Hospitales en Cienfuegos: Del colapso al desmentido con mentiras. Luego, ¡a borrar comentarios!

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La crisis sanitaria que golpea a la provincia de Cienfuegos ha alcanzado un punto de quiebre que el gobierno intenta maquillar con comunicados y silencios oficiales. En los últimos días, múltiples denuncias ciudadanas han expuesto el colapso del sistema hospitalario y funerario local, y otras «rarezas», mientras las autoridades sanitarias —en lugar de ofrecer soluciones— se han dedicado a negar, censurar y eliminar comentarios en redes sociales que contradicen su versión.

La página “Nio Reportando un Crimen” publicó el pasado fin de semana una alerta que retrata el deterioro extremo de los servicios públicos: no hay ambulancias disponibles, apenas tres carros fúnebres funcionan en toda la provincia y los entierros se están realizando de noche por falta de transporte.

El 17 de octubre, según esa denuncia, se registraron 27 fallecimientos, y en comunidades rurales como La Sierrita un cadáver tuvo que ser trasladado sin ataúd, sobre una cama improvisada. La escena, más propia de un país devastado por una guerra o una epidemia descontrolada, ha sido confirmada por vecinos y familiares que aseguran que los hospitales “no dan abasto” y que las funerarias carecen incluso de combustible y ataúdes.

A esa imagen desoladora se sumó una segunda alerta, también difundida por Nio, que relataba la situación de un menor con leucemia en estado crítico en el Hospital Pediátrico de Cienfuegos. El niño, según sus familiares, debía ser trasladado de urgencia al hospital de Santa Clara, pero la falta de ambulancia ha impedido su traslado durante días. “Cada minuto cuenta”, señalaba el mensaje, acompañado de peticiones desesperadas de la comunidad: “Dios lo proteja”, “Ya ni los niños se salvan”, “Hasta cuándo tanta indolencia”.

Mientras tanto, el periodista independiente José Luis Tan Estrada se hizo eco de otra denuncia que ha provocado la ira de las autoridades: los robos y asaltos dentro del Hospital Provincial “Dr. Gustavo Aldereguía Lima”. Lejos de investigar, la dirección del hospital emitió un comunicado calificando las denuncias de “falsas”.

Tan Estrada replicó con testimonios de pacientes y trabajadores que confirmaron los hechos: enfermeros a los que les han sustraído piezas de motocicletas, acompañantes despojados de teléfonos y hasta salas cerradas por las noches para evitar los hurtos. Trabajadores que, en su mayoría, ratificaban sus palabras.

“De noche, los pasillos parecen una película de terror”, escribió uno de los testigos. Tan Estrada acusó al hospital de ocultar la realidad.

La denuncia no terminó ahí, pues horas después, usuarios de Facebook reportaron que los comentarios críticos bajo la publicación oficial habían comenzado a desaparecer.

“Borran los mensajes que los contradicen”, “me bloquearon por decir la verdad”, escribieron varios internautas. La página institucional, que debería ser un canal de transparencia, se convirtió en una vitrina de propaganda donde solo quedan visibles los elogios y las defensas del sistema.

En los comentarios que aparecieron luego de que los primeros fuesen borrados, apareció uno de un internauta con referencia al planteamiento hecho por el Hospital de que «la seguridad de nuestros pacientes, acompañantes y trabajadores es una prioridad» y que «el personal de vigilancia y el protocolo de seguridad se mantienen operativos.»

El internauta respondió con un solo ejemplo: el sucedido con el locutor crucense Osvaldo Aguilera, quien fue llevado al hospital enfermo y «desapareció misteriosamente». Tres días de búsquedas infructuosas culminaron cuando su cuerpo, ya inerte, fue encontrado en el ala de un pasillo, sobre una camilla, donde fue puesto por un camillero que «se le olvidó» que lo había puesto ahí. Es más que obvio entonces que lo dicho por el hospital, cuatro años después, sí, no se adecua a la realidad.

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En paralelo, las reacciones ciudadanas a cada denuncia hecha sobre la situación del hospital provincial y el hospital pediátrico de Cienfuegos, muestran una mezcla de indignación y agotamiento. Algunos, como Teresita León Brito, responsabilizan directamente al gobierno: “No hay reactivos, no hay medicamentos, no hay hospitales para atender a los enfermos. Pareciera que quieren deshacerse del pueblo”. Otros, resignados, apelan a la fe: “Solo Dios puede salvar a Cuba”, repiten decenas de comentarios. En contraste, unos pocos defienden la versión oficial, acusando a las páginas independientes de “crear pánico”, aunque sus voces suenan cada vez más aisladas frente a la evidencia diaria.

Leidys, Gisselle y Armando, tres cienfuegueros que residen en tres puntos distintos de la ciudad fueron consultados por este redactor. Sus historias tienen un punto en común: los tres afirman que en su cuadro, todo el mundo ha estado enfermo en los últimos días con fiebres, dolores en las artículaciones, etc.

«Yo no sé que es esto, pero no se lo aconsejo a nadie. Ya yo lo pasé, y lo pasé hace un rato y no me fue tan mal, pero aquí en la cuadra hay varios que están graves. No sé ni cómo explicártelo. No había visto esto nunca. Ni con las gripes, ni con la COVID. ¿Una cuadra entera enferma? No hombre, no!», dijo Gisselle, residente en la barriada de Punta Cotica.

«Yo lo que quiero ver es que dice el Triángulo de la Confianza», respondía por su parte Pedrito, colaborador de Cuballama Noticias, haciendo referencia a un programa de la radio cienfueguera que se precia – según su propio locutor – de ser lo mejor y lo más crítica en materia periodística.

El colapso hospitalario

El colapso hospitalario no es un fenómeno aislado. Lo que ocurre en Cienfuegos se replica en Villa Clara, Holguín y Guantánamo, donde las ambulancias escasean y los entierros improvisados se vuelven habituales. La crisis sanitaria se entrelaza con un brote epidémico —posiblemente de dengue o leptospirosis— que el gobierno evita reconocer. Médicos cubanos en redes alertan sobre hospitales sin antibióticos, sin oxígeno y sin electricidad durante horas críticas.

Cienfuegos, la llamada “Perla del Sur”, se ha convertido en símbolo de un país donde los muertos esperan transporte, los niños enfermos no pueden ser trasladados y las autoridades, incapaces de reaccionar, optan por borrar comentarios. La censura digital se ha vuelto un reflejo exacto del silencio institucional: negar, eliminar, ocultar. Pero los testimonios siguen apareciendo, y cada nueva publicación desmiente el discurso de “normalidad” que el régimen intenta sostener.

Mientras las páginas oficiales manipulan el relato, la realidad se impone con crudeza. En los hospitales faltan camillas, medicamentos y seguridad; en las funerarias faltan carros; en los hogares, esperanza. Y aun así, la gente sigue escribiendo, compartiendo y denunciando, como un acto de resistencia mínima ante el colapso general. Cienfuegos no solo vive una emergencia sanitaria, vive también la confirmación de que el Estado cubano ha perdido su capacidad —y su voluntad— de cuidar a los suyos.

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