Los reclamos no surgieron en el vacío. Septiembre fue, según el Observatorio Cubano de Conflictos (OCC), un mes de récords: 1.127 protestas, denuncias y acciones cívicas en todo el país, con La Habana a la cabeza y el tema eléctrico como una de las principales mechas del descontento.
Que en esta ocasión no haya que lamentar víctimas es un alivio. Pero el humo que ayer se elevó sobre los techos de San Juan de Dios es recordatorio tangible de que cada apagón prolongado trae consigo una cadena de decisiones de alto riesgo.
Hoy, cuando NTV apunta a la “creatividad del pueblo” que improvisa con leña y briquetas, es justo preguntarse: ¿de qué revolución hablan? ¿Creen que lo extraordinario es preparar la comida como en el siglo XIX? No. La realidad es que los cubanos merecen dignidad, servicios reales, un sistema fiable. Lo que necesitamos no es fuego artesanal ni aplausos por sortear el desastre, sino un gobierno responsable que asuma la historia energética y ofrezca reparaciones reales. No más mitos: tiempo ya de soluciones, no simulacros.
La frase puede sonar divertida, pero trae una advertencia escondida: el recuerdo de una telenovela vinculada a una pausa total obliga a pensar qué han perdido todos estos años. Entre apagones y consensos, la isla no necesita suspender racionamientos para una novela. Lo que necesita es que la corriente —y la voluntad política— fluyan hacia un servicio público digno. Y sí, si aligeran el humor, no vendrían mal buenas telenovelas brasileñas para alegrar las luces.
La gente en Cuba sigue cocinando con leña o carbón, perdiendo comida por falta de refrigeración, viviendo sin ventiladores en un verano que ya comienza, y sin esperanza de que el gobierno les diga la verdad sin maquillaje solar.