La denuncia del activista José Luis Tan Estrada sobre la situación crítica en el Hospital Oncológico “Marie Curie” de Camagüey desató una ola de testimonios que confirman el deterioro de las condiciones para los pacientes que reciben tratamiento contra el cáncer en ese centro.
En su primera publicación hecha, Tan Estrada advirtió que en la sala de quimioterapia no solo faltan medicamentos vitales, sino también insumos básicos y condiciones mínimas de higiene y climatización, lo que convierte la lucha contra la enfermedad en una batalla desigual.
Según detalló, entre los fármacos ausentes se encuentran gemcitabina, docetaxel, paclitaxel, ciclofosfamida y filgrastim, además de protectores gástricos y medicamentos de soporte como omeprazol, ranitidina, dexametasona, ondansetrón y gravinol. Este último llegó a farmacias comunitarias apenas el 14 de agosto, con fecha de vencimiento dentro del mismo mes, lo que ilustra la precariedad con que se administra la escasa disponibilidad. Tampoco hay bránulas pediátricas ni de calibre pequeño, imprescindibles para canalizar las venas de los pacientes más frágiles.
A esa escasez, explicaba Tan Estrada, se suma el estado deplorable de las instalaciones. La sala de quimioterapia carece de aire acondicionado, un requisito básico para este tipo de tratamiento, lo que obliga a enfermos y familiares a soportar el calor sofocante mientras se administran los fármacos.
“Los médicos y enfermeros nos acompañan con cariño y aliento, pero ellos no pueden resolver lo que corresponde al Estado”, señaló uno de los pacientes citados por Tan Estrada.

Tras la publicación, comenzaron a circular numerosos testimonios dijo Tan Estrada en una segunda publicación. Tanto en esa, como en la primera, a pesar de las evidencias, recibió el ataque digital de las llamadas «ciberclarias».

Una mujer que perdió a su padre a fines de julio relató: “Lo más triste que puede vivir un ser humano es ver morir a sus familiares sin recursos para darles las últimas atenciones con la dignidad que merecen. Lo único bueno que tiene ese hospital es la dedicación de los médicos, pero sin recursos”.
Otro familiar recordó haber acompañado a su papá durante un tratamiento por linfoma gástrico: “En varias ocasiones tuvimos que regresar a casa porque no había el medicamento. Las enfermeras y los médicos trataban de ayudar en todo lo que podían, pero las condiciones siempre fueron deprimentes”.
Los propios trabajadores del hospital también han expresado su frustración. Una empleada criticó el contraste entre la precariedad de las salas y el confort de las oficinas administrativas: “Bien podrían poner el split que tiene el administrador en la sala de Quimio, o el de la dirección del hospital. Solo las oficinas de los jefes tienen comodidades, mientras no les importa lo que pasa con los pacientes”.



Los comentarios recogidos en redes sociales coinciden en señalar que la crisis no es coyuntural, sino estructural. Usuarios denunciaron la presencia de cucarachas en las salas, la falta de higiene y la impotencia de las familias que deben acudir al mercado negro para adquirir insumos y medicinas a precios prohibitivos.
“Los pacientes reciben medicamentos calientes porque no hay aire acondicionado”, escribió un trabajador de la salud que describió la desesperación diaria.
El caso del hospital “Marie Curie” es presentado como símbolo de un patrón de abandono institucional: mientras el Estado invierte en hoteles y torres de lujo, los enfermos de cáncer sobreviven sin medicinas ni condiciones básicas. Para los familiares, la indignación se resume en una pregunta reiterada: ¿hasta cuándo el pueblo tendrá que pagar con su vida la indiferencia de quienes gobiernan?





