En Cuba, cada vez que una chimenea echa humo, la prensa oficial estalla en júbilo. Al menos por un día. Tal fue el caso reciente del bloque 3 de la termoeléctrica Carlos Manuel de Céspedes, en Cienfuegos, donde según la narrativa de Granma y la Agencia Cubana de Noticias (ACN), no solo volvió a operar una unidad del Sistema Eléctrico Nacional (SEN), sino que se desató un episodio de euforia colectiva. Lo llamaron “el síndrome de la chimenea”, con tonos casi místicos. Pero como todo en Cuba últimamente, duró menos que un alumbrón en Marianao.
Lo que el diario Granma describió con énfasis como una “hazaña” —usando términos como “mantenimiento capital” y apelando al esfuerzo titánico de los obreros— quedó en entredicho apenas dos días después.


La unidad, que estuvo fuera de servicio durante más de seis meses, volvió a apagarse por un “salidero en la caldera”, según reportó el periodista oficialista Lázaro Manuel Alonso. Eso sí, la culpa no se le atribuye a los técnicos, sino a las altas esferas que llevan más de seis décadas gestionando el país a base de promesas, improvisación y triunfalismo.

«Habría que darse un saltico a Cienfuegos, allá donde vive nuestro eterno y querido colega de estudios Julio Martínez Molina —recordado en los pasillos de la beca de Fy3ra por andar siempre apurado para entrar al comedor y salir corriendo de nuevo a ver películas—, para preguntarle si ese primer párrafo que escribió en Granma, donde afirmaba que el titular de la nota (‘Una verdadera hazaña en la termoeléctrica de Cienfuegos’) no le quedaba demasiado grande, era en serio… o si fue un drama que, como buen cinéfilo que siempre ha sido, se inventó desde su pequeño apartamento en Pueblo Griffo.»
De humo, promesas y papel mojado
La cronología de este nuevo fiasco es de manual. El 27 de abril, Granma y otros medios oficialistas celebraban con bombo y platillo la entrada en servicio de la unidad 3 de la planta cienfueguera. La nota destacaba que la intervención había sido profunda, incluyendo turbina, caldera, sistemas auxiliares y hasta la entrada de agua de mar. Palabras como “solidaridad”, “valores”, “sentido de pertenencia” y “hazaña” adornaban el panfleto institucional.
Para completar el cuadro, la ACN publicó un texto delirante, más cercano a la ficción costumbrista que al periodismo, donde operarios emocionados vigilaban la chimenea desde sus casas, y vecinos gritaban de balcón a balcón con la emoción de una final olímpica: “¿Ya entró?”. La respuesta fue un exultante “¡Sí, compadre!”. Faltaba, quizás, el coro del himno y la repartición de banderitas.
Sin embargo, el cuento de la buena chimenea duró lo que una promesa de abastecimiento de pollo: el 29 de abril, o sea, 48 horas después, ya se reportaba la salida de la unidad por problemas en la caldera. Y lo que la prensa oficial omitió, las redes lo documentaron sin piedad.
Uno de los detalles más bochornosos del caso es la contradicción entre lo que dijeron distintos voceros oficiales. Mientras Granma y el director de la planta aseguraban que se trataba de un mantenimiento capital, el ministro del ramo declaraba que la reparación había sido solo “profundísima”, pero sin llegar a ser capital.
El internauta Pedro De Jesús López Acosta documentó las inconsistencias en una publicación en redes sociales, donde mostró que incluso el director de la planta había confirmado en enero la intervención sobre la caldera. Así que lo del salidero no es una fatalidad fortuita: es, como mínimo, un fallo de inspección o ejecución.
“¿Que no llegó a 100 horas sincronizada después de 196 días parada por mantenimiento?”, se pregunta Pedro. “Está bien. Tremendo fiasco”. Pero, como muchos cubanos, exculpa a los técnicos e ingenieros y apunta directamente a los responsables políticos: la alta jefatura de la Unión Eléctrica, del Ministerio de Energía y Minas y del Gobierno.
Síndrome real: la ineficacia crónica
Por su parte, el periodista independiente José Raúl Gallego fue más allá y desmontó con precisión quirúrgica el “síndrome de la chimenea” del oficialismo, señalando que lo único constante en estos 66 años ha sido el verdadero síndrome nacional: la ineficacia estructural del sistema y el engaño perpetuo a la población.
“Si existió, duró lo que un merengue en la puerta de un colegio o un alumbrón en un municipio”, escribió en sus redes sociales. La burla a la propaganda oficial es tan evidente como el humo de una caldera mal reparada.
Mientras tanto, en los hogares cubanos…
La desconexión entre el discurso oficial y la realidad se mide en horas: más de 17 horas diarias sin electricidad en Fomento, según testimonios. Para la mayoría de los cubanos, da igual qué planta entra o sale del SEN, porque la agonía eléctrica es continua. Lo que debería ser una mejora se convierte en motivo de burla.
La prensa oficial, en vez de fiscalizar o informar con espíritu crítico, sigue operando como extensión del aparato propagandístico. Celebra cada vez que un motor arranca y calla cuando se apaga. Como dijo un usuario en redes: “No se esfuercen tanto en distinguir la caldera de la turbina… El pueblo ya sabe a quién culpar”.
Y es que el cinismo popular, como resistencia natural al absurdo, ya ha convertido el desastre energético en motivo de choteo nacional. Cada vez que una termoeléctrica “entra al sistema”, los cubanos bromean que otra, en efecto, “sale corriendo”. Dicen que hay un pacto no escrito —pero bien sincronizado— entre la Felton y la Guiteras: cuando una se pone el uniforme, la otra pide baja médica. En los barrios ya no se habla de averías, sino de “turnos” entre las plantas, como si jugaran a la soga o al escondido.
Y para coronar el relajo, no falta quien parafrasee la famosa canción infantil “La señorita está en el baile”, y la convierta en himno energético: “La señorita Felton está entrando en el baile, que la saque, que la saque… la Guiteras”.
Y así sigue el cuento, que más que de la buena pipa, es de la buena chispa… que nunca llega. O el de un cortocircuito eterno.
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