Carlos Lazo o el «lazismo» fabricado.

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Carlos Lazo llega a La Habana con un avión cargado de pasta y atún, y La Habana busca su «integración» como líder dentro de la emigración.

Ser «lazista» o pertenecer al «lazismo» parece ser la nueva corriente ideológica que se ha impuesto de moda entre algunos de los «influencers» menos reconocidos en la ciudad de Miami, que ahora se señalan casi devotos de Carlos Lazo.

Uno de ellos, niega que lo sea, y de hecho ni se reconoce como tal. Es al que menos ven, y su programa online más bien parece una catarsis personal o un ahogo del alma. Otro ya no tiene programa, y el tercero parece estar fajado contra todos.

Una salvedad: lo de «influencers» menos reconocidos lo tomo teniendo en cuenta las reproducciones de sus materiales y a la cantidad de suscriptores de sus canales.

Sin embargo, entre todos, tienen un rasgo en común. Todos parecen haberse metido a «lazistas» o ser miembros del «lazismo», si es que se le puede llamar así a esa corriente de «idilio encantado» que parecen haber encontrado en Carlos Lazo, cubanos residentes en el exterior identificados con los «puentes de amor» y una presunta «cercanía» o «diálogo» entre el exilio y la clase dirigente de la isla.

A todas luces, el inicio del lazismo surgió como muchas otras cosas han surgido en esta ciudad de Miami y hasta en el mundo: de la «casualidad». Un video del profesor cubano-americano Carlos Lazo, enseñándole a sus alumnos en la universidad donde trabaja a cantar el tema «Isla Bella» se volvió viral en las redes y «el profesor» ganó favoritismos evidentes entre el exilio.

Sin embargo, tiempo después cayó en picada. Cubanos en el exilio creen que se trata de un posible agente de cambio con más cercanías a La Habana, que a la emigración. Gente que, dicho de otra manera, no aprueban esa «conciliación» entre el gobierno cubano y la emigración, sin que otras cuestiones fundamentales sean llevadas a debate.

Pero, ¿de qué modo entró Carlos Lazo en esta manigua?

De entrada – no puede soslayarse este hecho – su nombre y apodo hasta conspiran a favor de su figura. El apodo de «El profesor», ya era popular por la serie española «Casa de Papel», y le vino de perilla a la figura de este otro, residente en los Estados Unidos.

Su nombre, Carlos Lazo, está conformado por cuatro sílabas. Si se suma «El Profesor» ya tenemos ocho sílabas métricas. Por alguna razón que se escapa de este análisis, la mente humana tiende a recordar con más facilidad palabras con 4 y ocho sílabas. Súmele a ello que no son palabras que se acentúan. Palabras simples, sin tanta complejidad para el hablante. Digámoslo así: un nombre para ser recordado.

Hasta su apellido, Lazo, resulta ideal para «el lazo de amor» que, pretendidamente, desde La Habana, la cúpula gobernante insiste en querer poner en práctica entre los emigrados de la otra orilla, y aquellos que viven en la isla.

Pero, no hay mucho más; y basta escucharlo.

Jorge de Armas, licenciado en Historia del Arte y director de Hypermedia Live, cree que el profesor es un producto fabricado.

Jorge señala que a La Habana le interesa más que cualquier cubano emigrado, Carlos Lazo, al tratarse de un emigrante insertado dentro de la dinámica y los resortes políticos sociales de otro país. ¡Y de qué país!

«Es un falso líder. Una figura creada para crear un liderazgo conveniente, dentro de los Estados Unidos, que pueda favorecer a los intereses de La Habana,» señala de Armas.

«A La Habana le interesa un liderazgo que no comprometa lo político, asociado a la idea de eliminar el embargo y sin incidencias críticas con el aparato gubernamental,» concluyó.

Un héroe de guerra. Un soldado americano que siente y padece por Cuba. Un ciudadano que, desde la ciudadanía norteamericana y como ciudadano norteamericano, impulsa el cambio de mentalidad desde EE.UU. a Cuba. ¿Cómo? Desde otro liderazgo: el de ser un profesor en una escuela de los EE.UU. Profesor de jóvenes norteamericanos, no de adultos. Esta imagen «light», a diferencia de otros cubano americanos integrados a la sociedad norteamericana como los senadores y congresistas norteamericanos, resulta un plus interesante.

Un promotor del cambio, sin fuerza real. Una imagen interesante para La Habana, al que se le han abierto todas las puertas y mecanismos para, por ejemplo, hacer llegar a La Habana un avión con pasta y atún desde los EE.UU., sin siquiera entrar en contacto con otros grupos o líderes que han anunciado tener cientos de libras de medicamentos disponibles para hacer llegar a la isla desde el vecino del norte. Carlos Lazo trabajó en un interés unilateral, no desde un punto de vista humanitario que pudiera satisfacer a otros emigrados interesados en hacer llegar medicinas a la isla.

