La historia del bartender cubano Julio Cabrera sigue sumando páginas doradas. Es él, el rostro cubano más visible de una forma de hacer las cosas que prioriza la técnica, la elegancia y el respeto por la tradición.
Un bartender cubano, formado en la tradición de los grandes cantineros de La Habana, ha sido incluido en el Salón de la Fama de la coctelería mundial. Se trata de Julio Cabrera, figura central del afamado bar Café La Trova, en plena Calle Ocho de Miami, donde cada trago servido es un guiño respetuoso a la historia de la mixología cubana.
La ceremonia, celebrada en su propio templo líquido, fue más que un acto protocolar: fue un homenaje cargado de emoción a su vida, su pasión y su compromiso con el arte de la barra.
El encargado de entregarle el anillo fue nada menos que Dale DeGroff, pionero de la coctelería moderna e integrante del Hall of Fame desde 1993. En medio de abrazos, lágrimas y brindis, se selló algo más que un reconocimiento personal: la validación de una tradición centenaria que sigue viva y vibrante en Miami.
Julio honra la tradición del daiquirí, el mojito y el arte clásico del cantinero.
Cabrera es heredero de una estirpe de leyendas que hicieron de La Habana la capital caribeña del buen beber. Desde Constantino Ribalaigua, el barman de El Floridita que perfeccionó el daiquirí y deleitó a Hemingway, hasta Antonio Meilán del mítico Sloppy Joe’s, pasando por el creador anónimo del Cuba Libre, cada figura mítica encuentra continuidad en Cabrera. Él los honra, y les da vida, trago a trago.
“No podía imaginar esto. Yo solo quería honrar el legado de mi padre”, dijo conmovido a Miami New Times. Su familia tenía un bar en Cuba antes de 1959. “Lo perdió cuando yo tenía cuatro años. Me contaba historias increíbles del bar, la noche y la gente. Aunque estudié ingeniería, nunca fui feliz. Decidí seguir sus pasos y dedicarme a la hospitalidad”, recordó.
Hoy, su hijo Andy trabaja junto a él en Café La Trova, donde la tradición continúa en familia. El bar, reconocido con distinción Michelin y ubicado en el puesto número 13 entre los mejores de América del Norte, es mucho más que un local de moda: es una oda viviente al esplendor de la coctelería cubana de los años 50. Música en vivo, atención elegante, un equipo de bartenders en camisa blanca y chaleco, y una carta de tragos clásicos donde el daiquirí ocupa lugar de honor.
“Es mi trago favorito. Es simple, pero perfecto. Y sobre todo, es cubano. Me define”, afirma Cabrera, quien lo ha elevado al nivel de arte.
En Cuba, ser cantinero no era simplemente servir bebidas. Era un oficio riguroso, casi sacerdotal: se aprendía el «throwing», técnica en la que el líquido pasa de una coctelera a otra en el aire; se memorizaban cientos de recetas clásicas, y se entendía que cada cliente debía ser atendido como un invitado de honor.
Ese mismo espíritu lo ha mantenido Cabrera en Miami, convirtiéndose en uno de los pocos cantineros clásicos aún activos en Estados Unidos, y en el rostro visible de una forma de hacer las cosas que prioriza la técnica, la elegancia y el respeto por la tradición.
El evento del 19 de junio no fue solo un premio a su trayectoria: fue un hito para la cultura cubana en el exilio, una reafirmación de que el sueño americano también puede servirse en copa de cóctel, con hielo, ron y el corazón en La Habana. Desde la invención del mojito en La Bodeguita del Medio hasta este nuevo capítulo escrito por Cabrera, la historia del bartender cubano sigue sumando páginas doradas. Y el próximo brindis, sin duda, también será con un toque de orgullo isleño.
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