Con la sala de su casa ocupada por decenas de bolsas y cajas con medicinas, el cuarto de huéspedes también, y el teléfono «petado» de mensajes y llamadas, la cubana Masiel Rubio desde Madrid solo insiste en una cosa: apartar diferencias políticas a un lado y concentrar esfuerzos en ayudar a la gente en Cuba, que ahora mismo está a merced de una catástrofe con el coronavirus.
De hecho, el territorio de Matanzas es ya prácticamente una zona de guerra. Ciego de Ávila ya no tiene «camas» para hospitalizar los enfermos, que acuden en masa a sus hospitales y políclinicos; y la situación en provincias como Camagüey, Holguín, Santiago de Cuba, Villa Clara, Sancti Spíritus y Cienfuegos también es más que preocupante.
Escenas similares a estas fueron vistas en Morón, Ciego de Ávila; presumiblemente su divulgación le haya costado el puesto a un enfermero y todo.
También circulan audios, post en Facebook, de gente común principalmente, pero también de enfermeros y médicos -algunos de ellos trabajadores de las llamadas Zonas Roja- que no cuentan con el material indispensable para ejecutar su labor eficientemente.
En medio de todo este convulso panorama en la isla, y habiendo reconocido el propio gobernante Miguel Díaz-Canel que el país se encuentra ya «al tope», gente como Masiel Rubio, Mabel Cuesta, Enrique Guzmán Karell y otros, se agrupan para actuar y lograr lo que parece un imposible en las actuales circunstancias: enviar medicinas y material de salud.
Sin embargo, del otro lado, el oficialismo se resiste a aceptar que hay una crisis y ya ha lanzado a sus fieles voceros a la calle a ejercer la labor de «tapar» la crisis que tienen con medicinas y material de salud en general.
La periodista oficialista Bárbara Betancourt, una de las más deleznables dentro del gremio de periodistas cubanos por su afinidad con el difunto Fidel Castro, y por su labor «combativa» -entiéndase chivatona– en el tinglado de chupatetas y luchaviajes de la UPEC, salió a decir que «le deba risa» escuchar de la exigencia de la apertura de un canal humanitario para el envío de medicinas a Cuba.
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Bárbara, que al parecer desconoce de la necesidad de medicinas que tiene actualmente el vocero Iroel Sánchez, expresó:
«No puedo más que reírme (…) ese discurso humanitario es de un cinismo tal”, y luego alega que aquellas personas que traerán la ayuda humanitaria la convertirán en un negocio.
Por supuesto, tales declaraciones no iban a quedar impunes. Al respecto, dijo la activista y actriz Lynn Cruz:
«Estás declaraciones son de una irresponsabilidad tal que es criminal. Es una vergüenza que el régimen cubano, experto en crear el gran problema de este país, sin ofrecer solución alguna, se burle de la iniciativa de la sociedad civil ante la impotencia por el desastre sanitario que reina hoy en esta isla. Esto no es un colapso sanitario, esto es un colapso ECONÓMICO. NO HAY COMIDA.Qué mayor enfermedad que la que provoca el HAMBRE? NO HAY VITAMINAS. POR NO HABER, hay lugares donde no hay ni viandas. IDIOTAS, AUTÓMATAS y COBARDES en el poder, esto no es el Periodo Especial (crisis de los 90) esto es una PANDEMIA,la ecuación es de miedo HAMBRE y ENFERMOS. Sin contar que quienes venden a su pueblo las ayudas humanitarias son ustedes mismos. BASTA de condenarnos por sus malas decisiones.EL PUEBLO cubano está en esta sitiuacion por culpa de ustedes. Se han aferrado a PROTOCOLOS que tienen que actualizar. Están matando a la gente en los hospitales a donde van a morir, no ha curarse, porque no tienen con qué salvar a tantos ENFERMOS. Ante un corredor de ayuda humanitaria deberían hacer silencio de vergüenza porque si hemos llegado a este límite es porque ustedes han llevado a este país a las ruinas. LIBERTADES ECONÓMICAS para el pueblo cubano YA!».
Por extraño que parezca, y si uno revisa la propia prensa oficialista se da cuenta de la escasez de medicamentos que hay en Cuba, otro de los voceros «jóvenes» cubanos, el revolucionario «cool y sexy» Pedro J. Velázquez, anda en la misma cuerda que Bárbara Betancourt.
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En un extenso post que no reproducimos aquí para no garantizarle visitas, Pedro J. dijo que «la petición de un “corredor humanitario de medicamentos” que se ha ido extendiendo, por debajo del tapete, como alternativa al déficit, es una rotunda falsedad camuflada que intenta desplazar uno de los más grandes baluartes de nuestro proceso: la salud como derecho universal, (…)» y como al parecer ya a él lo atienden en el CIMEQ o en el CIREN, agregó que esta derecho se ejerce «en igualdad de condiciones para todos».
A esta labor proselitista, y a todas luces antihumana de los voceros del gobierno se anteponen cientos de activistas que, sin mucho ruido, pero con muchísima buena voluntad, anteponen al bloqueo interno ejercido por el gobierno de la isla, las ganas de ayudar a sus coterráneos en Cuba.
Así que, mal que les pese, la medicina va por una vía o por la otra. Y que conste, ninguna de esas personas se opondrá a que Bárbara, Pedro J., o cualquiera de los que condiciona la apertura de un canal humanitario para el envío de medicamentos a Cuba, pueda resultar beneficiado con un frasco de permetrina para la sarna; un blister de parecetamol, que ya está entre los 500 y mil CUP; o uno de Azitromicina, con tres pastillas, que ya se comercializa en el mercado negro, por su acción efectiva contra la COVID-19, en 2000 CUP.
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