sistema legal estadounidense se han alzado voces críticas. El abogado migratorio Duffy Trager afirmó que la medida es desproporcionada y confusa. “Se enfoca en países con altas tasas de sobreestadía, pero no define claramente los umbrales. Muchos clientes han esperado décadas por una visa y ahora podrían tener que esperar tres o cuatro años más”, explicó.

El gobierno cubano también reaccionó con vehemencia. El canciller Bruno Rodríguez calificó la medida de “racista” y denunció que afecta los lazos familiares, culturales y profesionales entre ambos países. En un mensaje publicado en X (antes Twitter), acusó a políticos anticubanos de promover decisiones que perjudican a su propio pueblo, aunque ellos mismos le tienen puesto un travel ban a cientos de activistas cubanos a los que expulsaron de Cuba, entre los que podemos mencionar a los escritores Carlos Manuel Álvarez; y artistas como Hamlet Lavastida, Ariel Ruíz Urquiola, Anamely Ramos, etc.

Aunque el panorama es restrictivo, existen excepciones: pueden ingresar a EE.UU. los cónyuges de ciudadanos estadounidenses y sus hijos menores de 21 años, así como ciertos atletas y personal técnico que participen en eventos deportivos internacionales. También quedan fuera de la prohibición las adopciones y los casos de afganos con visas especiales.

Sin embargo, para la gran mayoría de los cubanos y extranjeros que han visitado Cuba, las puertas están cerradas… por ahora.

Muchos analistas interpretan este endurecimiento como una estrategia electoral. Trump busca afianzar su base más conservadora apelando al discurso del “enemigo externo”. Mientras tanto, activistas como Lady Phyll, familias divididas en el sur de Florida y miles de solicitantes en el extranjero se enfrentan a una realidad incómoda: Cuba es más que nunca una palabra peligrosa en el pasaporte.

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