El boxeador Mario Kindelán regresó a la Patria el mes pasado, pero la Aduana General de la República de Cuba le retuvo en el aeropuerto y aún no le ha devuelto, 30 guantes que trajo para trabajar en un gimnasio de boxeo de la provincia, donde entrena.
Por años, el boxeador cubano Mario Kindelán fue un ícono del boxeo amateur mundial. Dos veces campeón olímpico, tres veces campeón mundial, y dueño de un invicto envidiable en los grandes torneos. Sin embargo, la leyenda que escribió sobre el ring no se tradujo en una vida digna fuera de él. Como él mismo ha confesado: “Vendí mi medalla porque me vi en una situación crítica. No tenía prácticamente nada para comer ni para mantener a mis hijas”.
El campeón holguinero —único deportista de su provincia con dos oros olímpicos— ha reaparecido recientemente en los medios cubanos tras regresar a la isla desde Baréin, donde ejercía como entrenador. En una entrevista concedida al periódico ¡Ahora! de Holguín, Kindelán habló con sinceridad sobre sus vivencias personales, los años difíciles, y lo que lo llevó a tomar decisiones que fueron injustamente juzgadas por algunos.
“En más de una ocasión me sentí maltratado, excluido por directivos del Inder”, afirmó el exboxeador. Durante años, fue olvidado por el sistema deportivo que antes lo celebraba. Se le negó la participación en eventos donde debía estar por derecho propio y no recibía los módulos anuales que se entregan a glorias deportivas de su categoría. Además, denunció que Cubadeportes se negó en reiteradas ocasiones a facilitarle contratos en el extranjero, afirmando que estaba “inhabilitado” y “no estaba trabajando”, cuando en realidad sí entrenaba con resultados positivos en la EIDE (Escuela de Iniciación Deportiva Escolar).
Esa frustración acumulada desembocó en su decisión de aceptar una oferta por cuenta propia desde Baréin, donde viajó legalmente el 19 de marzo de 2023. “Me fui, como se dice, sin decir adiós. Estaba decepcionado, con la cabeza caliente”, confesó al periodista Calixto González Betancourt. No pidió la baja en su trabajo, ni informó a las autoridades del Partido ni del gobierno provincial. “No debí actuar así, me comporté irreflexivamente”, reconoció con tono autocrítico.
En Baréin, sin embargo, encontró el reconocimiento que en Cuba le fue negado. Entrenó a boxeadores de diferentes categorías y logró los mejores resultados históricos para ese país en Juegos Asiáticos. Pero lo que más revuelo causó fue su intento de vender la medalla de oro ganada en Atenas 2004 al británico Amir Khan, su rival de entonces. Kindelán le ofreció la presea a cambio de 5.000 dólares, con la intención de construirle una casa a su madre en Holguín. Khan, impactado, le entregó el dinero pero se negó a quedarse con la medalla: «Tú te la ganaste. Guárdala tú», le dijo.
El gesto fue noticia mundial, y Kindelán no tuvo reparos en contar la razón detrás de aquella acción. “Era mejor comer que desertar”, dijo, reafirmando que nunca abandonó a su país por razones políticas, sino por una mezcla de desesperación económica y falta de apoyo institucional. De hecho, uno de los puntos más sentidos de la entrevista al medio holguinero fue su afirmación más categórica: “Pero traidor nunca, siempre fiel a mi país y provincia, a la Revolución y al legado de Fidel”.
Una frase que resume el drama de muchas glorias deportivas cubanas que han caído en el olvido tras los aplausos, pero que también refleja la compleja lealtad que aún mantienen algunos hacia los ideales fundacionales del sistema, pese al abandono institucional.
Kindelán recordó con enojo que un funcionario de deportes de Holguín —quien posteriormente emigró a Estados Unidos— calificó su viaje a Baréin como un acto de traición. “Fue muy doloroso”, señaló. No obstante, dijo haber sido bien recibido al regresar a Cuba a finales de 2024, y se mostró agradecido por la disposición de las autoridades actuales para facilitar su reinserción al sistema deportivo nacional.
Según explicó el boxeador al semanario ¡Ahora!, ya ha entregado toda la documentación requerida por el INDER para ser reincorporado al programa de glorias deportivas. Mientras tanto, trabaja como entrenador en el combinado Jesús Feliu Leyva y colabora con el comisionado provincial de boxeo. Eso sí, aún espera que la Aduana libere los 30 guantes que trajo consigo para donarlos a la academia de boxeo y la EIDE.
Ahora tiene nuevos propósitos: estudiar la licenciatura en Cultura Física, tal como le sugirió en vida el propio Fidel Castro. “Vine de vacaciones, pero decidí quedarme en mi terruño y cumplir con propósitos pospuestos”, afirmó.
La historia de Mario Kindelán es la de un campeón invicto que fue derrotado por un sistema que olvida, pero que sigue profesando fidelidad a una patria que —según él— no traicionará jamás. Es también la historia de un hombre que vendió su medalla olímpica, pero no su dignidad. Como muchos otros atletas cubanos, ha tenido que aprender a navegar entre la gloria y la decepción, entre la lealtad y el olvido.
Con esperanza, el boxeador Kindelán encara esta nueva etapa en su tierra natal. Y aunque la vida lo empujó fuera del ring y del país, aún desea ser útil, aún cree que puede aportar, y aún carga —literal y simbólicamente— con el peso de una medalla que lo marcó para siempre.
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