Autoridades cubanas reconocen que la situación eléctrica es crítica. Hasta tres años podría demorar su arreglo

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Las autoridades de la UNE en Cuba reconocieron que debido a la situación eléctrica, a la gente se le están echando a perder los alimentos. Los escasos que logran conseguir.

En una nueva comparecencia en la Mesa Redonda, las autoridades del Ministerio de Energía y Minas y de la Unión Eléctrica de Cuba reconocieron, al fin, lo que la población lleva años sufriendo en carne propia: la situación del sistema eléctrico nacional es grave. Larga, prolongada, desesperante. Y según admitieron ellos mismos, su posible arreglo podría demorar entre dos años y medio o tres, en el mejor de los casos.

¿Y si es que se arregla?

La duda no es ociosa. Basta recorrer el resumen oficialista del programa, o los extensos reportes de prensa del Granma, Juventud Rebelde y Cubadebate para comprender que la estrategia que presentan es, en esencia, la misma de siempre: parches, planes a largo plazo, promesas infladas y una narrativa que intenta maquillar la crisis con titulares de optimismo solar. Literalmente.

Mientras los cubanos sobreviven con una hora de corriente al día, o con cuatro si tienen suerte, el gobierno ofrece titulares como «Avanza levantamiento del parque fotovoltaico de Bermejal» o «Más energía solar fotovoltaica en Cienfuegos». En la realidad: tubos clavados en la tierra, un par de contenedores, y visitas de dirigentes para las fotos.

Según declararon en la Mesa Redonda, la estrategia del Estado incluye el despliegue de 51 parques solares antes de enero de 2026, con una potencia instalada de 1 115 MW. La energía solar, subrayan, no requiere combustible y se instala rápido. Hasta ahí, todo bien. Pero luego matizan: su generación depende del sol, su estabilidad es baja, y no permite arrancar otras plantas en caso de apagón general. Es decir: no resuelve el problema de fondo.

De hecho, como admitió el director de Electricidad del Minem, Lázaro Guerra Hernández, ni siquiera sumando todos esos parques solares se alcanza la capacidad térmica que el país ha perdido entre 2019 y 2024. La energía renovable sirve para paliar, pero no para sustituir el sistema térmico colapsado.

Lo más concreto que se dijo es que se prevé rehabilitar cuatro unidades térmicas claves: el bloque 2 de Felton, la unidad 4 de Renté, la 7 de Mariel y una de Nuevitas. En conjunto, aportarían unos 550 MW. Pero esa rehabilitación, según señaló Alfredo López Valdés, podría demorar entre dos años y medio o tres. Todo depende, además, de que se consigan los recursos y financiamiento necesarios. Lo cual, en las condiciones actuales del país, es una gran interrogante.

Ni siquiera se garantizan los materiales para producir localmente las vigas requeridas, ni los transformadores que se queman a diario por la sobrecarga. En La Habana, por ejemplo, colapsaron diez transformadores en un solo día de la semana pasada.

Propaganda versus realidad

Mientras la prensa oficialista insiste en mostrar la inauguración de nuevos parques solares con actos llenos de funcionarios, aplausos y reconocimientos, la población solo ve tierra removida y estructuras a medio montar. El parque de La Yuca, en Cienfuegos, ha sido presentado como un paso hacia la «independencia energética», pero en la práctica su impacto real es mínimo, y no evita los apagones.

El supuesto avance de la generación distribuida hasta los 1 000 MW también es relativo: se trata de motores díesel que dependen del combustible, precisamente uno de los recursos más escasos y problemáticos hoy.

Incluso el gas, considerado un recurso nacional, presenta enormes dificultades. La planta Energás de Varadero tiene dos turbinas fuera de servicio y aunque se prevé que una esté lista para julio, no hay garantías de que eso ocurra. Otro tanto pasa con los pozos de Boca de Jaruco: la idea es producir 8,3 GWh diarios, pero todo está en «acciones concebidas», nada en concreto.

Picos de demanda, promesas y confusiones técnicas

Uno de los momentos más cuestionados de la comparecencia fue cuando se afirmó que tras varias horas de apagón, la demanda eléctrica aumenta hasta quince veces por el «efecto de coincidencia de cargas». Como bien señaló un internauta, eso es físicamente imposible. El propio ministro ha hablado antes de un incremento del 51 %, y otros funcionarios de un aumento de dos o tres veces. La confusión entre los propios técnicos evidencia falta de rigor o un intento de inflar las cifras para justificar el caos.

Otro ejemplo: se habla de 740 MW de parques solares sincronizados para junio, pero no se aclara que esa cifra incluye los que ya existían antes. Una omisión que lleva a conclusiones erróneas y sobrevalora los avances.

Perspectivas realistas: ¿una isla a oscuras hasta 2028?

Si asumimos que lo que se dijo en la Mesa Redonda es cierto, Cuba tendrá que soportar apagones hasta por lo menos 2027 o 2028. Porque aún en el escenario más optimista, las mejoras toman tiempo, requieren dinero que no hay, y dependen de la importación de materiales y tecnología.

Mientras tanto, la gente en Cuba sigue cocinando con leña o carbón, perdiendo comida por falta de refrigeración, viviendo sin ventiladores en un verano que ya comienza, y sin esperanza de que el gobierno les diga la verdad sin maquillaje solar.

La «recuperación del sistema» suena bonita en un power point. Pero en el circuito de cualquier pueblo cubano, lo que se siente es el silencio del ventilador apagado, la oscuridad, y la certeza de que todo lo prometido podría no llegar nunca.

Y si llega, será tarde, mal, y con más tubos que corriente.

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