El pasado martes, un grupo de 48 cubanos fue deportado desde Estados Unidos a Cuba a través de un vuelo coordinado por el Ministerio del Interior cubano (Minint). De acuerdo con la información oficial, el grupo estaba compuesto por 43 hombres y cinco mujeres, quienes fueron recibidos en La Habana tras su llegada. Este retorno forma parte de las medidas migratorias establecidas entre ambos países, que han cobrado fuerza en medio de la creciente crisis migratoria.
El comunicado del Minint señaló que, de los deportados, siete habían abandonado Cuba de manera ilegal por vía marítima, utilizando rutas peligrosas en su intento de llegar a territorio estadounidense. Sin embargo, la mayoría de los deportados habían salido de la isla de forma legal, utilizando posteriormente vías irregulares para ingresar a Estados Unidos y solicitar asilo.
Uno de los casos más llamativos de esta deportación es el de un cubano que, al llegar a la Isla, fue detenido por las autoridades cubanas debido a su presunta implicación en un delito, cuya naturaleza no fue especificada en el informe del Minint.
En tanto, dentro de Estados Unidos, las familias de tres cubanos con órdenes de deportación continúan luchando para evitar que sus seres queridos sean repatriados a la isla.
A pesar de los intentos legales, la situación de estos migrantes sigue siendo incierta, reflejando las difíciles decisiones que enfrentan quienes buscan un futuro fuera de Cuba. Es probable que estén dentro del grupo de 48 deportados, pero ni las autoridades de EE.UU. ni las de Cuba, dan a conocer el listado de los repatriados a la isla.
Este vuelo de deportación no es un hecho aislado. Desde el reinicio de estas operaciones en abril de 2023, tras una pausa debido a la pandemia de COVID-19, se han realizado 65 vuelos de repatriación desde diferentes países, sumando un total de 1.030 cubanos retornados en lo que va de 2024. Los vuelos de deportación abarcan no solo a Estados Unidos, sino también a otros países de la región como México, Islas Caimán, Bahamas y República Dominicana, que también han incrementado sus esfuerzos para controlar el flujo migratorio.
Paralelamente, ayer miércoles, las autoridades de Bahamas repatriaron a 16 migrantes cubanos, quienes fueron interceptados en aguas del Caribe tras intentar llegar a Estados Unidos. Este grupo, compuesto por nueve hombres, cuatro mujeres y tres menores, fue devuelto a Cuba, donde uno de ellos también fue puesto bajo custodia por su supuesta implicación en un delito. Con esta devolución, el número de cubanos deportados desde Bahamas y otros países vecinos alcanza los 1.046 en lo que va de año.
La creciente crisis migratoria cubana ha generado una mezcla de emociones y opiniones entre la comunidad cubana, tanto en la isla como en el exilio. Un sentimiento compartido por muchos es la frustración ante lo que perciben como una injusticia en el tratamiento que reciben los migrantes cubanos en Estados Unidos. Para estos cubanos, la realidad es dolorosa: muchos de los deportados son personas de bien, que llegaron a Estados Unidos con la esperanza de construir una vida mejor y contribuir positivamente a la sociedad estadounidense, pero a quienes, por diversas razones, no se les ha dado la oportunidad de establecerse legalmente.
Este sentimiento de frustración se agrava cuando se observa que otros migrantes, que han llegado recientemente al país, han logrado obtener un estatus legal más rápido, solo para cometer delitos que dañan la reputación de la comunidad cubana en su conjunto. Este contraste entre quienes son devueltos a Cuba y quienes, pese a su comportamiento delictivo, logran permanecer en Estados Unidos, alimenta una sensación de impotencia y desencanto.
Muchos cubanos en el exilio creen firmemente que las políticas migratorias de Estados Unidos deberían ser más estrictas y selectivas. En lugar de devolver a la isla a personas trabajadoras y honradas que solo buscan una oportunidad para prosperar, consideran que deberían centrarse en aquellos que han demostrado ser una amenaza para la seguridad pública o que han violado la ley. En esta visión, quienes cometen delitos en suelo estadounidense no deberían ser protegidos por el sistema, sino devueltos a Cuba sin miramientos, como una forma de garantizar que aquellos que verdaderamente quieren integrarse y contribuir positivamente tengan la oportunidad de hacerlo.
En este saco caerían cuatro «viejos conocidos» de los cubanos: los reguetoneros conocidos como El Taiger, El Chulo, Yakarta y Chocolate MC.
Este enfoque, argumentan, no solo sería más justo, sino también más beneficioso para ambas naciones. Estados Unidos podría asegurar que su sistema migratorio premie a quienes respetan las leyes y contribuyen a la sociedad, mientras que Cuba recibiría de vuelta a aquellos que no han cumplido con los estándares de conducta en su país de destino. Esta idea no solo refleja un deseo de justicia, sino también una preocupación por la imagen de la comunidad cubana en Estados Unidos, que muchos sienten está siendo manchada por las acciones de unos pocos.
El sentimiento predominante entre estos cubanos es claro: las políticas migratorias deben enfocarse en dar oportunidades a quienes verdaderamente las merecen y ser implacables con aquellos que abusan de ellas.
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