Carlos Lazo no es el primero, ni el cubano que más ha trabajado y luchado para hacer llegar a la isla ayudas humanitarias, de un modo «rápido» que ya muchos quisieran tener a la mano para enviar ayudas a la isla.

Otros muchos cubanos llevan más tiempo que él en esa tarea, entre ellos uno de sus seguidores: el «influencer» Erich Concepción. Donadores de medicamentos a la isla por años o meses, que han sido críticos al gobierno no han tenido siquiera una mínima reseña en los medios. Ninguno de ellos ha recibido las facilidades que La Habana le ha dado al profesor.

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Eso sí, a Carlos Lazo, se le puso en la mano hasta el aparato de medios del gobierno para hacer resaltar los alimentos llegados a Cuba, donados por ciudadanos en los EE.UU.

Equivocadamente hasta otro «influencer», desde Canadá, ha divulgado la idea que es «la primera ocasión» en que se hace este envío por avión. Si un título se le puede colgar al donativo traído por Lazo es que es el primero que llega gestionado por un «cercano» al gobierno de Cuba; un «influencer» interesado al parecer en hacer mutis sobre la violación de los derechos humanos en la isla.

De hecho, este es el punto dentro del «lazismo» que a otros influencers cubanos residentes en Miami les ha molestado del profesor Carlos Lazo; amén de ese roce con el gobierno cubano – recordemos que hasta se pudo sentar a dialogar con el mandatario cubano Miguel Díaz-Canel -; el estar allí, con Díaz-Canel delante, sin siquiera meter un tobillo en el charco y exigir, como mínimo, libertades para los cubanos que él sabe están garantizadas en los EE.UU., y que si se las quitaran mañana mismo, sería él uno de los primeros en oponerse y rebelarse.

Entre otras cosas, por eso fue a Iraq Carlos Lazo: para darle libertad a un pueblo oprimido. Y se siente orgulloso de haber ido.

No todas las criticas hacia él giran sobre la «envidia» porque Carlos Lazo ha llegado donde otros no han podido llegar. Eso es un análisis reduccionista y sin propósitos.

Sin embargo, a pesar del silencio, dentro del grupo «lazista», sí hay denuncias sobre la figura de otro aspirante al cachumbambé político: Rogelio Bolufé. O sobre «la conversión» de Liber Barrueta. O el apego de Concepción y «El Capitán» Rodríguez hacia Carlos Lazo. Un «lazismo» que hastió a otro «influencer», Guenadi Rodríguez – silencio de Lazo, aparte, tras los sucesos del 11 de julio – y que parece no convencer a algunos.

El divorcio entre muchos de ellos, que en un inicio hasta adoraron la llegada – o la vuelta – de Edmundo García a Miami; la frivolidad de los análisis, y los ataques que van de un lado al otro, a lo único que sirven es a la reafirmación de cuestiones innecesarias. El «Lazismo» no tiene fuerzas ni pegará dentro de un exilio que no parece especialmente interesado en seguir a un «líder» que hace silencio ante el dolor de una grandísima parte del pueblo cubano.

Carlos Lazo no será jamás el líder de los cubanos interesados en un diálogo con el gobierno, por mucho que lo impongan (ya sabemos lo lejos que llegan las cosas impuestas), pero las torpezas de sus seguidores, que anuncian hasta una posible reunión «trascendental» entre el gobierno y la emigración, se suceden y se anuncian. Pero sus ideas y comentarios no crecen dentro del panorama de la emigración.

Al gobierno que resalta a Carlos Lazo no le interesa el diálogo que sea cuestionador del modo en que mal maneja la política en la isla. Han vivido años en «confrontación», y ni Lazo ni el lazismo lograrán sacarlos del atolladero. Un emigrado no podrá cuestionar, por ejemplo, la presencia de varios de los dinosaurios políticos que parecen vivir aún envueltos en el contexto de los enfrentamientos; gente que reduce a los cubanos en dos bandos. Los que están con la Revolución y los que están en contra de ella.

La emigración cubana no precisa de «influencers» que torpedean esfuerzos como los del Grupo Archipiélago, «clonando» páginas para confundir a internautas, a fin de tener una plataforma más para divulgar sus maniqueos contenidos.

Al parecer estos son más de lo mismo; parte de la tropa que aspira a tener siempre un líder al que venerar, sin darse cuenta que, el verdadero líder, es el pueblo cubano. No Carlos Lazo.

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