El pasado lunes 14 de abril de 2025, un nuevo caso de violencia doméstica – violencia de género – sacudió a la comunidad cubana, específicamente a la residente en Miami Gardens, Florida. Según reportes de Univision, un hombre identificado como el yerno de la víctima y nombrado Bilal Ismail, 49 años, habría disparado en la cabeza a su suegra, una mujer cubana de más de 50 años, en una residencia ubicada en el bloque 4400 del noroeste y la 203 Terrace.
Tras el ataque, el agresor, quien ya no vivía en esa casa, huyó en una camioneta Ford F-150 azul pero fue capturado horas después. Compareció ante la jueza Mindy S. Glazer y esta le negó la fianza.
Durante la audiencia, la hija de la víctima —quien estuvo casada con Ismail durante nueve años— declaró vía Zoom que su exesposo «odiaba» a su madre y la había estado acosando durante un mes. Incluso le colocó un rastreador GPS en el auto para seguirla.
La declaración de la hija de la víctima podría tener un peso determinante en el caso contra Bilal Ismail. Según relató ante la jueza, su exesposo le escribió mensajes directos en los que decía textualmente: «I’m gonna kill your mother» (“Voy a matar a tu mamá”), evidencia que ella dice conserva en su teléfono.
Esta frase, muchas veces dicha sin intención al calor de una conversación, de comprobarse, no solo confirma la existencia de una amenaza de muerte, sino que demostraría premeditación por parte del acusado, un elemento clave para endurecer los cargos.
Según la ley de Florida, un intento de asesinato en primer grado con uso de arma de fuego —como en este caso— puede castigarse con cadena perpetua sin derecho a libertad condicional. En virtud de la ley conocida como “10-20-Life”, el mínimo obligatorio sería de 25 años si se usó un arma de fuego para causar lesiones graves. Si la víctima no sobrevive, el cargo podría escalar a asesinato en primer grado, lo cual conlleva la posibilidad de cadena perpetua o incluso la pena de muerte. Todo indica que las autoridades tienen un caso sólido en su contra, y la evidencia que aporte la hija podría ser clave para definir el destino judicial de Ismail.
La víctima, por su parte, fue trasladada en estado crítico en el HCA Florida Aventura Hospital donde aún permanece hospitalizada. Aunque está consciente, no puede hablar y enfrenta una larga recuperación tras recibir un disparo en la cabeza que le atravesó la garganta y llegó al abdomen.
Este incidente se suma a una preocupante serie de crímenes de violencia de género en los que ciudadanos cubanos han estado involucrados de alguna manera, siendo víctimas o victimarios, o ambas cosas, con preponderancia en lo segundo, en Estados Unidos durante el último año.
En agosto de 2024, en Louisville, Kentucky, Yailyn Casales fue asesinada por su expareja cubano, quien luego se suicidó frente a su hijo pequeño. Días antes, en la misma ciudad, Indira Almaguer, de 32 años, fue apuñalada 17 veces por su exnovio, Marcelino Fonseca, también cubano, quien primero se dio a la fuga y logró estar fuera del radar durante varios días, hasta que finalmente fue capturado.
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En septiembre de 2024, Dayren López Roque, cubano de 41 años, fue arrestado en Texas acusado del asesinato de Dayana García, una joven madre cubana de 25 años en Cleveland, Tennessee. El crimen, considerado un incidente doméstico, ocurrió después de que López Roque ingresara a EE. UU. a través del programa CBP One.
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Más recientemente, el 14 de abril de 2025, en Nashville, Tennessee, la policía emitió una orden de arresto contra un cubano acusado de asesinar a su exesposa frente a una escuela. El sospechoso, cuya identidad no ha sido revelada, permanece prófugo.
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Llama la atención que en todos estos casos de violencia de género, que en Estados Unidos aún se le denomina «Violencia Doméstica», los victimarios no superan los 50 años, siendo personas cuyas edades oscilan alrededor de los 40. Este patrón sugiere un problema generacional relacionado con la educación y la transmisión de valores.
Diversos estudios indican que la violencia de género es un comportamiento aprendido que se transmite de generación en generación, especialmente en entornos donde se normalizan las conductas violentas y se perpetúan estereotipos de género. La falta de educación en igualdad y el refuerzo de modelos de masculinidad tóxica contribuyen a la perpetuación de estas conductas.